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Jueves, 15 de diciembre de 2005
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Los pro “uploaders”

El otro lado de la trinchera

Por C.V. y M.Y.

La embestida es concreta: Capif promete un arsenal de castigos contra los “bandidos cibernéticos”, más conocidos como uploaders que, según datos oficiales, permiten la descarga anual de 412 millones de canciones por fuera del circuito comercial en Argentina. “La cobardía de mi anonimato tiene el objetivo de preservar la integridad laboral y moral de mis compañeros de banda”, trasmite por mail Joaquín, uno de los tantos que rechazan la avanzada. Curiosamente, la primera “represalia” fue para Telefónica –si es que semejante multinacional puede sufrir algo– por su slogan “Bajás toda la música y te la llevás vos”, y ahora Capif va por más: mensajes instantáneos de advertencia contra el trueque de archivos, persecución y amenazas veladas a artistas que apoyen las descargas on-line, bajo la extorsión de iniciar juicios por apología del delito a quienes hablen a favor.

Es lícito preguntarse qué clase de justicia buscan las corporaciones que, históricamente –como han denunciado Miguel Cantilo, Luis Alberto Spinetta y más– han abusado de la honestidad –o ingenuidad– de ciertos artistas, gracias a la letra chica y que han pagado sumas irrisorias al músico. “Las ganancias de los artistas son arbitrarias y desproporcionadas respecto a la venta de discos. Por eso ¡sigan pirateando mis temas!”, mociona Joaquín. La iniciativa de Capif pretende proteger la propiedad intelectual de las obras y blanquear la distribución de música a través de internet. Plantean boicotear a redes como Kazaa, Morfeous, Bit Torrent, eMule, o Edonkey y reemplazarlos por otros que comercialicen canciones.

Marcos tiene 21 años y 6 mil temas en su disco rígido. Desde hace un tiempo, cuando abre el Kazaa para bajarse algunas canciones, un cartel le avisa que sin pagar es ilegal. “Estoy un poco paranoico, dejé de entrar por miedo a que demanden”, confiesa, aunque por ahora Capif no busca a los que bajan música, sino a los que la ponen disponible. “Si piensan cobrar por tema bajado, prefiero pagar más y comprarme un disco, que se puede escuchar en cualquier lado y viene con el arte”, dice.

Los programas peer-to-peer también sirven para encontrar lo que no suena ni en la radio ni en la tele y no es producto de alianzas estratégicas entre medios, sellos y productoras. A sus 16 años, Darío está ansioso por descubrir. “Si no fuera por internet no escucharía música, y jamás habría conocido a bandas que me encantan como Die Toten Hosen o La Polla Records. Si prohíben esto sólo vamos a poder consumir Shakira, Floricienta, y todo lo que nos quieren vender”, proclama.

Héctor tiene 24 años y es fanático del rock argentino de los setenta. “Bajé material de Manal y Aeroblus que no está en las disquerías. Lo mismo le pasa a otra gente que elige escuchar bandas raras de afuera, es bueno tener acceso a cosas diferentes, es parte del rock and roll”, dispara. “Si Capif defiende los derechos de los compositores, ¿por qué no publica su balance anual como buena Asociación sin fines de lucro? Los empresario erigen huracanes para que pierdas el equilibrio y, cuando estás a punto de caer, te ofrecen la mano si les das la camisa, las zapatillas y el reloj”, cierra Joaquín.

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