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Domingo, 18 de septiembre de 2011
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Un músico elige su canción favorita: Fernanda Morello y “María”, de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo

La calle de la melancolía

Por Fernanda Morello
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Hay una canción que forma parte de una suerte de historia privada en mi vida, porque estuvo antes que ninguna otra, luego desapareció, y más tarde volvió para quedarse junto a mí.

“María” fue la primera canción que aprendí. En mi casa siempre se escuchó mucha música, pero sobre todo mucho tango, porque a mis padres les gustaba mucho. Yo tenía un año y medio cuando mi mamá me enseñó a cantar “María”, el tango de Troilo y Castillo, palabra por palabra. De hecho, hace bastantes años, me escuché cantándola en una grabación de cinta abierta: yo era una especia de fenómeno, chiquita, que cantaba entero un tango pero que no sabía hacer otra cosa, porque no caminaba ni nada. Así que me llevaban a los médicos diciéndoles, “esta chica no camina, ya tiene un año y medio y todavía no camina”, y los médicos, me cuentan, se reían y decían, “pero no, pasa que tiene su energía puesta en hablar y en cantar”. Eso quedó como parte de la historia esencial de mi infancia, del tejido de mi primera niñez y mi relato familiar. Tengo algunos recuerdos parciales de aquella época: si no del año y medio, al menos seguro que de antes de cumplir tres, porque cuando cumplí tres nació mi hermana y guardo imágenes que son anteriores a eso: tengo grabado el recuerdo de estar sentada, de encontrarme en una situación muy feliz, en la que mi mamá está enseñándome las letras de tangos como “María” o “Tinta roja”. Es antes que nada eso lo que permaneció: una sensación y un conjunto de imágenes. Un detalle importante debe haber sido también que María es mi primer nombre: sólo lo usaban en mi familia, y sólo cuando era muy chiquita, hasta que nació mi hermana María Florencia pasamos a ser sólo Fernanda y Florencia. Es muy común que a las Marías se las llame por su segundo nombre nomás, y supongo que el tango también tiene eso, que ésa es una de las bellezas metafóricas de su letra: María puede ser el nombre de cualquier mujer.

La de “María” es una letra impresionante, aunque cuando uno es muy chico no tiene ni idea de lo que está diciendo. Yo la supe muy bien de chica, pero después, esa cosa tanguera fue quedando atrás en mi vida. Yo me crié en los ‘80 y escuché lo que se escuchaba entonces: Queen, que me encantaba y me sigue gustando. Ya estaba en esa época en que empezás a escuchar tus propias cosas y a alejarte de lo que te ofrecen tus padres. Entre la nenita que cantaba “María” y la adolescente que escuchaba Queen, también pasó que nació mi fascinación por la música clásica. Yo tenía cinco años y me enamoré del piano escuchando por primera vez el Concierto Número 1 de Chopin en televisión. Sé que era la cortina de un programa, y que me volví loca. Y que en el mismo edificio en el que vivía, dio la casualidad de que vivían no una sino tres profesoras de piano, lo cual es muy loco. El primer gesto de independencia de mi vida fue entonces tomarme el ascensor del piso 10 al piso 3º, a tomar clases de piano con Alicia, de quien no recuerdo mucho, salvo que tenía un perro que se llamaba Romeo. El tango empezaba a formar parte de mi pasado.

Después, por supuesto, me olvidé de “María”, que no volvería hasta mucho más tarde. Pero cuando volvió, fue fuerte: hay algunas canciones que te buscan y te encuentran y cobran un significado especial, íntimo para uno.

Yo ya tenía unos 17 años y ya cargaba con mis propias penas de amor. Fui a ver la película Sur, en la que hay una escena donde Goyeneche aparece cantando la canción de Troilo y Castillo, y yo me puse a llorar, súper emocionada; doblemente emocionada: por un lado, por esta situación de que me la acordaba palabra por palabra y la podía cantar junto con El Polaco; y porque además ya entendía, para bien o para mal, la situación de melancolía que narra la letra. Si bien me gusta toda la letra, hay versos como ese que dice “en un paisaje triste desmayado de amor”, que me maravillan, me resultan increíbles. Es lo que pasa con los poetas del tango, y es algo que con los años fui aprendiendo no sólo de “María” sino de algunas esas otras canciones que me enseñaba mi madre, esas otras canciones que fueron volviendo. Hasta el día de hoy me pasa que de pronto pasan tangos en la radio de las que enseguida me doy cuenta de que conozco toda la letra; no sé ni cómo ni por qué, no sé cómo se llaman ni cómo los aprendí, pero ahí están, como si fueran menos los recuerdos exhumados de mi más lejana infancia, que algo que proviene, tal vez, de una vida pasada.


Fernanda Morello estará presentando su disco Diálogos de Logia: Schumann & Chopin el lunes 19 y martes 20 de septiembre a las 18, en el marco del Congreso Mundial de Psiquiatría, Auditorio del Sheraton Hotel. El 28 de octubre se presentará (con otro repertorio) en Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. Mientras tanto, para más información, y para ir escuchando el disco online, se puede acceder a www.fernandamorello.com.ar

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