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Jueves, 13 de febrero de 2014
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Para Cristian Aldana todo rock es político

“La música alternativa no puede carecer de contenido o mirada crítica”

El cantante de El Otro Yo y presidente de la UMI dice que está el rock que se compromete, el que mira para otro lado, el que hoy toca para éste y mañana para aquél. El suyo es el que busca superar todos los tabúes, los políticos incluso. Y paga el costo: “No sonamos en radio ni en tele, hay medios que no nos hacen más notas”.

Por Mario Yannoulas
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Una sola pregunta puede hacer que Cristian Aldana desate una estampida verbal de 8300 caracteres. Sin ser su única respuesta, alcanza para calcular la potencia del motor que lo mueve. No cambió la bermuda y las All-Star por zapatos y corbata, y eso lo pinta como un forastero en la zona, porque al otro lado de la calle Hipólito Yrigoyen los muros grises del Congreso Nacional tiñen de solemnidad al radio. De hecho, el bar en el que se sienta da una falsa impresión de restorán fifí, pero al fin y al cabo pilotea el calor con ventiladores de pie. El piso a cuadros negros y blancos lleva, hacia el fondo, hasta una barra de granito de talante frío, y un enorme reloj de agujas asoma por sobre las botellas como el sol tras las montañas. “Estás en tu casa, Cristian”, pronuncia el dueño, con un grado no muy alto de exageración: es probable que el líder de El Otro Yo haya pasado más tiempo ahí que en ningún otro lado, porque se trata de un punto estratégico en lo que hace a su vida pública.

Enfrente, el Congreso; a tres cuadras, las oficinas de la Unión de Músicos Independientes (UMI) que preside; en diagonal, la plaza en la que en 2009 El Otro Yo dio un concierto símbolo de un cambio de época en su carrera. “Kirchner estaba vivo cuando tocamos gratis acá; muchos grupos no subieron porque en ese momento nadie se animaba a decir ‘Yo banco esto’. Tiene que ver con nuestra historia: todo el tiempo estamos rompiendo con una estructura, y eso les jode hasta a los más rockeros. Otros lo miran con simpatía, como diciendo: ‘Hacen algo que yo no me animaría a hacer’, pero levantar una bandera y comprometerse es muy valioso. A veces los músicos tocamos para ayudar a alguien que está inválido, a gente que se tiene que operar afuera, y cuando llega el momento de hacer algo por la música, no hacemos nada. Nos cerraron Cemento, La Luna, y un montón de lugares importantes para el rock, y nadie hizo nada. Eso está mal, tenemos que aprender de los actores y unirnos, tener conciencia como colectivo.”

Es momento de balances: 25 años de El Otro Yo, el sueño que acuñó junto a su hermana María Fernanda, festejados con una fiesta-concierto de 50 canciones elegidas por el público en su Temperley natal, cerca de fin de año. En 2013, la banda (re)lanzó su décimo trabajo de estudio, Platón en la 5ta. Dimensión, que no es sino la reedición del disco publicado en 2012, con el agregado de un tema especial: el track Platón, producido por Ezequiel Araujo, que se reincorporó a casi 10 años de su salida. “En 2012 encaramos unas giras por el país con la salida de 5ta. Dimensión –explica Cristian–. Comprabas la entrada y venía el disco. Este año quisimos que estuviera en todas las disquerías, por eso decidimos agregarle una canción, y ya que Ezequiel se había sumado al grupo, que la mezclara y produjera.”

¿Cómo decidieron su reincorporación?

–Se dio naturalmente. Lo invitamos a tocar una vez y se quedó. Nos sentimos re cómodos de haber vuelto a rockearla juntos.

¿De dónde sale el concepto de Platón? Es diferente del tono general del disco.

