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Jueves, 10 de octubre de 2013
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La primera década de un combo viajado

Una casa con diez álamos

Jonah, Peter, Pico, Gavilán, Juaco y Poli recalculan el sonido del otrora emblema mandolinesco del indie local hacia uno más psicodélico y espacial.

Por Julio Nusdeo
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Tremendo chalet en Martínez: jardín con fondo, árboles, pileta y perro tipo Lassie. Poli sale a recibir al NO y explica que el lugar pertenece a la familia de Los Hermanos McKenzie, banda amiga que está de gira y que no tuvo inconvenientes en compartir el espacio. El también vive ahí, alquila un cuarto, mientras que Peter ocupa uno de los temporalmente deshabitados. En la casa, al otro lado de una gran puerta corrediza de madera que separa la cocina-comedor de un living devenido sala de ensayo, Los Alamos repasan y pulen canciones nuevas. Todo el ambiente está reformado: batería cerca de las ventanas, ampli de bajo y varios de guitarra, pedales (mucho delay, trémolo y reverb), una distorsión Tube Screamer, micrófonos y cables que cruzan el lugar. No parece haber otra cosa para hacer que aprovecharse de las circunstancias. “Es nuestro Exile on Main Street”, lanza Peter acerca de las inmejorables condiciones de trabajo. Como los Stones en la campiña francesa, se concentran en sesiones diarias de ensayos y grabaciones.

En medio de la gira/celebración por sus 10 años, con shows en varias ciudades de Buenos Aires, en Córdoba, Rosario y Uruguay, dice Johan que las fechas “van bien, va bocha de gente”, pero que están en un momento en que “quieren tocar cosas nuevas”. Al igual que en 2012 –aquella vez por la presentación de Lost Alamo, el documental de Francisco Forbes–, Peter viajó desde Marsella, Francia, para juntarse y hacer algunas fechas. “Está re bueno tocar, pero no que se vuelva un Grandes Exitos”, advierte Jonah, y Peter agrega que la idea es pensar en el futuro: “Que la banda tenga una actualidad y avance. Ya les dimos vuelta muchas veces a las canciones viejas y la gente se copa, pero está bueno también que escuchen lo nuevo”.

¿De cuándo vienen estas canciones?

Peter: Empecé a mandarles demos desde que me mudé allá en 2009. En ese momento todo era confuso, porque no sabíamos si iba a volver, si la banda seguía: estábamos lejos tanto físicamente como de una posible reunión.

Peter estaba allá, no tenía laburo ni plata, pero empezó a tocar y armó su proyecto de folk experimental Moondawn. Los chicos se reagruparon en el ensamble afrobeat Val Veneto, mientras que Pico y Jonah continuaron con Springlizard. “Todo decantó naturalmente. Lo que cada uno venía haciendo por su lado nos entrenó para que esta etapa de Los Alamos sea un poco más fresca a nivel musical. No digo que estamos haciendo un poquito de Val Veneto y otro de Moodawn, sino que lo nuevo tienen un montón de la experiencia que cada uno incorporó.”

¿De qué tratan esas cosas nuevas? Para empezar, no hay mandolina ni armónica. Jonah dejó de lado ambos instrumentos por una Telecaster con delay y distorsión. “Veníamos escuchando las canciones que Peter mandó en la última tanda, hace unos meses, y no me parecía que la mandolina tuviera lugar. Cuando empezamos teníamos otra búsqueda y la mandolina encajaba. Ahora las canciones no van tanto al country”, asegura. Lo mismo le pasó al acordeón de Gavilán, que ahora rota entre un MicroKorg, un Hammond y un piano. “Estamos buceando por otro lado, trabajando intensidades y otros matices”, resume Juaco, que entre tanto mantiene su lugar en la batería.

¿Qué cosas sirvieron de inspiración para este material?

Peter: La inspiración viene de todos lados: nuevas experiencias, música y aventuras, y sobre todo de la experiencia adquirida. Creo que ayudó a la escritura este tiempo en que estuvimos separados, para reflexionar, ver desde afuera la trayectoria de la banda y alejarse de nuestros estándares. Tal vez es menos mandolina y acordeón, pero más space rock o psicodelia, cosa que siempre curtimos pero que ahora se muestra más.

Los temas tienen nombres como El Funky, El Reggae o El RunDMC, a los que se refieren entre risas. De algún modo mantienen el “espíritu Los Alamos”, aunque su cadencia repetitiva los vuelva hipnóticos. “Me parece que antes la instrumentación estaba más orientada a la canción, y ahora tenemos una estructura de trance y flasheamos más las bases”, dice Poli.

Recientemente, Los Alamos entraron a los estudios El Pie con la habitual compañía de Gonzalo “El Pájaro” Rainoldi, “el mejor ingeniero de sonido del país”, según Jonah, que explica: “La idea es grabar un disco de ocho o nueve temas. Hay que ver si terminamos de escribir y arreglar todo, pero tenemos dos días en el estudio y hay que aprovecharlos”.

Son una banda que puede autosustentarse, financiar sus grabaciones, sus giras y retomar la marcha cuando lo dispone. ¿A qué le deben esa suerte?

Peter: Creo que somos más responsables. Nos organizamos bien, no rompemos hoteles ni tomamos drogas muy caras.

* Viernes 11 en Castelar, sábado 12 en Montevideo y domingo 13 en el Club Cultural Matienzo (Pringles 1249). Además, Springlizard y Moondawn tocan este jueves 10 en La Playita (Rosetti 722). Desde las 20.

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