Querido Félix: Lo mÃo con vos es lo que se dirÃa amor a primera vista, como cuando conocés a alguien y en los primeros 15 minutos ya te das cuenta de que esa persona va a ser importante. Te gusta casi todo, cómo rÃe, cómo camina, cómo come y huele, esos gestos mÃnimos e imperceptibles que te enamoran y son difÃciles de olvidar. Te gusta cómo viste, lo que dice y lo que no dice, las pelÃculas que mira, los libros que lee, la música que escucha.
Bueno, algo asà me pasó con vos.. ¡perdón! con tu obra (o qué, ¿acaso no es la misma cosa?). Me gustan las guirnaldas de luces, apilar papeles, las cortinas de voile, me gusta armar rompecabezas, las cosas que brillan, me gustan los chicos que bailan sin pensar en nada sobre las tarimas de las discos.
Como todo estudiante de arte, te conocà por los libros, yo recién me estaba formando y vos ya estabas reproducido. Era el año 1998, apenas habÃan pasado dos de tu muerte, o sea, desde el vamos, lo nuestro fue un amor imposible. Qué más lindo que los amores imposibles, ésos en donde la muerte, el tiempo y la distancia no son ni ahà un obstáculo.
SÃ, ya sé, tal vez que te escriba no te guste, escribiendo suelo ser cursi, obvio y común. Pero asà es el amor, ¿no? Igual, hoy no me importa. Te confieso que es la primera carta de amor que escribo. Siento la necesidad de hacerlo.
Necesidad y deseo, sabés bien de lo que te hablo. Una vez contaste que hiciste Untitled (Placebo) porque necesitabas hacerla, para controlar el dolor. Sabés que, salvando las distancias, siempre sentà lo mismo a la hora de hacer obra. Te sale de las tripas; tripa y corazón.
Tuvieron que pasar diez años para que pueda verla en vivo. Lo recuerdo nÃtidamente. Me acerqué lo más posible a tu alfombra de caramelos, agarré un puñado, lo que me entraba en una mano, y me los metà en el bolsillo, los tuve ahà por semanas. Cada tanto metÃa la mano a propósito para sentir que me acompañaban en mis recorridos diarios, como amuletos.
Después me enteré de que era una obra dedicada a Ross, me gustó pensar que era su retrato en peso especÃfico materializado en golosina, aunque es imposible que él hubiera podido ser tan pesado (500 kg de caramelos). Pero, ¿acaso serÃa posible definir cuánto pesa el amor? Siempre dijiste que él era tu público, el que más te importaba, recién después estabas vos y el resto.
Te estabas despidiendo de Ross y qué mejor que hacerlo con tu obra. SÃ, hoy te digo que pude comerme un pedazo de él yo también.
El famoso binomio vida y obra lo resolviste perfecto, amorosamente. Vos sos tu obra. Hoy, yo soy vos.
Es un dÃa perfecto para todo, aunque mi todo sea simplemente esto: regalarte algo mÃo que sea insignificante.
Algo asà como encontrarte en la calle, besarte y decirte que cada dÃa sos más hermoso.
Tuyo siempre,
Maxi.
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