–Tiene una data fuerte. Hablando con alguien, me entero de un filósofo que decía que el único animal capaz de reír era el Hombre. Y yo dije: “Nah, se equivocó, ¡si los perros se ríen!”. Tuve perros desde chico, y se ríen. En el estribillo me hago un chiste a mí mismo: “Platón se equivocó y no lo supo ver, o yo me equivoqué y lo dijo Dante Alighieri”, porque en realidad fue Alighieri el que lo dijo, y no Platón. La canción habla de aprender de los animales, sobre todo de los perros, que son súper incondicionales, de las amenazas del capitalismo, de cómo el Hombre se corrompe ante lo material sin darse cuenta de que el cuerpo es envase del alma, la energía que realmente mueve todo. Y también cuenta que, cuando alguien muere, el alma queda y puede influir en la realidad. La canción encara diciéndole a alguien: “Es un hasta luego, ponete contenta”, como entendiendo que la vida es eterna, y la muerte es como una prueba para poder evolucionar. El grupo siempre está en una especie de búsqueda espiritual que lo lleva a comprometerse con cosas más reales, que sobresalen de la música y tienen que ver con que el mundo sea un poco mejor. No alcanza sólo con decirlo: una canción puede cambiar muchas cosas, pero sumarse a ideas buenas y trabajar colectivamente puede ser más trascendente que el mero decir.

¿Y a nivel sonoro?

–Era una canción que quedó afuera del disco igual que otras, lo que tiene de particular es la mirada de Ezequiel, desde la producción hasta los condimentos más electrónicos que puso. Le dio un toque único de él, que lleva a una época de El Otro Yo vinculada no sólo a guitarras sino también a otro tipo de sonidos. Era el laburo que él hacía en la banda.

El planteo es similar al de Dinero 666.

–Esa es una canción que hizo María Fernanda, y eso significa que hay sintonía. Dinero 666 tiene cosas más de denuncia, por ejemplo, habla de Monsanto, una empresa que en algunos países logró tener leyes a su favor, donde no podés cultivar en tu casa si no usás sus semillas. Canadá los sacó rajando, pero en Estados Unidos se nota la diferencia de comerte una fruta que por afuera es divina pero no tiene sabor. Monsanto está acá, puede ser una amenaza para la Argentina, no tiene leyes a favor pero las está buscando, hay una dando vueltas en el Congreso de la que habría que preocuparse. Básicamente, el tema está enfocado en el dinero como demonio que maneja al mundo, hay gente que sigue amarrocando plata que no va a poder gastar en mil vidas, y ese desequilibrio genera un montón de injusticia social. El grupo siempre tiene una mirada rebelde, siempre intentamos decir algo, que no sea sólo el hecho de pensar en cómo vender más discos, porque eso no me hace feliz. Esa energía que tienen el rock, el punk, la música alternativa, no puede carecer de contenido o de una mirada crítica. Me encantan las canciones de amor, de hecho en el disco las hay, pero El Otro Yo tiene un abanico de posibilidades. Si escuchás sólo una canción no escuchaste todo el disco, ni en pedo. Nos atrevemos siempre como a romper una regla más y no sólo desde lo musical, sino en este caso puntual, de tomar otras banderas. La otra vez, cuando La Renga tocó para los 30 años de democracia, dije: “Loco, está pasando algo de verdad, se están animando a levantar una bandera”. Me parece fantástico, tiene que ver con que nuestro país –que todavía es nuevito– crezca.

No suelta el gatillo de la metralla verbal. La pasión le enciende la mirada, y su discurso, tantas veces huracanado, sirve un metatexto muy sencillo: a esta altura de su vida, es incapaz de concebir la música y la política por separado. Y para él, eso es motivo de bienestar: El Otro Yo y sus 25 años, la presentación como precandidato a las elecciones legislativas en la lista del Frente para la Victoria, y la UMI como puente necesario entre la creación y la gestión. “El otro día vino alguien, un tipo grande, y me dijo: ‘Vos sos un patriota’. Qué palabra rara, desde la primaria que no la escuchaba. No sé, para mí es una convicción. Además, desde chico me enseñaron a ser agradecido, devolver la esperanza, mostrar que se puede”, se arrebata, y la cabeza se le hunde entre los hombros.

