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Jueves, 19 de junio de 2014
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¿Qué pasa con las musas y el misterio en el rock?

El rock de la mujer encontrada

Las fábulas de la música local, ¿son cosas del pasado? ¿Y qué hay de las mujeres míticas que inspiraron las más grandes canciones? Los autores de Quién es esa chica aportan su mirada y Room Service habla del asunto a nivel internacional. Y músicos develan la trastienda de sus hits under.

Por Federico Lisica
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Cuando Chuck Berry compuso Roll over Beethoven, en 1956, hacía casi 130 años que Ludwig Van estaba finiquitado. Poco antes de haber estirado la pata –de forma efectiva y no alegóricamente, como reclamaba Chuck–, el teutón le había escrito una carta a la “amada inmortal”. Una mujer a la que mencionaba como “Mi ángel, mi todo, mi yo”, aunque en la misiva olvidó aclarar su nombre. Pasaron casi dos siglos, incluso el rock ha muerto y revivido varias veces, y todavía se desconoce a la destinataria que le quitaba el sueño e inspiraba a Beethoven. Si bien las musas cruzan géneros y estaciones, no hay dudas de que el compositor alemán coincidiría en un punto con Héctor Starc sobre su importancia en lo compositivo. “Mientras está todo bien, no escribís tanto, escribís más que nada en la tristeza. ¿Qué vas a decir? Estoy contento con ella, la, la, la. Yo pienso que los temas alegres son todos medio boludos”, asegura el ex Aquelarre y Tantor, uno de los casi 50 entrevistados de Quién es la chica, el flamante libro de Tomás Balmaceda y Agustina Larrea (Reservoir Books Mondadori).

Los autores se propusieron indagar sobre las “Amadas Inmortales” del rock argentino, develar la fábula, pero mantener lo inasible de esas canciones. Una obra que sirve para repensar el lugar de las musas rockeras locales en un viaje retrospectivo hasta la actualidad. “Tenés un tipo como Starc, al que lo asociás a las motos, a una época en la que los rockeros se mostraban más duros, pero le compuso Aniñada, un tema de súper amor a su esposa”, le cuenta Larrea al NO. “En el inicio del libro nos interesaba saber cómo se gestaban esas canciones. Surgen de muchísimos lugares, no hay una fórmula; en un punto es un poco frustrante porque nunca sabés bien qué inspira a un músico, ni la sistematización de su trabajo. La idea de la musa, que viene de la Antigua Grecia, ninguno la quiere develar, incluso hay músicos que nos dijeron que se dan cuenta bastante después sobre la persona que sirvió de inspiración real”, plantea Balmaceda.

Desenterrar las historias de canciones –con sus féminas secretas, los suspiros, lágrimas y revolcones que desencadenaron– les demandó a los periodistas cuatro años de trabajo. Habían empezado con veinte (las más representativas, como Muchacha ojos de papel) y terminaron en casi 200 que van de la A a la Z, de Miranda! a Los Piojos, de Riff a Sergio Pángaro, y las compilaron en un libro con “algo de carácter enciclopédico”, afirman. “Tratamos de no ser solemnes y por eso puede aparecer un Cacho Castaña o hasta Rodrigo con Lo mejor del amor, con historias bastante rockeras”, añade Larrea. El calidoscopio entonces abarca mujeres que sobrevuelan el cancionero de fogón y depositarias de canciones de cumpleaños de 15, desde desconocidas hasta celebridades que sirvieron de llama para los músicos.

Entre esas figuras “intrigantes” aparece Danais Winnycka, mucho más que la simple destinataria de varias canciones de Arco Iris. Esta ucraniana fue maestra espiritual del grupo de Gustavo Santaolalla, difusora del yoga y la filosofía oriental en la escena rockera de los ‘70, y dejó una marca en todos los integrantes de esa agrupación. Es más: el nombre del libro no es un homenaje al tema de Madonna. Proviene, en cambio, del lado B del simple en que Arco Iris publicó Blues de Dana. “Era una mujer que tenía esa cosa oculta de la vida en comunidad, es una canción y alguien con muchos condimentos”, dice Larrea. “La idea de chica nos gusta más que la de mujer, porque hay chicas travestis, madres, hijas, chicas argentinas que sirvieron de inspiración a músicos de afuera, hay muchas mujeres de películas, hay de todo”, suma Balmaceda.

De diosas y misteriosas

Si se buscara la palabra “musa” en un diccionario, no sería exagerado que apareciese la cara aniñada de Pattie Boyd. Una rubia inglesa a la que George Harrison, se dice, le dedicó Something. De nada sirvió que el de Los Beatles se haya comportado como un patán con la señora (que hoy anda por sus 70 años) y que desmitificara el asunto, contando que en realidad pensaba en Ray Charles al momento de la composición. Sin embargo, en su autobiografía de 2007, Pattie dijo que Harrison había hecho la canción para ella. Los autores de Quién es la chica deschavan que ésa suele ser una maniobra muy utilizada por los rockeros: enmascarar tal o cual canción para poder dedicársela a varias a la vez o para poder negarlo a futuro. Pero el caso es que Pattie también enamoró a Eric Clapton. El guitarrista sufrió días y noches (en el medio, le compuso Layla) por haberse encandilado con la mujer de su amigo, hasta que Boyd le dio el sí, se casó con ella y entonces le dedicó Wonderful Tonight.

