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Domingo, 28 de noviembre de 2004
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El filtro de Dios, que quitas el pecado del mundo

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Hace unas semanas, un grupo de rabinos y estudiantes rabínicos debatía en una casa en Brooklyn. Era verano, hacía calor y alguien trajo una gran jarra de agua de la canilla. Uno de los rabinos, de buen ojo, notó una basurita que flotaba en su vaso, blanca y de un milímetro de largo. Cuando la tuvo en la yema del dedo, la miró largamente y ordenó a sus amigos que no tomaran el agua. Lo que el rebbe sostenía en su dedo era un ínfimo pariente del langostino y la langosta, por lo que el agua no se podía tomar: no era kosher. El hallazgo de los bichos –científicamente llamados copépodos– en las canillas de Nueva York disparó compras masivas de filtros entre los 330 mil judíos ortodoxos de la ciudad. Las autoridades sanitarias aclararon que el agua de la Gran Manzana es tan potable y limpia como siempre, y que los bichos –que viven en los lagos del norte que proveen casi toda su agua– son inofensivos. Según parece, las nueve especies de copépodos detectadas en el agua neoyorquina siempre están ahí y llegan a las canillas urbanas ya muertos, sólo que raramente son visibles al ojo humano. El argumento no convenció a los creyentes porque la ley religiosa indica que, si son visibles, son tabú. Sun Waters System, el mayor fabricante de filtros de EE.UU., subió sus ventas en un 500 por ciento, mayoritariamente a los restaurantes kosher de Brooklyn y Manhattan, que ahora anuncian con carteles desde sus vidrieras que su agua es filtrada.

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