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Jueves, 26 de enero de 2006
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El cementerio

Por Facundo Di Genova
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En el cementerio descansan los muertos. Puro chamuyo. Acá en la Chacarita los únicos que descansan son los capataces, que se la pasan tomando mate a la sombra con los otros capataces de los otros pabellones de los otros sectores de los otros nichos. Y los perejiles hacen el laburo. Pero guarda: el que ahora es capataz, antes era perejil y llevaba muertos de un lado a otro. Bien ganado se lo tienen, qué tanto. Si supieran las cosas que han hecho estos hombres de bien, que tratan con la perecedera carrocería de los que ya no están, que en paz descansen, pobres finados. Parece mentira. Necrópolis casi tan grande como el barrio de Villa Pueyrredón, el cementerio de la Chacarita está más limpio que varios hospitales de la ciudad, cosa que está muy bien si no fuera porque acá más que enfermos hay muertos y los únicos vivos son, además de los capataces, los floristas y otras gentes que se hacen el mango con las visitas. Como Daniel, que le falta una gamba y le sobra sabiduría. “Allá a dos cuadras está la bóveda de Perón –dice–, por ese pasillo vas a la de Bonavena -indica–. ¿Querés ver a Gilda?”, pregunta. Y orienta: “Agarrá por allá”. Es un gran guía turístico. Y muy necesario. Porque en la Chacarita si uno no conoce, se pierde. ¿Y si le avisan al dueño de la Filcar que haga una guía urgente con las calles del cementerio? Dicen que la muerte nos iguala a todos. Otro chamuyo. El cementerio reproduce las desigualdades de los vivos. En las bóvedas, los oligarcas, aristócratas, pudientes; a tierra, los clase media; y al nicho, los pobres, cuando no al huesario. Esta distribución no siempre es así. Pero basta leer apellidos y vincular fechas para darse cuenta de que las inequidades persisten en el más acá después de muerto. Es que, como también dicen, la muerte es la continuación de la vida por otros medios. Bárbaro. Puede ser. Lástima que acá, en Chacarita, cuando el sol del mediodía empieza a calentar, la continuación de la vida por otros medios huele bastante feo. Y si tenías un poco de hambre, se te va de toque. Pero debe ser una impresión personal. Porque los capataces que antes tomaban mate, ahora le están entrando a un sánguche de mila que da miedo. Bien ganado se lo tienen, qué tanto.

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