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Jueves, 15 de noviembre de 2007
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Creamtón

Por Mariano Blejman

Los cuerpos saltando primero despacio hasta entrar en calor para durar más tiempo, los lentes negros bien colocados por tanta luz, la ropa pegada al cuerpo, la silueta bien entrenada y si es posible en musculosa aunque sea un rato, la exacerbación de la vigorexia, la resistencia física y mental como forma de superación, cierta alienación frente al vecino, eso de hablar lo menos posible, eso de concentrarse en una cosa y darle para adelante e incluso con alguna que otra pastilla y mucha agua mineral para hidratar el cuerpo (el agua cada tanto, eso sí, a riesgo de quedarse uno sin vaso). Hombres y mujeres en manga corta en medio del frío mañanero. Los autos estacionados por todos lados, la sensación de pertenecer a un conjunto anónimo entre tanta individualidad desconcentrada, la sensación de ser inaccesibles, la imposibilidad del levante desconocido, las ganas de ir en grupo para sentir mejor la soledad, la estética aplicada a la tecnología, la tecnología aplicada a la estética, la moda dry fit encariñada con la pasarela, con esa posibilidad de mostrarse a uno mismo; los famosos detrás de la cinta comiendo y tomando sin despeinarse, la última innovación en ropa, los mejores celulares bien cerca del cuerpo, el i-pod perenne, las cámaras de fotos cada vez más diminutas registrando el suceso; saludar y gritar siempre fuerte, ver una luz al fondo del túnel. La pista del Autódromo como marco para el baile autista, primero. La sudorosa pista humana de Avenida Libertador formando un loop azul con Figueroa Alcorta. La noche de Creamfields corrida por 50 mil personas se mezcló de manera sorprendente con la mañana soleada del maratón Nike 10 K, bailada por 25 mil almas a buen ritmo. Y todos, claro, siempre con buenas zapatillas.

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