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Jueves, 1 de marzo de 2012
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Andrés Ciro

“A veces me voy una semana a un lugar donde nadie me llame por teléfono”

Febrero de 2003. El taxi espacial Columbia, de la NASA, acaba de explotar, causando la muerte de sus siete tripulantes. En tierra firme, a salvo, Los Piojos son el cierre de lujo de Cosquín Rock y su líder, Andrés Ciro Martínez, revela al NO que extraña los viajes en transporte público, las salidas sin autógrafos y otras bondades del anonimato:

Por Pablo Plotkin y Javier Aguirre
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“Yo coincido con eso de que el genio es 10 por ciento de inspiración y 90 por ciento de transpiración. Si no estás sentado con una birome y un papel... Es cuestión de sentarse. La banda, las giras, la familia, me ocupan mucho tiempo. Por eso a veces me voy una semana a un lugar donde nadie me llame por teléfono, donde no tenga que hacer trámites. Así compuse Azul, yéndome a Florianópolis en invierno. Cuando escribo, entro en un estado de concentración que requiere de varios días. Me cuesta estar escribiendo y de repente saber que tengo que ir a hacer un trámite para mi abuelo que está en el geriátrico y después pasar a buscar a mis nenas. A mí se me ocurrían muchas canciones viajando en tren, en colectivo, en subte. Pensaba y sacaba una birome y un papelito y escribía. Ahora no viajo en subte. No puedo porque, si viajo, me están pidiendo autógrafos todo el tiempo, o saludando. No podría escribir si alguien me está diciendo: ‘¡Ciro!, ¿me firmás acá?’. Perdí esos espacios de intimidad.”

–¿Optarías por una vida en el retiro, al estilo Indio Solari?

–No. Me gusta salir, que me reconozcan, charlar con la gente. A veces, cuando una persona desconocida me habla, me quedo conversando, para conocer su historia de vida. Es lindo salir a comer, ir a algún boliche, recorrer... Trato de no ir a lugares muy rockeros, porque se convierte en ir a firmar. Voy a firmar y vuelvo. Pero hay una cantidad de lugares a los que podés ir, te escondés un poco y chau. Salir en las revistas tiene más que ver con la voluntad del que sale, que con la del fotógrafo.

–¿Seguís creyendo en “la igualdad” entre vos y el público?

–Hay una igualdad, pero también hay una diferencia que posibilita el arte. Sin diferencia no hay orden, y sin orden no hay nada: es caos. Si voy a ver una banda, me gusta verla bien. No me gusta pagar la entrada y que doscientos tipos se suban al escenario durante todo el show: no me dejan ver a los músicos. El que quiera saltar, que vaya al trampolín de la pileta. Ciertos límites hay que poner. Pero también hay una igualdad con el público, en los deseos, las esperanzas, los gustos.

–¿Ya no te preocupa mantener una imagen “proletaria”, que te vean manejando un auto caro?

–Yo nunca había tenido auto, mi viejo tenía un Dodge que yo apenas había manejado, hasta que me compré un Gol. Entonces me sentía medio un oligarca, un potentado. Una cosa medio de culpa, aunque me lo había ganado, porque nosotros trabajamos mucho para estar donde estamos. No hay motivos para tener culpa si vos te la ganaste bien, por derecha.

EDICION WEB ORIGINAL
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