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Jueves, 9 de noviembre de 2006
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CONVERSACIONES CON EL INVENTOR DEL GARAGE

Lenny Kaye: “Y aquí estoy, recuperándome de una noche de rock en Buenos Aires”

Atendió una disquería, fue periodista, publicó libros, armó compilados, produjo discos, fue y es el hombre clave en la carrera musical de Patti Smith. Y, además, atendió al NO.

Por Roque Casciero
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Antes de entrar en la habitación de hotel de Lenny Kaye, lo más obvio era imaginárselo de recorrida por las disquerías de vinilo de Buenos Aires. Al fin y al cabo, el guitarrista de Patti Smith fue el compilador de Nuggets, el disco de psicodelia y rock de garage que puso en el mapa a bandas olvidadas como The Seeds, Count Five o The Blues Project. Pero no: sobre una mesita hay un reproductor de mp3. Y aunque Kaye admite que tiene una pared de vinilos, dice que lo importante no es el formato sino las canciones. Algo debe saber este tipo flaco y alto, a punto de cumplir 60 años, que se ha movido por casi todos los estamentos del negocio de la música: atendió una disquería, fue entrevistador y crítico, publicó libros, armó compilados, produjo discos (de Suzanne Vega, Soul Asylum y Kristin Hersh), y, obviamente, fue y es el hombre clave en la carrera de Patti Smith.

Por eso no es extraño que la “madrina del punk” no haya ido a la prueba de sonido del BUE: “Si es necesario que vaya, Lenny me llama”, les explicó a los acompañantes locales. Lenny probó sonido, fue con su vieja amiga al Gran Café Tortoni, caminó por San Telmo y se compró una guitarra española (hecha por Efraín Estrada), la primera que tiene en su vida. Por eso, después de ver un rato a los Beastie Boys, volvió a su habitación y se quedó media hora tocando. “Como tenía este pequeño pedazo de Buenos Aires que iba a llevarme y sólo había podido tocarla en el negocio donde la compré, rodeado de otras guitarras, la saqué de su funda y le dije ‘hola’ —explica Kaye, que ya no podrá quitarle las manos de encima al diapasón. Y después de un tema de Bing Crosby interrogará—: ¿Tengo futuro como guitarrista de tango?”

La historia musical de Kaye comenzó cuando era muy chico, cuando le regalaron un acordeón. Pero enseguida apareció el rock’n’roll y su vida cambió. Escuchó Tutti frutti, de Little Richard, y pensó que era el disco más divertido que había escuchado. “En el barrio de Brooklyn en el que crecí había grupos de doo wop, que cantaban a capella en todas las esquinas, así que me metí en eso y empecé a coleccionar discos —recuerda—-. Pero nunca me imaginé como músico hasta que terminé la secundaria. Justo explotó el folk, así que quise tener una guitarra y convertirme en cantante folk. Empecé a aprender algunos acordes, pero en cuanto fui capaz de tocar un poco aparecieron los Beatles y eso me hizo cambiar la dirección: pasé de querer ser un cantante folk solitario a pensar en estar en una banda”.

—Un artículo sobre el doo wop fue lo que hizo que Patti te escribiera y así nació la relación entre ambos.

—Sí, porque ella creció en las afueras de Filadelfia, así que sabía cómo era esa historia porque también había sido su vida. Así que empezó a venir a la disquería en la que yo trabajaba y escuchábamos música juntos.

—Ella también empezó a interesarse en el rock por Tutti Frutti.

—Es que se trata de una canción muy importante. Si realmente lo pensás, cosa que yo no he hecho, esa canción era casi el lenguaje de la torre de Babel. No significa nada, son sólo sílabas escupidas con energía. Y quizás eso influyó para que pensáramos que no había que ser tan literal con la música y las palabras, que se podía ser poético, que se podía encantar a la gente sin que se diera cuenta. Porque eso fue lo que me pasó a mí la primera vez que la escuché: fue una experiencia realmente excitante, pero no tenía idea de por qué. En cierto sentido, fuimos afortunados porque pudimos crecer con el rock’n’roll.

—Pero además fuiste no sólo parte, sino instigador de una revolución musical.

—Siempre nos sentimos honrados de que el rock nos haya dado inspiración y de haber podido devolver el favor. Es algo que nunca sabés si va a pasar, especialmente con una banda como la nuestra, que empezó con una poetisa y una guitarra rítmica (risas). ¡Durante dos años no tuvimos baterista!

—Antes de tu trabajo con Patti hiciste el compilado Nuggets, que sirvió para que una generación lo tomara como inspiración para su nueva música, el punk.

—Para mí es impresionante que 33 años más tarde estemos hablando de un álbum de oldies. Porque eso fue Nuggets.

—En un sentido, el disco inauguró lo retro en el rock.

—Bueno, eso fue porque finalmente el rock era suficientemente viejo como para ser retro. En 1972 podías empezar a ver que a mediados de los ‘60 había sucedido algo que tenía un sonido particular. Escribí la lista original en 1971, así que algunos de esos discos tenían sólo tres o cuatro años, lo cual es nada. Es como hacer hoy una antología de 2001. No tenía la perspectiva. Cuando salió en 1972 no le importó a nadie, excepto a personas que realmente le prestaron atención. Pero si hace 35 años podía ver todas las diferencias, ahora me asombra lo similar que es el sonido de estas bandas. Por supuesto que no tenía idea de lo que estaba haciendo, sólo me guiaba por mi instinto. Si lo hubiera pensado, habría hecho un disco menor, porque habría puesto bandas de garage normales. Lo que a mí me gustaba más de las bandas de Nuggets era su deseo, pero nunca me ceñí a un estilo. Hay muchísimos estilos musicales en el mundo y los amo a todos. Y si vivo lo suficiente, voy a investigarlos a todos. Por ejemplo, vengo aquí y tengo al tango. Siempre había visto al tango como algo para bailar y nada más, pero descubro toda la cultura que hay detrás y escucho a Carlos Gardel.... Me compré un Nuggets del tango, Orquestas olvidadas volumen 1, la clase de disco que me gusta. También compré el volumen 4, pero se lo voy a regalar a Karen O. (cantante de Yeah Yeah Yeahs) porque sé que le gusta el tango.

—¿Cómo ha evolucionado tu relación con Patti?

—De un modo extraño, no ha evolucionado sino que se ha profundizado. Patti es una de las más grandes artistas de todos los tiempos y verla trabajar es impresionante. En los ‘70 tuvimos la fortuna de ser parte de una evolución cultural, más que revolución, y de llevar lo que hacíamos al nivel siguiente, cualquiera que éste haya sido. Debido al compromiso de Patti como artista y al poder de sus performances, pudimos evolucionar y crecer hasta lo que somos hoy. En cierto sentido todavía soy un chico de New Jersey que sólo quiere estar en una banda de rock’n’roll y que está asombrado de que haya sucedido. Esta semana celebraré 42 años desde que toqué en vivo por primera vez. Conozco muy pocas personas de mi generación que sigan tocando. Y ninguno de los que tocaban conmigo en los comienzos sigue adelante, por más que tocaran mejor que yo. Hay muchos que se dedicaron a los negocios o se consiguieron un empleo normal. Y aquí estoy, recuperándome de una noche de rock en Buenos Aires. Nada mal, ¿no?

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