“A veces pareciera que la música tiene que ser sólo un entretenimiento. Como llevar a los pibes al pelotero: entran, hacen mosh un rato, después se ponen la corbata y salen a laburar. Pero con la música se puede romper barreras, como cuando Pearl Jam enfrentó a Ticketmaster, y generó una bandera en torno del negocio de la música y se bancó que lo borraran de todos lados. Un montón de artistas en el mundo conectamos en lo mismo. A nosotros, con El Otro Yo, nos tocó empezar desde un garage haciendo música lo-fi, grabando en la portaestudio, e hicimos todo un avance por el lado de lo alternativo, de lo noise, de algo que todavía acá en la Argentina no tenía público pero que después empezó a llegar: Beastie Boys, Sonic Youth, Nirvana o Pixies, que son como Los Beatles de mi generación. Y cuando le conté a Frank Black de la UMI dijo que estaba buenísimo. Con el bajista de Nine Inch Nails, que vino la semana pasada, hablábamos sobre Spotify y pensábamos lo mismo: ‘Qué bajón, nace un nuevo rico mientras los músicos no cobran lo que les corresponde’. Lo que también veo es que una parte del periodismo argentino es medio temerosa de sumarse a luchas. Por ejemplo, la UMI no les suena tan cool, entonces no se animan a descubrir que entre esos discos les van a aparecer Onda Vaga o El Mató, que salieron de ahí, un montón de bandas que seguramente van a tener una larga trayectoria, y que surgieron de un movimiento colectivo, que generó espacios, que es algo real, que no vino el productor a elegir quién sí y quién no, porque los que quedan afuera de eso también tienen derecho a realizar una carrera.”

Por su historia, durante mucho tiempo evitar el contacto político –principalmente partidario– fue uno de los grandes mandatos del rock argentino, ¿cómo está hoy esa relación?

–Hoy el rock tiene que mirarse al espejo con este cambio de paradigma respecto de la política. Está el rock que se compromete, el que mira para otro lado, el que piratea, que se pone el parche y hoy toca para éste, mañana para aquél, le chupa un huevo todo, y capaz que le preguntás y te dice: “Nooo, yo creo esto”. Pero, flaco, estás pirateando. Es así el mundo, pero para mí hay que actuar para que las cosas realmente cambien. Eso es rock. Si vos querés sentir que estás en el rock, hacete mierda, pero de verdad, no con droga. Superá todos los tabúes. El haber participado en la lista del FpV demuestra que el punk rock no tiene límites, que podés romper la barrera. Mañana, cuando se pueda ver más claro, van a decir: “Me puedo ir de gira porque el Instituto Nacional de la Música me ayudó a conseguir una camioneta”. Y hasta el más anarco la va a usar, no va a ser tan boludo de pagar una camioneta cuando el Instituto te da una sin preguntarte de qué partido sos. El logro trasciende todo, y ésa es una señal muy fuerte de esta época, sobre todo para la juventud.

¿Te molesta empezar hablando del disco y terminar casi indefectiblemente en la política, o es un costo que elegís pagar?

–Tiene que ver con la época que estamos viviendo. En los ‘90 tenía que dar explicaciones a todo el mundo de por qué había gritado “La cumbia es una mierda”, y contar que fue un grito que tenía que ver con una realidad política, con que en ese momento la cumbia representaba la ignorancia de un país que se estaba devastando, era la música de fondo de la política de Menem. No iba contra el estilo, sino contra algo más profundo. En ese momento era eso, putear desde la puerta..., ¡hoy estamos hablando de una ley, boludo! Esto de terminar hablando de política te pone en un lugar del hacer que es muy poderoso, y si bien en un punto mi vida es la música, es verdad lo que dicen: la política es algo que nunca podés dejar. El costo de todo esto para nosotros es no sonar. No sonamos en la radio ni en la tele, hay medios que no nos hacen más notas, y muchos de los que están en el negocio te miran de reojo. Romper esa barrera es unos de los logros más importantes de mi vida, estamos festejando un éxito, porque la autogestión y lo independiente triunfaron en la Argentina, se logró una ley, y un artículo en la Ley de Medios que defiende a la música independiente dentro de los medios de comunicación.

* Sábado 15 en Fiesta Clandestina, Groove, Santa Fe 4389. Desde las 23 con Shaila.

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