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Domingo, 30 de abril de 2006
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Un fotógrafo elige su fotografía favorita

En la superficie de las cosas

Juan Travnik y una imagen de la serie Uncommon Places, de Stephen Shore

A lo largo de los años ‘70, Stephen Shore recorrió Norteamérica tomando fotografías de formato grande, de ciudades y paisajes. Nacido en Nueva York en 1947, a los 14 años ya le había vendido sus fotos a Edward Steichen para la colección del MOMA; a los 18 ya había exhibido su film en 16mm Elevador y en la segunda mitad de los ’60 había trabajado en el Factory de Andy Warhol. Sus imágenes proveen un retrato de los Estados Unidos de los últimos treinta años con fragmentos de arquitectura urbana de los que se ha dicho que “están tomados de manera tal que parecen escenografías”. Shore sigue la tradición de Eugene Atget y Walker Evans y se lo acredita junto a William Eggleston como uno de los principales fotógrafos que ha considerado el color como un medio serio para la expresión fotográfica artística.

La foto de Uncommon Places elegida por Juan Travnik lleva el siguiente epígrafe: Broad Street, Regina, Saskatchewan, 17 de agosto de 1974. En ella se hace sensible lo que Shore considera, según relata en la entrevista que acompaña a una de las últimas ediciones del libro, una idea de “pausar” el tiempo antes que “detenerlo”: “Hay cierta sensación de no-tiempo. Es un momento, nuestra mente consciente sabe que la persona se moverá al segundo siguiente, pero no hay nada en la imagen que indique movimiento. En Uncommon Places creo que hay una sola persona que se mueve; el resto están quietas”.

Por Juan Travnik

Varias imágenes de Stephen Shore me atrapan en este momento; en ellas hay una integración entre paisaje y acción. Descreo bastante del paisaje en el que no hay una acción dramática, donde no pasa algo, porque en ese caso uno está más en presencia de un fondo, de una escenografía; creo que el paisaje llano, vacío, descriptivo de un espacio, no termina de ser interesante. Pero esta imagen, que parece no tener nada, tiene algo: en las imágenes de Shore hay una acción dramática en las nubes, en el reflejo en los autos; cada una de sus imágenes de paisajes no sólo se involucra en una búsqueda de la iconografía más trivial, sino que busca la representación de la forma de ser de una sociedad, en aspectos muy comunes. Son imágenes que tienen cero artificio, fotografías directas hechas con cámara de placa, que logran un registro de la realidad que a mí me fascina; no solamente por la capacidad descriptiva que da el uso de una cámara de formato grande, sino también por los movimientos de sus personajes y por los múltiples elementos que involucra.

Shore revaloriza esta acción tan propia de la fotografía que es el encuadre, el recorte; la realidad está muy cerca de estas fotografías color, pero el mundo no tiene recorte, es abarcador; y él lo que hace es fijarle un marco. Como en muchas de sus fotos, en ésta en particular lo que me apasiona es la situación de su mirada, no sé si llamarla “cruel”. “Cruel” en el sentido de una mirada que dice: “Bueno, esto es lo que hay”; no tiene una carga humanista en el sentido que el término “humanista” tuvo a fines de los ‘40 y principios de los ‘50, cuando había optimismo y la fotografía documental estaba cargada con una mirada esperanzadora. Es la crueldad de mostrar lo que hay en la superficie de las cosas. Andy Warhol dijo alguna vez que mirando lo que hay en la superficie de su obra y mirando la superficie de él mismo, se iba a ver lo que él era; que él no era más que eso. Y en la fotografía, que se ocupa de la apariencia de las cosas –lo que no es poco, porque en la apariencia se descubren muchas de las cosas esenciales de nuestro mundo–, me parece que en esa superficie, en la “American Surface” que él uso como título de uno de sus libros, o en estos “uncommon places”, no hay una indagación profunda; ni en los retratos ni en los paisajes. Esta podría ser la mirada de un turista parado en esa esquina, sacando una postal. Lo que lo diferencia es la elección del encuadre y del recorte, sin cargarla de efectismos, de una manera llana, directa.

Shore tienta al azar, y tentar el azar con la fotografía es propio de los grandes fotógrafos que saben lo que buscan. Ver parados a estos dos personajes en la esquina como dos extraterrestres, y ver cruzar el cielo con esas líneas extrañas, completa esta imagen. Lo que termina de definirla es la actitud de los personajes, totalmente ajena a ese cielo tan expresivo y cargado de cosas que parecen amenazantes. Es muy fuerte la incidencia del uso de color, pero no un uso efectista: el color le otorga un mayor nivel de credibilidad, y nos la hace más cercana.

Mi interés por el trabajo de Shore se despertó hace cinco años cuando vi un par de originales de él en un viaje, y tras leer un par de entrevistas. Es una persona a la que admiré mucho tiempo y de repente la redescubro a través de esta imagen. Tengo el proyecto de seguir trabajando en la línea de mis últimas obras, usando el color, integrando nuevas imágenes a las que ya he hecho del campo y de la ciudad, y ser más abarcador. Por eso es que ahora también me resulta tan importante esta foto: cuando empiezo a perder el rumbo, la vuelvo a mirar y encuentro una serie de ideas que me indican por dónde tengo que andar. Una serie de elementos que me emocionan y me cautivan, y que después, cuando lo llevo a la práctica en mi trabajo, me obligan a la espera y a la búsqueda. Quiero captar el espíritu de esta imagen para volcarlo en mi trabajo actual; para mí es como una guía sobre cómo pararse frente a las cosas.

Testimonio a partir de entrevista realizada por Radar

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