El 30 de diciembre de 2004 la m煤sica argentina vivi贸 su mayor tragedia. El 31 fue puro luto. Y el 1潞 de enero de 2005, el rock argentino empez贸 de nuevo. Desde entonces se edifica una 茅poca monumental, con nombre propio y destino de evoluci贸n: post Croma帽贸n. Una era, tambi茅n, dotada del vicio idiota de la polarizaci贸n, en este caso afincado en una historia oficial de hip贸tesis doble: que luego de Croma帽贸n todo est谩 bien, o que todo est谩 mal (aun a sabiendas de que hay para quienes jam谩s volver谩 todo a estar bien).
Seg煤n la escala crom谩tica del convencimiento o el nihilismo, el post Croma帽贸n equivale a una nueva primavera autogestiva, colaborativa y resistente en lo cultural, discordante en lo econ贸mico y participante en lo pol铆tico, o bien al fotolienzo de un yermo de guitarras derrumbadas.
El mito post Croma帽贸n lo patent贸 como causa y origen de todo (los bienes, los males) a posteriori. La ebullici贸n de sellos cooperativos o el fetiche por grupos indie, la acustizaci贸n de la m煤sica urbana o la consolidaci贸n de g茅neros ajenos al rock como el reggae lover o la cumbia colombiana aparecen digitados como resultados lineales, l贸gicos, hasta naturales de la masacre.
En el pasado ejemplar del NO, dedicado al balance del a帽o, y en 茅ste, esta redacci贸n procur贸 poner en duda esa relaci贸n jusnaturalista de la cultura musical urbana de 2005 a esta parte, y cifrar los acontecimientos en aquellos campos junto a movimientos regionales e internacionales cuya 贸rbita es mayor a la del barrio porte帽o de Once.
Pero queda por lo menos un elemento, seguro muchos m谩s, pero 茅ste posiblemente sea el m谩s fundamental de todos: la inequidad perviviente en la m煤sica joven urbana. La brecha de esta d茅cada, groseramente, se podr铆a ilustrar con una billetera desbordada por la explotaci贸n de cat谩logo amohinado de un lado, y por un disco r铆gido explotado de canciones sin perspectiva econ贸mica de publicaci贸n del otro.
No es s贸lo debido a Croma帽贸n que popes de la industria permanecen all谩 y los revulsivos y j贸venes gritos sagrados resuenan en los tugurios. La industria pesada de la m煤sica local se decidi贸 a operar de determinada forma, aun antes de Croma帽贸n. La falta de lugares para tocar, de sellos que financien a nuevos artistas, de productores que realicen curadur铆a de contenido, de medios interesados en poner en crisis los discursos no responde s贸lo a la masacre: es coletazo de decisiones tomadas por los responsables de una industria corporativa, celosa y fagocitaria, y es a la vez una de las consecuencias de esa misma complacencia y esa misma miseria.
La primera d茅cada del post Croma帽贸n ha terminado. Algunos sobrevivientes han empezado a contar ellos mismos su historia mediante canciones. Chab谩n ha muerto. Los m煤sicos de Callejeros han sido condenados, encerrados, medicados y vueltos a enjuiciar por otros siniestros episodios. La segunda d茅cada del post Croma帽贸n requerir谩 ir corriendo el velo, disipar lo que queda de humo, desprender ya ese pesado tel贸n negro y revisar qui茅nes son los Magos de Oz que, detr谩s del decorado, permanecen al reparo del mito post Croma帽贸n, resguardados de sus responsabilidades en el vaciamiento de la que alguna vez fue la industria m谩s importante del rock en espa帽ol, apuntando, ellos tambi茅n, sus 铆ndices hacia el horror.
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