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Jueves, 29 de diciembre de 2011
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La moda

Minifaldas, piercings, tattoos

Por Julia González
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Si la moda es la tendencia que se repite y que modifica las conductas de las personas, diremos que no es un hecho privativo de las mujeres. Ni siquiera si se circunscribe a la esfera de la ropa, ya que hace tiempo el varón tomó la moda por las astas, y todo el mundo, sea cual fuere su sexo, hace uso de las costumbres, pilchas y maquillaje para diferenciarse. Desde épocas inmemoriales, cualquier cosa que llevemos puesta nos delimita a nuestras tribus. Y por más que algún considerado rebelde piense que está fuera del sistema por no seguir ninguna moda, seguramente ése pertenezca al círculo que reniega de las mismas.

Antropológicamente se encerró a las personas colonizadas para explicar y estudiar sus conductas y, lejos de aquellas primeras sociedades que se diferenciaban por su forma de vivir, las tribus de hoy se propagaron, coloreando la fauna de las ciudades. Hace 19 años estos clanes eran muchos menos: punks, rolingas y hippies sobresalían en las primeras épocas del NO, atestando con sus ejemplares lugares como Requiem, El Viejo Correo o Parque Centenario. Cumbieros y electrónicos elegían Tentación Bailable o Pachá. Pero a medida que globalización y tecnología avanzaron, las tribus se multiplicaron. El fotolog como ejemplo primario cibernético de los 5 minutos de fama que erigiera Andy Warhol cedió terreno al Facebook, y el flogger allí fue con sus autofotos; el emo, en constante bajón y popularizado por Capusotto, partió hacia la Bond Street y se cortó los brazos, “asexuado, mezcla de neogótico y hardcore melódico, alisado permanente, piercings, delineador y ketchup para emular sangre en las fotos”, se lo describió en este suplemento. Hip-hopero, reggaetonero e indies (cabezas y sensibles) emergieron con su onda a través de Eminem, Calle 13, El Mató a un Policía Motorizado y Gabo Ferro. Los neo glam le robaron la ropa a la abuela, se delinearon los ojos a morir y enfilaron a la Glamnation, en el Roxy. Los tatuajes y los piercings ya no son cosa de algunos rebeldes y corajudos. Cuando el hombre primitivo se refugiaba en las cavernas, la moda era pintar las paredes de sus viviendas, contando las temporadas de caza, y más tarde se decoraron el cuerpo con barro, imitando a los animales para protegerse de los insectos. Hoy (y hace más de una década), los festivales de tatuajes popularizan el body art, perforaciones e implantes son parte de la estética, y hasta se lleva a cabo la suspensión por medio de ganchos. La pregunta entonces sería: ¿qué raro peinado nuevo se impondrá antes de que explote el mundo?

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