Por Julieta Escardo
Esta imagen me cautiv贸 desde que la vi por primera vez en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Pertenece al trabajo que Alessandra Sanguinetti llam贸 Las aventuras de Guille y Belinda y el sentido enigm谩tico de sus sue帽os. A lo largo de toda la serie dos ni帽as p煤beres (Guille y Belinda) y una ni帽a adulta (la fot贸grafa) juegan a representar sus miedos, sus fantas铆as, sus personajes favoritos. Las p煤beres se disfrazan de embarazadas, posan como novias, se retratan como Ofelias espectrales flotando en un arroyo, lloran a sus muertos en funerales improvisados con cajones de fruta y trapos negros, se apuntan con armas de juguete, dan 鈥揺n fin鈥 forma a sus sue帽os.
Aqu铆 Belinda, con los ojos vendados, est谩 parada contra una pared de una casa de campo. No debe tener m谩s de 11 o 12 a帽os. El vestido blanco le llega hasta las rodillas y sostiene con convicci贸n un ramo de flores rojas. El sol cae oblicuo sobre el pa帽uelo que le impide ver... Desde esa oscuridad calentita 驴qu茅 pensar谩 Belinda de la mujer que apenas unos a帽os mayor que ella, arriesg贸 todo para entregarse a su amor prohibido? 驴Qui茅n gritar谩 antes de caer muerta, el nombre del amado como lo hizo Camila? 驴Lo har谩
Belinda o lo har谩 Alessandra? Esta imagen habla no s贸lo del rito genial de ser otro, sino de la posibilidad de inventar un mundo 鈥渃on鈥 el otro. Un mundo que no es s贸lo de la fot贸grafa ni de la modelo, un mundo que pertenece a las dos y que est谩 hecho por partes iguales de secretos compartidos y secretos no revelados. Un mundo susurrado.
Yo tambi茅n recuerdo haber susurrado mundos al o铆do de mi prima Lucila en una quinta viej铆sima de Ingeniero Maschwitz. Juntas fuimos casi todo, hasta compart铆amos un idioma que s贸lo nosotras habl谩bamos. Una tarde jug谩bamos a las muertas. Resulta que nos hab铆amos 鈥渕orido鈥 bajo unas plantas de tunas que hab铆a por ah铆 por el fondo. Est谩bamos las dos tiradas en el pasto, panza arriba y muertas. Yo sent铆 que empezaban a picarme las hormigas, pero no me mov铆, porque estaba muerta. Ella tambi茅n sinti贸 el ardor, pero tampoco se movi贸. No s茅 cu谩nto tiempo pas贸 hasta que decidimos resucitar. Lo que s铆 me acuerdo son cu谩ntos d铆as tuvieron que pasar hasta que se nos fueron todas las ronchas del cuerpo.
Esta foto de Alessandra me transporta a esos tiempos en que jugar era cosa seria y la muerte pod铆a ser, todav铆a, un juego.
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