En su extensa pesquisa, Balmaceda y Larrea dieron con varias Pattie Boyd locales. Pero hay una que se lleva el oro. Es Mónica, la “Flaca” de Andrés Calamaro y co-creadora del concepto “Say No More” de Charly García. Más allá de las similitudes, el resultado fue completamente distinto al caso de Harrison y Clapton, que mantuvieron la amistad tras el entuerto. El conflicto García-Calamaro, en cambio, se dirimió en los medios, hubo declaraciones cruzadas en canciones y más. “Hasta Calamaro fue con un bate a un Tower Records y rompió la batea de los discos de Charly”, recuerda Larrea. “Esa mujer fue un pivote para ambos”, explica Balmaceda. “Mónica nunca brindó una entrevista y su paradero actual es un misterio. Sus únicas palabras públicas son las que quedaron registradas en Necesito un gol, de Say No More, en las que aparecen mensajes telefónicos reales. ‘No coman de esa fruta, les traerá problemas’, se le escucha decir en lo que sería una terrible profecía”, escriben.

¿Tuvieron cuidado de no matar lo enigmático de esas canciones?

Agustina Larrea: –Nunca nos propusimos revelar cómo llegó el conejo a la galera del mago, pero desde la inocencia o la inconciencia fuimos indagando en cosas que nadie se había atrevido. Les pusimos caras a esas mujeres que como oyentes, a veces, hasta nos imaginamos que son para uno. No nos interesaba hacer un Intrusos del rock, pero muchas de estas mujeres eran celebridades, aunque hay otras que están en la nebulosa como La Princesa Dorada de Tanguito.

Tomás Balmaceda: –Había una pregunta que siempre estaba: ¿quién es la mina? Se lo preguntábamos a los músicos, buscábamos fotos por Internet, son canciones que están en el inconsciente colectivo y lo loco es que te olvidás de que detrás hay una persona. Escuchás Flaca, ¿pero era flaca la flaca? Nos movimos en ese terreno como pantanoso, intermedio.

¿Hubo alguna canción en que la historia de la musa estuviera por delante de la canción, incluso más que del artista?

A. L.: –Sofi fue una nena de papá, de Rodolfo, de Fito Páez. Ahí es la historia la que vale porque no es de las más reconocidas de su repertorio. La fotógrafa Adriana Lestido hizo un ensayo sobre mujeres detenidas, privadas de su libertad, y en una cárcel le sacó una foto a una chica que en su celda lo único que tenía era una foto de Fito. Cuando salió el libro y Fito vio eso, se emocionó muchísimo: él era la cotidianidad de esa mujer y le compuso una canción. Es una inspiración que nunca se nos hubiera ocurrido.

T. B.: –Ese cruce es totalmente inesperado. Uno piensa que las musas tienen que ver siempre con el amor y no necesariamente es esa clase de amor. Tenés a Jorge Serrano con Diosa, que está dedicada a Marixa Balli. El la veía en Videomatch en el segmento “Las diosas del verano”, se popularizó el término para referirse a una chica que estaba buena, y la mezcló con El nacimiento de Venus de Botticelli. Está lo de “radiante perla marinera” del cuadro, pero también “el pelo negro y piel morena”, que es por Balli. Y ahí lo tenés: algo que se considera muy elevado con una vedette, es una canción que se cantó en las canchas, y Serrano nunca había podido contar la verdadera historia. Lo mismo pasó con Cristian Aldana de El Otro Yo y Descripción: casi que agradecía poder hacerlo.

Volveré y seré millones

Historias míticas como “la novia con catalepsia” de Rasguña las piedras, las múltiples referidas de Ana no duerme, y hasta otras, impensablemente reales, como las chicas de Ella vendrá o En la ciudad de la furia. A todas las une la capacidad de haber generado una incógnita que, quizá, sea más propia de otros tiempos de la música. ¿Internet trastrueca también a las musas de los rockeros por su propulsión a lo inmediato? Seguramente no como fuente de inspiración sino como fuente de imaginación en el fan, en ese espacio donde todo parece tener vencimiento de antemano. “Creo que eso tiene que ver con una forma de circulación de la música. Y dale alegría a mi corazón se creía que era un homenaje a Maradona, por la imagen que estaba en Tercer Mundo como arte para esa canción. Hoy no podría suceder porque las canciones llegan antes, ni siquiera en formato físico. Eso no estaba en la intención de Páez y él nos aclaró que era para Fabi Cantilo. Tal vez hoy la mitología pueda desecharse más fácilmente”, concede Larrea.

Balmaceda, más conocido por su seudónimo Capitán Intriga en la web, explica que fueron los músicos los que ayudaron a que sucediera. O bien al quebrar su reticencia a mostrarse en los medios masivos, acompañando a sus novias a la tevé, o cuando son ellas las que cuentan romances y penurias en la pantalla chica. “Está bien, tenés a Andrea Rincón en los programas de chimentos. Pero Ale Sergi nunca va a develar una palabra sobre el origen de las canciones. Calamaro juega en Twitter, dice que sus canciones no tienen referencias directas, pero uno ve su vida privada, escucha sus canciones y puede hacer un mapeo. Creo que todavía hay lugar para el misterio, como también lo tuvieron, o lo tienen, para esas chicas.”

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