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Jueves, 12 de julio de 2012
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Sabido es que La Costa relaja

Masajes descontracturantes

“Hace cinco años que ensayamos tres veces por semana”, señala Aquel Man para explicar el buen momento de este combo blanco de músicas negras.

Por Luis Paz
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“La Costa es un concepto, es la suma de las ideas que compartimos los siete de la banda que hizo el disco Camuflash y un grupo de amigos, artistas visuales, vestuaristas, gente del teatro y bailarines”, explica Aquel Man, uno de los cantantes del divertido grupo que sabe combinar hip hop con rock, funk y pulsos bailables. La tapa de este disco, su debut, presenta a un soldadito de plomo de uniforme calidoscópico, y es algo bien elocuente: “Nosotros damos batalla”, asegura el compañero de Tome, Mister W, Sheriff, Doble T, Pocho y Jane, que en esta placa desarrollan una música iluminada, con base en una actitud contestataria que no es atropello sino colección de argumentos para plantear por qué es posible vivir más flashera y humanamente.

El del destacamento de La Costa es un combate, claro, cultural: una misión de rescatismo, de fortificación y conquista. La entrelínea de estas diez ágiles y destellantes canciones permite desentrañar su gran misión: rescatar las músicas de raíz negra para salvar con ellas a la Ciudad Blanca. Hip hop, funk, disco, todo aquello que tenga groove, edifica un sonido atravesado por el pop y el rock, en la búsqueda de conquistar al mismo tiempo las caderas y las mentes. “Intentamos ir a las raíces del groove, que están en el funk, en el jazz, en el rap, las músicas de antes, para traerlas y proyectarlas a un futuro de mayor conciencia sobre lo que pasa.”

Yo no sé, por ejemplo, es un ataque frontal contra la “movida virtual, el chamuye irreal” y los Blackberries ensamblados por “muchachitos chinos que en vez de ir a la escuela van al taller clandestino”. De paso, “el diario matutino, que en vez de hablar de eso vende salame y vino”, también cobra en esta canción costeña. “No sé si podemos despertar a la gente –admite Aquel Man–, pero intentamos descontracturar al mundo y descontracturarnos. Crecimos con la presión de que teníamos que ser algo, por dónde nacimos y dónde estudiamos –NdR: en una escuela bilingüe de San Isidro–. Pero nos entregamos a nuestro hobby e hicimos de él un laburo: ¡hace cinco años que ensayamos tres veces por semana! El mensaje de ese tema es que no hay que perderse en Internet ni enroscarse en relaciones que no sirven. Nuestra temática es la verdad. Para eso, ponemos a un lado nuestros egos y la música adelante, y nos ubicamos en una situación de disfrute. La música no es para que nadie le saque el jugo, ni para vender algo, sino para divertirse. En eso creemos”, jura.

En la suya convive algo de Funkadelic y de Herbie Hancock con el espíritu crossover de bandas fabulosas como Talking Heads o Gorillaz; el embrujo de artistas como Beck, Mike Skinner (revisar si no From Las Vegas to Kentucky (Oky Doky)) o Animal Collective (Vida es sueño); inclusive algo del tono de guerrilla cancionera latina de Molotov o Control Machete. Todo eso junto, no siempre revuelto, pero unificado por un concepto. Una influencia clarísima en La Costa es la de Illya Kuryaki and the Valderramas: “A los 11, yo cantaba la letra completa de Abarajame. Nos identificamos con ellos por su concepto y mensaje de diversión y juego con la música, y con la idea de no hacer música estándar sino combinar sonidos como funk, hip hop, rock, letras en español e inglés –NdR: La Costa incluso recurre al francés en Havanet–. Ellos fueron unos precursores en eso de romper con lo que se esperaba en una banda, porque en su momento acá todo era Cris Morena o se pensaba que el rap era para 2Pac y Snoop Dogg”. Con sus fusiles cargados de leds multicolores, y mientras demea su próximo disco, La Costa dispara y da en el blanco.

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