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Domingo, 13 de julio de 2014
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Un artista elige su obra favorita: Carlos Ricci y A Permian scenario, de Adrián Sington

EL DINOSAURIO TODAVÍA ESTÁ AQUÍ

Por Carlos Ricci
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Mi relación con los animales se remonta a mi infancia y los primeros estados de conciencia. Eso sucedió básicamente por dos razones: por un lado la bibliografía abundante de mis viejos (en la cual buceaba en busca de la historia natural, en especial las ilustraciones científicas de la fauna). La otra razón es que yo tengo dislexia, por ende, en esa edad temprana se me dificultaba mucho comunicarme con las personas; pero no así con los animales, con los que había un vínculo natural y mutuo. Esa relación se intensificó con los años, llevándome a sentirme en deuda con ellos por lo que me habían brindado en la infancia. Más tarde me guiaron a no consumir carne, cueros ni productos testeados en animales. Y eso se convirtió en motivo central de mi obra, donde confluyen mis experiencias con los animales en la infancia y ese mundo imaginario donde todo ser es posible.

Soy de la generación de tránsito, que fue joven antes y después de la aparición masiva de Internet: nací y crecí sin ella pero, como todos, fui seducido por sus redes. A principio de los noventa no había Internet y era toda una epopeya conseguir una imagen de reptiles prehistóricos. Así que fui de la camada que popularizó el frikismo por ellos. El momento en que supe de los saurios fue un día en que escuché a Mario Grasso hablar del triceratops (mi favorito) y acto seguido encontré un libro con ilustraciones en mi colegio. En esa década el único archivo de imágenes que había para nosotros “los pibitos” eran los libros y revistas. Fue entonces que mis viejos empezaron a comprarme revistas como Conocer y saber, Muy interesante y seguramente alguna otra más. Fue así que un día, en una Muy interesante que data de octubre de 1991, Nº 72 (35.000 australes para Argentina) salió una nota de paleozoología sobre “Dinosaurios Peludos”. Acompañando la nota, en la página 38, había una ilustración de dos animales que parecen salidos de Star Wars. Me impactó enseguida y se convirtió en una escena que dibujé con múltiples variaciones y escenarios. La imagen traía la siguiente leyenda: “un Lycaenops se dispone a dejar en huesos al dicinodonto que acaba de cazar. El agresivo lagarto estaba armado con dientes de sable”. La ilustración significó un llamado de atención inmediato a mis sentidos; los increíbles monstruos en cuestión se asemejaban más a mis creaciones que a las de la naturaleza. Pero no era dibujos animados, videojuegos ni ciencia ficción. Era la realidad de la naturaleza, y ese cruce entre materialidad empírica y fantasía fue mi precedente registrado, entre la fauna de la tierra y la mía.

Algo más tarde, en 1997, con unos amigos de Olivos decidimos editar un fanzine llamado Ovejas Negras, producto inclasificable que se propuso ser un manual alternativo de rarezas (ovejas-negras-fanzine.blogspot.com.ar). Para esa época yo ya tenía más influencias de la historieta –como Fierro–, del Mortal Kombat, de los dibujos animados de los ochenta y noventa –con sus juguetes– como los Cazafantasmas, las Tortugas Ninja, los Halcones Galácticos y también de series como Xena, la Star Trek de los ’90 o Buffy, que de las Artes Visuales. En ese momento compraba la revista Dinosaurios; descubre los gigantes del mundo prehistórico... editado por Planeta De Agostini, que venía con los huesitos fosforescentes de un T-Rex para armar. En el Nº 10 de esa publicación, volvió a aparecer aquella imagen (en la página 223) que había descubierto en 1991, que en esta oportunidad aclaraba: “El feroz Lycaenops, un terápsido, cazaba probablemente en manadas”. Fue uno de mis primeros déjà vu emocionales con la fauna, un antecedente temprano de lo que anunciaría mi trabajo visual. Ahí recordé todo aquello que me pasó con esa imagen, y así surgieron Dicino reptiloide –que domina los campos de fuerza– y Lycaen –un lagarto femenino, con múltiples pechos y los poderes del imán–, dos protagonistas típicos del fanzine, que andaban con un Adrián Dárgelos de Babasónicos, también fanzinisado.

Volviendo a saltar en el tiempo y siguiendo el sendero fan de esta imagen, en 2010 empecé a trabajar en mi primera serie “Ecosistemas imaginarios”, con la que me convertí en un neoartista viajero que documenta fauna imaginaria; para ello recolecto todo aquello que tenga imágenes de animales y me vuelvo a encontrar con dicha escena prehistórica, que vuelve a estar entre mis dibujos. Ahora sí, con la web ya instalada, me propuse ir a buscar a los animales que me habían marcado y también a su ilustrador, ya que ninguno de los artículos lo mencionaban. Luego de una primera gran googleada masiva sin éxito, acudí con la imagen a un amigo estudiante de Ciencias Naturales (Enrique Peralta Arancibia), que a su vez lo comentó en un foro de paleontólogos y en dos horas cerró uno de los más grandes misterios de mi niñez. Resultó que el autor era Adrián Sington y su trabajo se titulaba “A Permian scenario: In the foreground, two mammal-like reptiles” (Un escenario pérmico: en primer plano, dos reptiles similares a mamíferos).

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