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Jueves, 7 de febrero de 2013
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El espíritu corrosivo de El Perrodiablo

“¡Explosión! ¡Exorcismo! ¡Catarsis!”

En vivo, esa especie de monstruo que es esta banda platense conjura a hordas de hediondos y barriletes. “Si bajáramos el volumen, la gente seguiría igual al palo”, proyecta el indomable Doma.

Por Santiago Rial Ungaro
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Cuenta una tradición sufí que Jesús pasó un día con sus discípulos cerca de un perro muerto cuyo olor les resultó insoportable. Asqueados, sus seguidores exclamaron: “¡Qué mal olor despide ese cadáver!”. A lo que Jesús contestó: “¡Qué hermosa es la blancura de sus dientes!”. Con El Perrodiablo (que por suerte es uno solo, porque si no estaríamos perdidos) sucede algo parecido. Publicado a fines del año pasado, El espíritu, su tercer disco, suena a la vez podrido e inquietamente brillante. Viéndolos en acción, las contorsiones y las arrebatos de Doma, cantante, letrista y médium de esta atípica banda de La Plata que completan Chaume y Lea en guitarras, Fran en bajo y José en batería, parecen provenir del mismo sonido, chirriante e invasivo, de una banda deliberadamente sadomasoquista, y no tanto por el volumen sino porque la música del Perrodiablo no apuesta ni a la melodía ni al ritmo ni a la armonía. Su propuesta musical es el equivalente a meter los dedos en el enchufe para cambiar, aunque sea por un rato, de peinado o de humor.

“Bienvenida a mi margen de obsesión. No me digas que no. La dedicatoria te nombra a vos, no sugieras que eso no es alguna clase de amor”, canta Doma en No me digas que no, uno de los puntos altos de un disco que demuestra que ya son capaces de captar en el estudio toda esa energía de sus shows en vivo. Fran: “Nosotros tenemos un modelo que es un poco artesanal. Mucho trabajo de hormiga, pero también nos fuimos dando a conocer, y así apareció gente como Fernando Quintela (que se encargó de mezclar y masterizar el disco) o la gente del Blazter Team (quienes hicieron un documental sobre El espíritu del Perrodiablo)”. Como sea, Doma no quiere que “lo artesanal” sea menospreciado: “Ojo que artesanal no tiene por qué ser sinónimo de berretada, porque no hay nada más alejado de mi ideario que eso. No estoy hablando de poner la manta y poner los cd grabados. Yo considero lo artesanal como otra manera de llegar a la gente haciendo algo de buena calidad”.

Los shows de la banda (que acepta tener una gran afinidad con la gente del Festipulenta, donde ya es una fija) tienen algo, eso no se puede negar. Chaume, el violero que venía de tocar en Firestone (la banda, no la empresa) comenta: “No es tanto por el volumen, creo que antes tocábamos más fuerte, que la intensidad de los recitales va creciendo y en un punto no tiene que ver con el volumen sino con un embrujo. Si bajáramos el volumen, la gente seguiría igual al palo”. Y aunque las comparaciones (las más simpáticas con Iggy Pop, las menos con GG Allin) suelen ser odiosas, lo cierto es que Doma no da la impresión de practicar sus actuaciones ante el espejo. Más bien se diría que lo suyo se trata de un estado de posesión que comenzó con la banda y que no se sabe cuándo va a terminar. “Para muchos de nosotros, que nos levantamos a la mañana para ir a laburar, la música es un hecho espiritual. Porque si fuera por lo económico podríamos dejar de hacerlo tranquilamente: cualquiera de nuestros trabajos nos da más plata. Y sin embargo, probablemente pongamos más energía en la banda que en esos trabajos”, disuelve Fran.

Doma destaca que El Perrodiablo, a diferencia de otras bandas que con el paso del tiempo se vuelven cada vez más complejas, se va simplificando más. “En mi banda anterior (Psicovendetta, extraño combo platense de hip hop) los temas tenían cambios de ritmo, arreglos... Cuando arrancamos con esto fue como una liberación. En vivo cada uno entra en un estado de catarsis total, y eso engendra una especie de monstruo que es El Perrodiablo. La música me lleva a un estado de libertad en mi cabeza que me lleva a salir del escenario y a hacer cualquier cosa. Explosión, exorcismo, catarsis, espíritu, todo eso está cerca de nosotros. Y en el medio de todo eso, hay canciones.”

Claro que las canciones de este fantasma canino no son la banda ideal para festejar a tus amigos. A no ser que sean fans de MC5, Birthday Party, Union Carbide Productions, New Race o The Stooges. Como fuera, cada vez son más los que saben que sus shows son una experiencia mayúscula. Doma: “Lo que logramos como grupo es vivir esto como una aventura: nos animamos a cruzar la (avenida) 32, a ir a tocar a otros lados. Salimos de la idea de que La Plata es un principado. Siempre intentamos no quedar atrapados en ningún guetto: no pertenecemos ni al garage ni al indie ni a nada. Tocamos seis veces en el Motoclub, el ciclo que armaba la gente de Los Natas. Hemos tocado con Poseidótica, con 107 Faunos y con Alejandro Medina”.

Tanto rodaje, tanto paseo por el lado salvaje en fechas en las que terminan enloqueciendo al público y arriesgándose a conjurar a hordas de hediondos y barriletes que a menudo terminan convirtiéndose en artistas invitados se siente: el espíritu de esta banda que no quiere ser la mascota de nadie tiene como escuela el antro, como disciplina la promiscuidad y como principal virtud la fidelidad. “La otra vez tocamos para un público que tenía una onda Creedence —cuenta Doma—. El primer aplauso llegó en el tema doce... ¡Pero llegó!”

* El Perrodiablo toca el viernes 15 en el Festival Serpiente de Agua en Niceto Club, Niceto Vega 5510. Desde las 20 con Guachass, Los Colmillos, Los Espíritus y Las Diferencias.

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