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Jueves, 26 de diciembre de 2013
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Malvinas nü metal

Oxido en el aire

Por Lucas Kuperman
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Que la venida de estos tipos fue tardía es sabido. Aunque hay que reconocer que lejos del auge nümetalero de finales de los ‘90 y principios de los 2000, no es la primera vez que pisan los escenarios porteños. Limp Bizkit y Korn: estandartes de una adolescencia alterna/hiphoper/hardcore perdida, combo que pueden completar Linkin Park (tocaron acá en 2012 y este año sacaron disco nuevo) y Papa Roach, que a días de tocar en el Luna Park temieron por sus vidas al saber que la pizza de Guerrín tiene mucho aceite, y cancelaron. Pero Durst, Davis y sus ambas compañías vinieron.

Los shows que dieron en el Malvinas Argentinas compartieron algunas cosas un tanto curiosas: en primer lugar, sorprendieron con una lista de temas escueta (principalmente Limp Bizkit, con 15 temas). No se entendía por qué, pero cada dos o tres temas los dj disparaban samplers y alguna flashada. No se sabía si querían tomar agua, darse un palazo o qué, pero los tipos paraban uno o dos minutos. Claaaaro, con eso robaron más de 10 minutos de show, que pudieron ser dos o tres canciones más. ¡Devuélvanlas!

Igualmente, los recitales fueron buenos, aunque faltaron clásicos como Faith, Counterfeit o Boiler por el lado de los comandados por Fred Durst (ya sin DJ Lethal detrás de las bandejas), y Make Me Bad o el fundamental A.D.I.D.A.S., por el lado de Korn. El show de los de Davis, que contó con la vuelta de Brian “Head” Welch a las 7 cuerdas (el antiguo violero estuvo inmerso en una búsqueda religiosa, y una obra solista, durante años), fue parejo, prolijo. Uno de los focos estuvo en Ray Luzier (reemplazo de David Silveria, uno de los grandes bateros nü metal): sus excesivos malabares con los palillos pasaron de generar asombro a incomodar, al punto que se esperó que se le cayeran para que termine cagando un tema.

En lo que concierne a Limp Bizkit, luego de apagadas las luces tardaron unos minutos en salir al escenario. Con Wes Borland vestido con un flameante traje de leds y Sam Rivers que encendió de naranja las trasteras de su bajo, el show prometía. Lo curioso se podía observar desde la platea derecha: un cronómetro en cuenta regresiva marcaba 70, lo que hacía suponer cuánto duraría, rompiendo la ilusión del show eterno. Más cuando salieron dos minutos después de darle inicio al conteo, y se fueron antes que llegue a 0, aunque después hicieron algunos bises. Hubo algunos covers, como el de Rage Against The Machine (Killing in The Name) y Behind Blue Eyes. ¡Pedazo de vagos! El de los Who estaba grabado y Wes ni siquiera se calzó una acústica. Ah, un invitado del público subió a cantar Ready To Go. Después de todo, ¡el nü metal está de vuelta, mother fuckers!

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