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Viernes, 2 de mayo de 2014
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Shakira antes de convertirse en Mujer Alfa

¿Y qué pasa si soy yo?

En su camino de patito despreciado por el rock a cisne en la cuna del pop mainstream, la colombiana dejó un disco magistral. Que no es el flamante, claro.

Por Lola Sasturain
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Shakira no deja de ser noticia, ya sea porque sacó un nuevo disco que lleva vendidas 84 mil copias en su primera semana, porque su video con Rihanna es muy hot pero el tema es malísimo, porque conduce The Voice con Adam Levine de Maroon 5 o simplemente porque cumple con el tedioso modelo estrella-madre-esposa dedicada-empresaria exitosa que tanto le gusta repetir hasta el hartazgo a las revistas femeninas que creen dirigirse a mujeres “con cabeza”.

Posiblemente las nuevas generaciones, las que compran actualmente sus discos, no se cuestionen ese personaje. Es una lástima. No porque haya algo en contra de la Shaki rubia, políglota, feliz y segura de sí misma, sino porque esas nuevas generaciones posiblemente jamás escucharon ¿Dónde están los ladrones?, esa oda al despecho que marcó a fuego a casi todas las señoritas que hoy tienen entre 20 y 30 años. Un disco de rock dentro del universo pop que significó mucho para una generación, un álbum al que el rock le dio la espalda, y el pop también, cuando su creadora se pasó de bando y comenzó a cantar en inglés y a volverse más seriamente mainstream.

“La ‘primera Shakira’ irrumpió en la escena musical en los ‘90 con un estilo único, centrado en el timbre inconfundible de su voz. Su imagen inicial tenía mucho de rebelde, especialmente en la ‘poca producción’ personal que mostraba. Pero la industria cultural necesita homogeneizar sus productos para poder atender a segmentos bien amplios de consumidores. En una primera lectura, la Shakira que emerge en los 2000, rubia e hipersexualizada, cantando en inglés, sería un buen ejemplo. Esta es ‘la segunda Shakira’”, analiza Guillermo Kaufman, doctor en Comunicación social y rector de TEA.

Las letras de esa “primera Shakira” incitaban a la identificación a la vez que proponían rebeldía. No había sexo a cambio de una vuelta, lobas ni rabiosas; había (re)sentimiento, enojo y muchas ganas de mandar a freír churros o de llorar por aquel chico pre-Antonito que seguramente existió y motivó este disco. Nada de superación, sólo una joven colombiana llena de dudas, con algunas certezas y una guitarra.

“Sus letras me parecían ingeniosas y con una actitud diferente a todo lo otro que sonaba en la radio. Me sabía la parte rapeada de Ciega, sordomuda y me sentía lo más. Parecía una chica rebelde y desprolija al lado de las demás”, evalúa la cantautora Violeta Castillo. “Con su actitud entre rockera y romántica, no cantaba lo que otro escribía, las letras parecían escapársele sin orden. No ser perfecta, sentirse sola estando enamorada, ¿qué chica hablaba sobre eso? ¿Quién era esa chica de 19 años con manos sucias? Moscas en la casa moldeó todos mis suspiros y pensamientos sobre el amor”, aporta nostálgica Martina Juncadella, actriz (Cara de queso, Excursiones), veinteañera y fan de Shaki.

Canciones como Ciega, sordomuda, Inevitable, No creo o Si te vas pasaron graciosamente de ser favoritas de las niñas a himnos borrachos para cantar a los gritos para esas mismas niñas, ya crecidas, y algunos niños, ¿por qué no? Pocos discos de la esfera netamente comercial del pop latino tuvieron este alcance. Y este status de clásico maldito, renegado, demasiado rockero para ser pop, demasiado MTV para ser tomado en serio, hace que la crítica de rock le haya dado la espalda, aunque sus increíbles letras parezcan tatuadas en el inconsciente colectivo.

Algo similar ocurrió con Let Go, el primer disco de Avril Lavigne, o Jagged Little Pill de Alanis Morissette, aunque éste sí contó con algún reconocimiento del palo rockero en su momento, posiblemente por las alusiones a petes en el cine. Fueron discos de rock, con una “honestidad para minitas”. Sin embargo, a diferencia de ambas canadienses, Shakira tiene ese no sé qué de simpática y buena mina que hace que caiga tan bien como siempre y da a pensar eso de que “si sos chévere... ¿por qué esta música de mierda?”.

Nunca dejó de parecer copada, y desde que dejó a Antonio de la Rúa por el crack del FC Barcelona, Gerard Piqué, ni siquiera aquellos con ridículos argumentos que la linkeaban con la debacle de 2001 pueden argumentar contra ella. “Una de sus particularidades es la hibridación de ‘lo latinoamericano’ con ‘lo árabe’ pasteurizado por ‘el estilo del pop’. Me parece que Shakira se cansó de eso. Acá aparece la ‘tercera Shakira’, que sabe nadar en las aguas del negocio de la música. En los intersticios pervive su espíritu cuestionador y humanista. Por ejemplo, grabó con Mercedes Sosa La masa, un himno de los ‘80 sobre la esperanza de los pueblos, o politizó su discurso sosteniendo la Fundación Pies Descalzos, que ayuda a víctimas infantiles de la violencia en Colombia”, vuelve Kaufman.

Sin embargo, cuesta creer una encarnación más perfecta del sueño americano: la latina gordita que al teñirse de rubia, afinar la cintura, pasarse al inglés y cachondear sus movimientos, se metió al mundo entero en el bolsillo, vendió millones de copias y hasta se quedó con un galán del fútbol reconocido por el tamaño de sus atributos... ¡y encima, filántropa! ¿Cómo la vieja guardia no se va a sentir estafada? En palabras de Violeta Castillo: “Una se la podía imaginar componiendo con la guitarra en su casa, hoy pareciera que los productores le traen el tema hecho y mete esa voz marca registrada en castellano y en inglés y listo, sale. Qué sé yo, todos cambiamos”. Sin embargo, reconoce que “Loba es un buen tema”.

De patito feo a cisne, de minita con la que todas se identificaban a diosa dorada inalcanzable. No es justo. Y es triste y raro pensar qué hubiese sucedido si hubiese sido tomada en serio en el momento justo: pero los tiempos cambian y cambian la personas, sobre todo al mutar a estrellas. Y si bien es muy fácil acusarla por haber engañado a toda una generación, ahora hace bailar a otra... ¡y alrededor del mundo! Y ella seguro que está chochísima. No se puede vivir del desamor. Pero hay que agradecerle eternamente por ¿Dónde están los ladrones?, un disco de sentimientos descarnados, guitarras potentes y catarsis post adolescente que arde. Shakira volvé.

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