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Jueves, 19 de marzo de 2009
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LOS FANS ARGIES

Radio cabezas

Se dicen algo cultos, no necesariamente universitarios y de clase media para arriba.

Por Federico Lisica

Los dead heads eran una microsociedad que seguía en caravana a los za(r)pados, ensoñadores e imposibles Grateful Dead. Hippies más adiestrados que la armada de Kiss en eso de convertir la fidelidad a un grupo en algo cercano a un estilo de vida. Gozaban de sus costumbres y tenían su propio idioma. Para esta y otras bandas, el show era el lugar donde la ceremonia alcanzaba el clímax, un bautismo que ahora vivirá una comunidad silenciosa. Se fue caldeando con los años a través de discos y videos de shows –mayormente bajados de Internet– desmenuzados en largas sesiones grupales, con su estética impregnada en computadoras o remeras, y en ciertos casos una ideología compartida. Para los “radio heads” de estas latitudes, el 24 de marzo será el día en el que, finalmente, palparán en vivo a los de Oxford.

¿Cómo es que una propuesta encriptada se convirtió en un fenómeno masivo? “No está tan impuesta por los medios ni por la época, es una banda que se transmite de boca en boca y eso al argentino le gusta: recomendar para decir: ‘Viste que te dije’”, aporta Leonardo Ebel, webmaster de Exitmusic.com.ar. Este chaqueño creó el site sobre la banda “como un hobby”, aunque hoy es punto obligado por su info o actividades como la “Noche Radiohead” post-show.

Además de un reloj con cuenta regresiva para el recital, el foro explota con fotos de tickets o prismas y martillos floydeanos. Un clasicismo fundado en el aura de una obra reconstruida por Yorke. “Hasta se podría comprobar estadísticamente. Todo fan de Radiohead argento arrancó con los vinilos de los Beatles de su viejo. Arriesgo que es un poco culto, no necesariamente universitario, pero con intereses ‘terciarios’. Y quizá de clase media para arriba. Cabe preguntarse si es un fanatismo tal como se lo suele definir. Si existe, es decididamente subterráneo, discreto”, dice Federico Brancatella, arquitecto, 29 años.

Como otros, conoció a Radiohead durante la alta rotación post-grunge de Creep y High and Dry, y en la actualidad aprecia su reserva y purismo. “Eran una bandita más hasta ver el video de Paranoid Android, la única vez que una canción me produjo tal grado de euforia que llamé por teléfono a un amigo para comentarle lo que acababa de sentir”, señala. OK, el KO de su tercer disco fue “el” momento de la formación, pero se valoran aún más las apuestas tecno-estéticas (en vivo o estudio) de Kid A en adelante.

“Madurar a la par de uno –afirma Brancatella–, patear el tablero”, para Ebel, o “metamorfosis” según Constanza Tassara, diseñadora que “respeta su postura”. “No dejo de ser una ‘consumidora’ de su imagen, pero me gusta creer que son gente auténtica. Se concentran en generar productos que conmueven, pero empezando por conmoverse ellos mismos.” Por eso se aprecian el trabajo de Stanley Donwood, el traductor visual de Radiohead (que para algunos no es otro que su líder), y las disposiciones que hacen de una Mac (Yorke tiene el logo de Apple en su Telecaster y hasta le dedicó su disco solista). Al Radiohead troquelado, Jerónimo de Carolis (creador de la publicación Tuk Tuk) le suma una faceta (casi olvidada por acá): “Su posición política, incluso lo del medio ambiente, es muy alentadora, está bueno hacer llegar un mensaje mas allá del agite”.

Se apuesta a un show pulcro con mucho In Rainbows, nulo Pablo Honey, pero con sorpresas y algún rescate a The Bends. A Brancatella le cuesta imaginar la reacción frente al público: “Tengo curiosidad por ver su feeling, qué harán frente a los amasijos, el olé olé. Hay shows en los que Yorke se queja del bardo. Lo más probable es que sea súper profesional, hagan su laburo en una burbuja, se tomen un avión, y adiós”. “¡Estuve esperando esto por años! Un abrazo.” Así, en castellano, firma Ed O’Brian un post en Radiohead.com.

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