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Domingo, 6 de mayo de 2012
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Una artista elige su cuadro favorito: Josefina Robirosa y Paisaje, de Eduardo Stupía

Las cosas del mundo

Por Josefina Robirosa
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El espacio donde uno se comunica mentalmente con otro existe. Yo creo que hay espacios en el mundo que guardan energías que son justas. Y creo en las coincidencias. Un día yo entré por otro tema al escritorio de Oscar Smoje en el Palais de Glace y me topé con un cuadro de Stupía. Smoje me contó que ese cuadro había sido premio de un Salón Nacional. Era un cuadro grande. Era blanco y negro, como son casi todos los cuadros de Stupía, no tenía color. Era de una armonía tan impresionante. Yo le había comprado a Eduardo un cuadro más chico, de esos más obsesivos, y me había divertido mucho buscar su firma en el cuadro. Me pasé tres cuartos de hora buscando si lo había firmado. La firma está. Y es muy divertido buscarla. Bueno, volviendo al otro cuadro... Era un cuadro de una armonía muy inusual. En general sus imágenes son mucho más complicadas, pero esto era naturaleza y Stupía figuraba poco. Era una obra de una armonía increíble. Deduje que Stupía tenía esa armonía adentro, si no no hubiera podido pintar ese cuadro.

El escribe su propia historia psicológica cuando dibuja. Entonces, cuando yo vi ese cuadro, me quedé mirándolo y dije para mí misma: “Bueno, con esto no puede seguir Stupía, tiene que fragmentarlo, tiene que ir para otro lado... porque es demasiado perfecto”. Porque a uno le gusta más experimentar que lograr. Eso es lo que pasa. Entonces uno se divierte mucho más metiendo la pata pero desconcertándose y proponiéndose alternativas que haciendo una cosa perfecta. Esto era algo muy simple y no parecía un cuadro acabado, pero lo era. Tampoco sabía si era anterior o posterior a sus caligrafías. Pero era un cuadro puro espíritu traducido en paisaje. Había una especie de cascada y era un lugar de una calma, de una serenidad impresionantes. Tiempo después lo encontré a Eduardo en alguna inauguración y le dije: “Mirá, este cuadro vos tenés que romperlo”. Porque lo conozco y es muy inquieto y pensé que era demasiado perfecto y que él tenía que seguir probando. Lo que correspondía era pegarle una patada a ese cuadro. Porque de tan perfecto ya estaba en la nube, faltaba Tata Dios nomás... El no dijo nada, sólo sonrió.

Lo vi sólo ese día al cuadro. Hace años. No lo volví a ver. Pero su imagen ya la tenía grabada porque había sido un impacto muy grande. Lo recontra juno al cuadro, lo tengo adentro. Eso es el arte, eso que ves pero que no podés definir y que es fantástico. Eso que hoy encuentro en las cosas del mundo. Cosas normales. Las uñas de un bebito, de dónde saca el perfume la magnolia, las flores del palo borracho que veo desde el colectivo, tan fresquitas y rosadas, de dónde saca el lila la flor del jacarandá. Es que he cambiado y estoy más atenta, entonces el mundo es un prodigio. Y la vida se torna un misterio inasible y te deja perpleja. Yo vine al mundo muy fallada y tardé mucho en cerrar todo eso y ahora el mundo es un goce, porque realmente es impresionante. Ver la luna y pensar en lo que es la luna, te saca el aliento.


Testimonio recogido por Radar

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