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Jueves, 17 de mayo de 2012
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Mompox habla de Internet

“La red es una revolución zarpada”

Este septeto lisérgico y onírico muestra su segundo disco (distinguido con un carácter triangular y llamado por ellos mismos el Triángulo), un universo paralelo al que mostraron en The Big Umbrella. “La vida es lo más flashero que hay”, dicen.

Por Luis Paz
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Es claro que las bandas (como otras formaciones musicales, desde solistas hasta ensambles, y también los artistas plásticos, audiovisuales y del diseño) son de alguna manera dispositivos-médium que, a la manera de Carl Sagan, presentan universos medianamente desconocidos para quien los enfrenta. En su construcción de un discurso musical y poético, los grupos nos brindan cosmogonías, sistemas planetarios y lógicas universales más o menos ajenas o más o menos nuevas. El que ofrece el septeto lisérgico y onírico Mompox en su segundo disco (distinguido con un carácter triangular y llamado por ellos mismos el Triángulo) es, en este caso a la manera de J.J. Abrams, el realizador de Lost y Fringe, un universo paralelo al que mostraron en The Big Umbrella. En su nueva obra, su psicodelia campestre se muda a la ciudad, se cierra sobre hipotéticas historias urbanas para una metrópolis apocalíptica y suelta allí dramas violentos, humo de colores, un hombre del espacio exterior, polvo de oro, personajes como Margot, Arthur y Dios.

Mientras su compañero Ignacio de Andrés se entrega a una masita fina en un café esquinero al Botánico, el cantante y tecladista Juan Tobal considera: “Es un disco que ocurre en la ciudad y de noche, mientras que en el primero la cosa era de día y en el campo, aunque tenía canciones como Love Will Rise Again que hablaban de la urbanidad, de las calles de la ciudad. Este segundo disco está más cerca de nuestra realidad, incluso cuando labura más la fantasía. Si te fijás en las tapas, en The Big Umbrella había una ciudad y en el Triángulo hay un edificio: hay un focus in, un recorte que fue consciente”.

Junto al bajista y tecladista Ezequiel Spinelli, el tecladista Alejandro Goldberg, el baterista Maximiliano Cataldi, el trompetista y percusionista Andrés Ravioli y el efectista y trombonista Maxi Russo, y con influencias de Super Furry Animals, DEVO, Mercury Rev y Kraftwerk a cuestas, De Andrés y Tobal vienen desarrollando hace meses un molde ejemplar y sustentable de trabajo. Desde La Fábrica (el condado cultural en el que también trabajan Banda de Turistas, Morbo & Mambo y Martín Borini, VJ Ailaviu, de Fantasma) para el mundo preapocalíptico prepararon micropresentaciones en las que tocan en vivo su nuevo álbum completo, en un auditorio con un equipamiento en el que ponen todo lo que juntan en su experiencia independiente.

“Lleva un tremendo laburo. Además de lo que hacemos para que la banda funcione musicalmente, tuvimos que armar una estructura. Y lo hicimos en un contexto que no ayuda, aunque no sé si es un tema del under, porque las bandas grandes tampoco hacen apuestas por el show, ni las de acá ni las que vienen. Hay muy pocas bandas que profundicen en la creación de un pequeño mundo para el show”, arroja Tobal y diferencia a Mompox del malón.

Hace semanas, Mompox tocó junto a The Ting Tings en el Sounds Fest, en Groove. Dice De Andrés: “Fue buenísimo, llevamos el mismo show. Los festivales son la contracara necesaria de estas micropresentaciones, una oportunidad para que nos vea el más variado público posible. Eso forma parte de nuestra propuesta también. Sobre todo en esta etapa: pasamos de ser una banda más orgánica y acústica a meternos en una exploración de la electrónica, los sintetizadores viejos y los aparatos raros. Estamos mejor, terminamos el año pasado tocando dos veces por semana, que es un montón para una banda under, y flasheando con muchas cosas nuevas”.

A punto de viajar a México para tocar en el festival Marvin, junto a Atlas Sound, Nortec Collective y los locales Mujercitas Terror, que también viajan a estos foros de Condesa y Roma, los Mompox se van como en un flash: “La vida es lo más flashero que hay. Yo la flasheo mucho con la experiencia de vivir, y también con la música de todas las épocas. Ahora estoy cebado con música de los años ‘20 sin derechos de autor, que bajo de Internet. La red es una revolución zarpada que no vemos por ser parte”.

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