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Jueves, 10 de marzo de 2016
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Las imágenes evanescentes de Lucía Harari

El abismo te mira a ti

Artista plástica clase ‘82, expone vacíos en sus obras aún así completas.

Por Santiago Rial Ungaro
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“Ah, le falta.” O “ah, es un boceto”. O “pero lo vas a terminar, ¿no?”. En su taller, mientras hace un “cover” de Desayuno en la hierba de Manet, Lucía Harari ríe con ternura, enumerando las reacciones que generaron las obras de Caminarse es no caer, su nueva muestra: “Una vez, preparando las telas me di cuenta de que podía pintar directamente con gesso y hacer capas cada vez más blancas. Me pareció interesante, porque se piensa en la tela en blanco pero atrás hay una instancia anterior que es marrón o beige, el color del lienzo. En esta serie, el espacio es la tela misma de los bastidores. Yo en general laburo con ese rollo de que falta algo: a veces el contexto de esos seres, en otras aparece solo el pelo, sin rostro. Siempre falta algo. Como siempre, ¿no?”.

Pero si estos dibujos y pinturas de seres anónimos a punto de desvanecerse dan sensación de vacío o incompletitud, lo curioso es cómo estas imágenes mínimas, casi transparentes, logran tanta resonancia emocional: por su fragilidad y su carácter aparentemente casual, parecen recuerdos a punto de desaparecer. El poder de los dibujos de sus dípticos, trípticos y polípticos está en su trazo, potenciado por el espacio poco convencional que eligió para exhibirlas. “Elegí la sede de Organización de Estados Iberoamericanos porque me gusta que no sea una galería y me interesó que no fuera un espacio comercial, y es un espacio nuevo en el que aún no hubo muestras, de algún modo aún es virgen”.

Esta artista, que es clase ‘82 pero aún parece una adolescente, también da clases de pintura a niños autistas en San Martín de Porres y los reconoce entre sus influencias, junto a Henry Darger, el científico Moshe Feldenkrais y sus maestros Eduardo Stupía, Diana Aisenberg y Sergio Bazán. “Siento que con algunos me puedo comunicar. Y me interesa un montón: son muy inteligentes, dibujan re bien y no pueden mentir. Se comunican, pero de otra manera.” De algún modo, la artista que como ilustradora hizo un trabajo genial en Gurdjieff para principiantes también parece estar buscando otra forma de comunicarse y de develar o velar dolores y placeres secretos, a veces físicos y otras metafísicos.

“En estas obras hay algo del pasaje de niño a adulto y también a la inversa. Estudié un tiempo el método Feldenkrais, que toma el cuerpo como punto de partida para el conocimiento, y dice que es la entrada más directa para conocerse, más incluso que la psicología o los sentimientos. Yo hago una sesión de Feldenkrais y me deja de doler la espalda y puedo pintar. Todos dicen que tenés que meditar, pero yo no tengo ni quiero tener paciencia para hacerlo: la calma que necesito me la da la imagen, cuando sale. Cuando pinto se me apaciguan mis rollos mentales.”

* Hasta el viernes 11/3 en OEI, Paraguay 1514. De 10 a 19.

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