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Jueves, 18 de febrero de 2016
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De gira con una banda emergente

El cuelgue de El Kuelgue

Un grupo en el camino: Extermineitors, cartoncitos, caca y pastel de papa.

Por Hernán Panessi
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Desde Mendoza

Es la tarde del viernes 5/2 y el sol se prende fuego contra el asfalto. Sobre Pringles y Gorriti, en Palermo, se posa manso un micro de larga distancia. La estampa del águila de Truenotierra abraza sus lados. En el micro de La Renga, El Kuelgue viajará por segunda oportunidad a Mendoza. Será la primera vez que compartan escenario con sus admirados Babasónicos. La excusa es el Personal Fest y saben que se trata de una oportunidad para hacer base en una de las ciudades más interesantes del país.

El micro viene con Xbox, tele de 30”, quince camas individuales y equipo musical. Lo primero que circula es el flamante sextape de Romina Ricci. La opinión es unánime: sí, gustó. A la medianoche, con la ruta de compañera, el micro se detiene en Junín para cenar. El porro le dio hambre a la mayoría, así que las bondiolitas vienen bien. Las porciones son generosas pero sólo el técnico Petete se aviva del postre y se compra un chocolatín.

Bañeros 4 comienza a girar y la risa no es con la película sino de ella. Hasta que en un momento chau, adiós, no va más: el DVD está rayadísimo. Las opciones son tentadoras pero corren la misma suerte: están destruidas. El cantante Julián Kartún insiste en poner Extermineitors 3, su favorita de la saga. A los 17 minutos chau, adiós, tampoco va más.

La modorra domina y, nueve horas después, el Hotel Intercontinental de Mendoza da la bienvenida a El Kuelgue. Algunos aprovechan la mañana para desayunar, otros para cagar, otros para desayunar y cagar. Al mediodía, la prueba de sonido, en Plaza Independencia, se ameniza con cerveza. La recomendación para almorzar llega desde las redes: “Tienen que ir a Fuente y Fonda”. Van y el pastel de papa con carne mechada despierta la simpatía de todos.

Llegan la tarde y el show. Como es gratis y en una plaza, el heterogéneo público se aposta tímidamente en el pasto. Algunas admiradoras se apretujan en la valla. La gente aplaude y a la hora de los bises, el tecladista Santi Martínez decide intempestivamente que no habrá: “No podés dudar... y yo tomé una decisión”.

Por ahí asoma Babasónicos. Adrián Dárgelos cuenta que de chico tuvo un Fitito pero que no le gustaba: prefería un Citroën 3CV. Su show es a plaza colmada. Algunos de El Kuelgue asoman al costado, otros beben por allí. Una vez terminado, una combi retira a los músicos. Las chicas se avalanzan como en Walking Dead sobre el capó. “Los Stones, los Stones, somos los Stones”, descomprimen los de El Kuelgue.

El domingo hay pileta climatizada, segunda visita a Fuente y Fonda y la armada de bolsos se demora: Kartún y el bajista Juan Martín Mojoli cuelgan viendo el show de Lali Espósito en Villa María. Ya arriba del micro, suena Banda Black Rio, funk brasilero de los ‘70. Todos se excitan pero acá la energía es más corta: algunos dormirán, otros leerán Avengers: Era de Ultron y otros disfrutarán de una larga noche al ritmo de un lisérgico octavito chiquitito, chiquitito.

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