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Jueves, 13 de noviembre de 2003
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SOBRE PITY, CHARLY Y LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE LA PALABRA

¿Cuál es tu rock?

Los nuevos discos de Intoxicados y Charly García despiertan una curiosidad por la coincidencia en sus títulos, más allá de que uno afirma y el otro niega. Pero, además, estas ediciones permiten descubrir y repensar el largo camino que separa Palermo de Villa Lugano.

Por Esteban Pintos
La palabra –o la expresión, si se agrega “and roll”– resuena en el imaginario colectivo argentino desde tiempos pasados. En los ochenta, Patricia Sosa y La Torre sólo querían rock and roll (y ya sabemos cómo les fue), Virus titulaba en forma de proclama “El rock en mi forma de ser” una de las canciones de su capital primer disco. Por otra parte, y es de conocimiento público, FM Rock and Pop es “donde el rock vive”.
Pero, ya en este tiempo, Babasónicos tiró la piedra. “Soy rock”, una canción de un disco que hizo ruido (Jessico, como declaración era lo suficientemente fuerte como para que su productora y sello discográfico decida transformarla en dirección de su sitio en Internet (soyrock.com). Tanto como para que –en menos de un mes– este suplemento decida incluir la frase en tapa en ocasión de una entrevista a Chizzo Napoli (“Yo soy rock”, desafiaba) y el suplemento Sí!, para una nota también de tapa con Pity Alvarez (“Soy rock”, a secas). Lo que nos lleva al siguiente, inútil pero obvio, interrogante: ¿quién es rock?
Todo viene a propósito de la coincidencia temporal entre las ediciones de los nuevos discos de Intoxicados y Charly García, justamente titulados No es sólo rock and roll y Rock and roll Yo. Es sólo una coincidencia, pero puede disparar a una serie de reflexiones colaterales. Por otra parte, la mención hecha por dos de los personajes más jugados de la escena local, unifica el sentido. Nótese el tratamiento periodístico habitual que la prensa especializada dedica cuando se trata de entrevistas a García y a Alvarez. De Charly, en su casa, suele contarse repetidamente que las paredes del piso ubicado en Coronel Díaz y Santa Fe están pintarrajeadas de aerosol, que siempre hay gente dando vueltas sin saberse bien qué están haciendo ahí, de los chicos y chicas que esperan en la puerta del edificio y a veces incluso logran subir, del televisor también pintado, de los instrumentos tirados, de Charly en su bunker-habitación rodeado de una corte. Punto. Cuando se trata de Pity en su hábitat natural –esto es: la casa que habita en el barrio Cardenal Samoré, cerca de Villa Lugano–, algo parecido. De la caca de los perros que habitan la casa, de la pared pintada con un Homero Simpson gigante, del desorden general, de Pity y su nivel de consumo de sustancias tóxicas (con Charly, eso suele sugerirse). Resulta tentador preguntarle por el reviente, además. En resumen, con los dos personajes –uno inmenso, capital en la música popular argentina de los últimos treinta años; el otro simpático y prometedor, parte importante de los noventa “nacionales y populares”– se ve y se describe el afuera de su obra. La música, debe suponerse, es consecuencia de ese contexto.
Intoxicados editó el que seguramente merezca, en el recuento, el título de “mejor disco del año”. Por varios motivos, pero sobre todo por aquello que avisa desde el título mismo. No es sólo... recopila buenas canciones que navegan entre el blues, reggae, su lectura porteña del hip hop, funk, pop y también, claro, rocanroles. Todo superpuesto entre graciosos diálogos telefónicos de un Tangalanga fumado. Pero no hay, y ésa es la sorpresa, odas al reviente, ni a la caca de los perros en el piso, las armas y demás caracterizaciones de su contexto. Al contrario, las canciones hablan de días de sol, de pasear en bicicleta, de los sueños pequeños (como comprarse una guitarra), de volver a casa con la chica de siempre, de los amigos, del primer beso y de algunos sueños perdidos, cuentas pendientes con la vida. A ver: “Ya está saliendo el sol, sin duda, mi Dios, y aunque no cerré el ojo en toda la semana, y tenga ganas de desmayarme en la cama, voy a salir a recibir su bendición” (“Está saliendo el sol”). “No hablo de drogas, no hablo de transas, no hablo de cosas raras. Es un pequeño anhelo, una pequeña tentación. El sueño de algunos puede ser cambiar el auto o tener una casa de fin de semana, el sueño de otros puede ser sólo tener una guitarra, para tocar esta canción que escuchás” (“De la guitarra”). “Cuánto tiempo vengo perdiendo hundiéndomeen este agujero, cómo extraño salir por las mañanas a fumar bajo el sol con el perro” (“No tengo ganas”). “Todo es tan fácil que se hace difícil que me pueda entretener. Y me dan ganas de alejarme, pero estando lejos quiero volver” (“Felicidad, depresión”). Claro, en el gracioso rap “Una vela”, el de la travesía por el barrio en bicicleta y entre balas y putas, en busca de hierba, Pity advierte: “No te asustes por lo que te cuento, pero en mi vecindario todo esto es cierto”. Su función de cronista es ésa, vive para contarlo. Después parece tener su propio sistema de valores morales. “¡Qué me hablan de lealtad! ¡Si nosotros somos la lealtad!”, desafía.
El de Charly García es un disco más entre los que fueron apareciendo a lo largo de los años noventa y principios del nuevo siglo. Un par de canciones que se repiten en diferente formato y sonido, otras tantas versiones de canciones que casi nadie (por no decir nadie) recuerda ni conoce, unas cuantas ideas obsesivas que se repiten en una especie de loop mental y el sonido surcado de toda clase de ruidos ambiente, voces, sirenas y una aplastante maquinaria de bajo, guitarra y batería. En eso se sostiene el “Rock and roll Yo”. Un tiro por elevación para todos los demás. El, Charly García, lo ha visto y vivido todo, compuso grandes canciones y provocó rock en cada una de sus apariciones. Por eso reclama el título de propiedad. “Aprendan pendejos”, parece desafiar. En verdad, éste es su discurso desde que las bandas de rock futbolero-barrial-chabón (táchese lo que no corresponda) ascendieron al primer lugar del campeonato argentino del rock y le quitaron cierto protagonismo. Quién tiene más, quién es más. A ver. Charly, entonces, describe la oscuridad que conoce y en la que habita (oigan esa voz, si no), provoca, desafía, sermonea. “Hey, papa frita, ¿qué vas a sentir cuando no tengas milanesas que freír?” (“Rock and roll Yo”). “Estoy dileando con un alma que no puedo entender y me arrastro, me arrastro por las calles entre la niebla de la degradación” (“Dileando con un alma”). “Es sólo rock and roll, pero es mucho para vos” (“Asesíname”). Hasta se dedica una canción: “Tu figura de largura interminable y un bigote de malicia trabajado a sangre y sal”... “Vos sos Dios, vos sos Gardel. Vos sos lo más” (“V.S.D.”).
Uno quiere salirse. El otro dice que es de él. En el medio, un largo camino y todas las posibilidades de entender a los personajes en cuestión. Cuestión de actitud.

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