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Domingo, 22 de enero de 2006
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Un actor elige su escena de película favorita: Daniel Hendler y Primer plano de Kiarostami

Ser o no ser

Por Daniel Hendler
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Escrita, producida y dirigida por Abbas Kiarostami (Teherán, 1940), Primer plano (Nema-yenazdik) es la película que el director iraní filmó en 1990, en lugar de otra que tenía planeada, debido a que la historia lo había obsesionado tanto que, según contó el propio director, llegó a quitarle el sueño. En la Argentina se la conoció después de El sabor de la cereza (1997), que fue la película que lo hizo circular entre la cinefilia porteña y que les abrió las puertas, dentro de la exhibición local, a otros films previos del director, como ¿Dónde queda la casa de mi amigo? (1987), Detrás de los olivos (1994) y ésta.
Considerada una reflexión sobre el cine y su relación con la sociedad y con la verdad, Primer plano es también el primer film de Kiarostami desde que fue expulsado de Kanun (el Centro para el Desarrollo Intelectual para Niños y Jóvenes) debido a que su película anterior, Homework, que tenía su raíz precisamente en los traumas estudiantiles en Irán, fue mal recibida por la institución.

Desde niño me gusta ver películas y luego contarlas. Según me dijo mi madre, esto la preocupaba, porque yo relataba cada detalle, incluso el más insignificante, con gran emoción e intensidad, y a ella le era difícil deducir cuánto de verdad había en mis cuentos.

Para esta ocasión, que puedo contar una película, pensé en Primer plano de Abbas Kiarostami, por mantener en mí aquella sensación. Es de esas películas que, con el tiempo, cada vez me emocionan más.

Quizá debido a mi temprana vocación de mentiroso –que luego se convertiría en una más sana vocación de actor– es que siento especial empatía con el personaje protagonista, que miente con fundamentos, que vive y padece su mentira.

El director la denominó como “una historia real contada por sus propios personajes”.

Un hombre –Hossain Sabzian– conoce a una señora en un ómnibus y, tras una amable charla, le cuenta que es director de cine. Dice ser “Moshen Makhmalbaf”, el más célebre director de cine en Irán. Ante el asombro de la mujer, éste le muestra el libro que tiene en la mano, escrito por el mismo Makhmalbaf, en cuya contratapa se ve su foto, que asombra por el parecido físico con el hombre en cuestión.

La mujer le cuenta que sus hijos son amantes del cine. El hombre se muestra interesado en conocerlos y acuerda con la mujer un encuentro.

El hombre visita a la familia y, tras recorrer la casa, dice que quiere filmar allí su próxima película. Por cuestiones técnicas, para favorecer la luz, sugiere cortar un árbol del jardín. La familia, expectante y complacida, acepta. Hossain comienza a visitarlos regularmente y en más de una ocasión es invitado a cenar. En una oportunidad, le prestan a Hossain una suma de dinero suficiente para volverse a su casa en ómnibus.

Al tiempo la familia descubre la mentira. Indignados, denuncian a Hossain por estafa.

Hossain espera en la cárcel hasta el día del juicio. Es entonces que el director de cine Abbas Kiarostami se entera del suceso y, con su cámara, va a la cárcel a visitar a Hossain. El director le afirma que está interesado en su historia y se ofrece a colaborar en lo que Hossain le pida. Este, sin vacilar, pide dos cosas: “Primero, que el juicio se haga cuanto antes. Segundo, que le transmita a Makhmalbaf que jamás quise faltarle el respeto, y que siento una profunda admiración por él”.

Kiarostami pide a los jueces que adelanten el proceso. Para entonces, Kiarostami ubica dos cámaras en el juzgado. Una de ellas está fija, en un primer plano sobre Hossain.

Hossain explica al jurado y a los denunciantes los motivos que lo impulsaron. El no quiso humillarlos. Solamente quería demostrarles cómo un director de cine puede comportarse de un modo normal y ponerse a la altura de las personas normales. Según él, un director de cine que cuenta historias de personas sencillas debe tener la sensibilidad y la sencillez para observar y compartir momentos con estas personas.

También afirma que, de no haber sido descubierto, hubiera continuado hasta filmar la película.

Hossain expresa tanto amor hacia el cine y hacia los personajes que es difícil no creer en él. El primer plano sobre su rostro nos acerca a un hombre completamente entregado a su verdad, a pesar del dolor de los denunciantes y la incomprensión de algunos de los presentes, que por momentos se miran entre sí, incrédulos.

Hossain cumple una mínima condena. El día que es liberado, Kiarostami lo espera a la salida de cárcel. No sólo lleva su cámara, también ha llevado consigo al verdadero Makhmalbaf. Hossain se topa con el director al que tanto admira, en persona. Impactado, y quizás algo avergonzado, le cuesta mirarlo a los ojos. Makhmalbaf le pide a Hossain que lo acompañe en su moto, y éste se sube al instante. Makhmalbaf conduce. En un momento detiene la moto y pide a Hossain que compre un ramo de flores. Luego lo conduce hasta la casa de la familia denunciante. Kiarostami los sigue. Hossain parece estupefacto, con una mano sosteniendo el ramo y con la otra sujetándose a Makhmalbaf. Al llegar a la casa Makhmalbaf pide para hablar con el padre de la familia. Le preguntan quién es. “Makhmalbaf”, responde. El padre de la familia sale hacia el portón, quizá pensando que se trate de una broma pesada, y, para su sorpresa, se encuentra al verdadero Makhmalbaf, junto a Hossain (antes Makhmalbaf). El verdadero le pregunta al padre de la familia si, más allá de la condena legal, sería capaz de perdonar a Hossain. El padre de la familia, conmovido, acepta.

Hossain, escondido detrás de su ramo, intenta contener el llanto. La cámara se acerca lentamente a su rostro, hasta llegar a un primer plano. La imagen se congela sobre Hossain. Detrás de las flores, alcanzamos a ver sus lágrimas.

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