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Domingo, 28 de julio de 2002
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Vale decir

Radio gagá
Si muchas de las ideas, descubrimientos y creaciones del arte y la ciencia han sido obra de personajes de la más pulida aristocracia, eso se debía en buena medida a que estos sujetos solían tener algún tiempo de ocio. El duque de Edimburgo acaba de aportar lo suyo a la cuestión con una brillante sugerencia para terminar de una buena vez con uno de los problemas más urgentes que vive la ciudad de Londres: el de los embotellamientos de tránsito. Durante una conversación mantenida en los últimos días con miembros de la Asamblea de Londres, en el marco del acto de apertura de la Alcaldía por parte de la reina, el duque –que ya cuenta sus largos 81 años– habría comentado que “por supuesto que el problema de Londres son los turistas. Ellos causan las congestiones de tránsito. Si pudiéramos terminar con el turismo, podríamos detener los embotellamientos”. Ante tal declaración Jeannete Arnold, jefa de la cartera de Turismo, declaró al diario Evening Standard que el príncipe Philip, duque de Edimburgo, “parece tener una visión un tanto extraña acerca de Londres. El tipo de visión que sólo tienen aquellos que viajan únicamente en limusina”.


Cuando la marcha se pone dura, los duros se ponen en marcha
El gremio de los actores porno está que arde: el Viagra está haciendo estragos entre los hombres y las mujeres –con mayor competencia y exigencias, respectivamente– de la industria. Como en “Popstars”, todos pueden ser estrellas y los veteranos del rubro sienten que los nuevos compiten en condiciones desiguales. El experimentado y casi cuarentón Kyle Stone asegura que, si pudiera entablar una demanda a los fabricantes de la droga de la potencia sexual, lo haría: “Yo tenía una carrera antes de este invento, y me arruinaron. Ahora aparecieron todos estos chicos lindos, los Viagra Boys, y mi teléfono ha dejado de sonar”. Al parecer, la cantidad de actores de la industria que utilizan el Viagra asciende ya al 90 por ciento. Stone no para de quejarse: “Estoy formado a la vieja usanza: soy un exhibicionista nato al que le gustan mucho las mujeres, así que me estimulo naturalmente”. Las chicas del sector también tienen sus reclamos. Una tal Renée, de 22 años (e iniciada a los 20), dice: “Una sabe que están usando Viagra porque se les ponen rojos el pecho y el rostro. Es desagradable. Aparte, no nos gusta trabajar con alguien que tiene que usar eso porque, si necesitan tomarlo, una siente que no es suficientemente atractiva”. Pero las nuevas generaciones de Viagra Boys parecen haberles caído en gracia a los directores y productores de cine porno, que pierden menos tiempo en la preparación de cada toma, redundando esto en un sensible abaratamiento de costos. Así que pedirles su opinión al respecto no tiene sentido; nada de esto los calienta ni un poquito.

Canción animal
Desde que aparecieron los Pericos y “El ritual de la banana” hizo estragos en los cerebros adolescentes, la industria discográfica no se animaba a presentar en escena a semejantes pajarracos cantores. Y todo se lo debemos al productor Scott Haynes y su hallazgo: Carla, un loro de la especie conocida como “dos cabezas amarillas”, que canta el tema destinado a convertirse en todo un hit: “Soy un pollo verde” (además de “En algún lugar del arcoiris”, la canción del Mago de Oz popularizada por Judy Garland). “Pollo verde” fue grabada a dúo con el tal Haynes, pero cada parte fue registrada por separado; “como Duets de Frank Sinatra”, compara sin vergüenza. Probablemente el disco tarde en llegar hasta las tierras de Bandana y Diego Torres, pero mientras tanto se pueden escuchar fragmentos de otras canciones grabadas por animales, tales como “Ugly dogs need more love” (“Los perros feos necesitan más amor”) y “Cat-A-Tonic” en el sitio PETcds.com.

La Revolución Cultural ronca
China es un país enorme y demasiado poblado como para andar desmereciendo los logros de quien resulte consagrado ganador de la competencia “En busca del ronquido más fuerte” de cada ciudad. Claro que el campeón de los ruidos molestos no se irá a su casa con las manos vacías, sino que recibirá un tratamiento gratuito para su problema... “y esto es sólo el primer premio”. Aunque todo tiene su precio: según el Beijing Morning Post, los concursantes son llevados a una habitación donde prácticamente se los encadena a una máquina que registra los decibeles de sus ruidos mientras duermen. A la espera de los resultados finales del evento, un tal Sr. Wang arriesgó que no tiene dudas de que él roncó más fuerte que todos sus competidores: “Puedo vencer a cualquiera. ¿Cuántos pueden asegurar que sus ronquidos en el tren despertaron a los pasajeros a varios vagones de distancia?”.

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