Pedro Mancini los encandilĂł con su charme de alienĂgena de ItuzaingĂł. Sobre todo a los que alguna vez se sintieron los raritos de la escuela, los que se quedaban fuera de la joda, los que preferĂan una noche encerrados escuchando Joy Division aunque la pibita que les gustaba se fuera porque no sabĂan quĂ© decirle para que se quedara. Aunque esos bichos raros crecieron, se adaptaron a algĂşn nicho afĂn, el corazoncito de descastado les quedĂł y sintonizĂł inmediatamente con Alien triste, las tiras –mayormente autobiográficas– que Mancini publica hace algunos años en su Facebook y que ahora recopilĂł el pujante y joven sello de historietas Hotel de las Ideas.
Si años atrás alguien decĂa que Mancini iba a publicar un libro de tiras de humor autobiográficas, iba a recibir por lo menos una ceja levantada. Es que era una pieza central del colectivo-revista Niños Ultramundo y se destacaba por sus dibujos: paisajes demenciales y surrealismo hardcore. Un estilo donde la potencia de la imagen desconcertaba con creces al guiĂłn. La dispersiĂłn del grupo que lo contenĂa le planteĂł nuevas posibilidades estĂ©ticas y narrativas. ÂżPor quĂ© no hacer humor, tambiĂ©n?
A la distancia, reconoce que esa imaginerĂa “era como un refugio que permitĂa no dar tantas explicaciones”. La rareza, entonces, se le aparecĂa como “una máscara”, muy afĂn a su carácter introvertido. “Estaba con esa máscara de lo extraño, de que te muestro y no te doy ninguna explicaciĂłn. Ahora con el humor la cosa es mucho más directa y no hay mucho que esconder”, reflexiona. Cuando se le plantea que reemplazar su rostro por un tentáculo extraterrestre en una tira autobiográfica es, en cierto modo, ponerse una máscara, concede: “Capaz que de alguna forma uno no termina nunca de sacársela en el dibujo, pero las ideas están más al descubierto”.
El alien–Mancini es dibujante, tiene novia y una rata que lo caga a latigazos para que produzca las páginas. “De alguna forma, cuando elegĂs dedicarte al dibujo o la historieta sabĂ©s que no vas a tener una vida del todo normal, pero por otro lado mi personalidad es muy contenida y estructurada”. La oficina no es lo suyo, pero su álter ego va de riguroso traje. Ese detalle, la ratita, la relaciĂłn con una psicĂłloga que –estoica– siempre le dice “Ya lo hablamos esto”, o las sacudidas nerviosas del tentáculo –que muchas veces ofician de anticlimático remate– dan personalidad a la tira.
“En gran parte sĂ es autobiográfica, pero nunca me lo planteĂ©. Lo que hago es manipular vivencias y llevarlas al tono de la tira: algo fantástico, absurdo o delirante, y siempre con el peso de lo dramático, lo negativo, o llevando al personaje al lado del derrotismo. Me baso en esa caracterĂstica mĂa y la exploto y exagero.”
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