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Jueves, 18 de septiembre de 2014
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Cortenla con el abuso a los teleoperadores

“Es un prototipo del trabajo basura”

La docuficción de Ojo Obrero se sumergió en el mundo de los call centers para relatar la explotación, la tercerización y la precarización.

Por Brian Majlin
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Hace siete años, el periodista Alejandro Seselovsky se metió 30 días en un call center y ejerció el duro oficio del telemarketer para escribir una nota en la revista RollingStone. Las conclusiones dejaron una pauta clara: aun sin la categorización hiperbólica de “peor empleo del mundo”, el call center se ganó una justa fama de trabajo insalubre. Ni el paso de los años ni la existencia de un conocimiento popular al respecto mejoraron el panorama. Flexibilización, estrés, alta rotación. Todos esos elementos se combinan en el documental Cortenla, una flamante peli sobre call centers de Ojo Obrero, agrupación de cineastas militantes, vinculados con el Partido Obrero, que ya habían hecho la docuficción ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?

En Cortenla, dirigido por Alejandro Cohen, mechan ficción, historieta animada y el testimonio de teleoperadores y sus jefes, para retratar el panorama: explotación, tercerización y precarización. “No van a ser felices acá, pero tenemos que aprovecharlos mientras tanto”, dice uno de los jefes, sin ningún pudor. El documental se torna clave cuando la cámara se cuela en esos congresos empresariales en los que a los jefes se les zafan las formas. Otro de los encargados explica que los call centers son “como un gueto” y que se debe generar una felicidad simulada. “Como de Disney, como de secundario”, dice una de las chicas. “Nos volvía más tontos estar ahí”, dice otra. Y como todo acto de reflexión, puede provocar una sana rebeldía o una profunda depresión.

Solo la resistencia y organización de sus trabajadores –entre 60 y 80 mil, en su mayoría jóvenes inexpertos de primer empleo– logró modificar algunas condiciones e instalar el tema. La Ley del Teleoperador, que podría instaurar una jornada laboral de seis horas por la insalubridad de la tarea, descansa en los cajones legislativos pese a tener dictamen en ambas cámaras. “Son condiciones que no están sólo en los call centers, pero es un prototipo del trabajo basura que dejó la flexibilización de los ‘90”, dice Cohen, que desarrolló la idea a partir de su experiencia como teleoperador.

¿Qué diferencia hay entre docuficción y ficción con contenido político?

–Todo cine es político, incluso aquel que no se presenta como tal. Hay cada vez más películas en las que la línea que separa el documental de la ficción es muy difusa. La propuesta de hacer cine de ficción político es una constante en la historia, cuyo caso más emblemático argentino es Los traidores, de Raymundo Gleyzer. Ni el documental más exacto puede reflejar tan bien lo que pasa en las cúpulas de los sindicatos. El cine, como arte, tiene un poder inmenso.

¿Cuál es la línea que separa al documental del panfleto?

–El tema del panfleto como crítica a las formas de arte militante es moneda corriente, pero tiene cada vez menos vigencia. Es muy común que tras la adjetivación “panfletario” haya una posición política conservadora y reaccionaria. Molesta más la posición política que la posición estética, en el caso de que puedan separarse.

* Hasta el jueves 25 en Espacio Incaa Gaumont, Rivadavia 1635. A las 14 y a las 19.

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