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Domingo, 21 de abril de 2013
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UNA LEYENDA DE CARNE Y HUESO

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En un pequeño pueblo de Maine llamado Rome, en Estados Unidos, durante casi tres décadas ocurrieron hechos que no podían explicarse: los objetos desaparecían sin que se encontrase al culpable. A tal punto llegó la confusión de lugareños y policías locales que comenzó a circular una leyenda. Según el pueblo, el responsable debía ser “El ermitaño de North Pond”, una figura que con los años fue cobrando dimensiones casi míticas en la cultura oral del lugar.

A principio de mes, la verdad finalmente fue develada. El culpable, en efecto, era “El ermitaño de North Pond”, un hombre que 27 años atrás decidió irse a vivir al bosque, donde pasó sus días leyendo y meditando. Habiendo construido una pequeña choza para su supervivencia, Christopher Knight —tal es su verdadero nombre— sólo volvía a la civilización algunas noches con el único objetivo de hurtar los suministros necesarios para continuar su solitaria existencia.

Su plan, sin embargo, acaba de ser interrumpido, al ser descubierto por las fuerzas de seguridad con las manos en la masa y ponerlo tras las rejas. Ahora, el extraño personaje de 47 años aguarda en una cárcel del condado de Kennebec con una fianza fijada en 5 mil dólares y espera que su causa penal (está acusado por hurtos) siga el cauce legal.

Interrogado por la policía, Knight aseguró haber cometido más de mil robos desde su reclusión en el bosque. Además dijo que había mantenido sólo una breve conversación con otro ser humano en las últimas tres décadas. “Fue con alguien con quien se cruzó de casualidad en un sendero”, contó la oficial Diane Perkins-Vance que, azorada, exclamó: “Durante años se creyó que era un mito. ¡El mito resultó ser verdad!”. Además, comentó la señora, aún no se ha podido descular el motivo del aislamiento de Christopher, aunque sí se sabe que siempre estuvo interesado en los ermitaños y que es un expreso fanático de Robinson Crusoe.

“No nos ha dado una buena razón para decidir abandonar la civilización. De hecho, nos ha dicho que a menudo él mismo se cuestiona el porqué de su decisión”, ofreció la confundida Diane. “Tuvo que haber atravesado inviernos en los que la temperatura alcanzó varios grados bajo cero. Es fenomenal que haya mantenido su posición, sin recluirse en hoteles o refugios”, aportó el sargento Terry Hughes.

Fenomenal o no, finalmente Chris pisó el palito. Cuando decidió proveerse de víveres del campamento Pine Tree, que sirve a adultos y niños con capacidades diferentes, se topó con un sensor que había instalado Hughes, que llegó de inmediato a la escena del “crimen” y encontró al ermitaño cargando alimentos por el monto de unos 280 dólares. “Llevaba unos jeans y una camisa limpia. A simple vista, nadie hubiera imaginado quién era”, explicó el policía.

“Hizo lo que hizo para sobrevivir. Todo lo que había robado era para sobrevivir”, reconoció Perkins-Vance sobre el hombre que perfeccionó el arte de pasar inadvertido... Durante estos años fue cambiando el lugar de su campamento, nunca pisó la nieve por miedo a dejar huellas, nunca prendió fogatas y mimetizó su choza con el entorno para que fuera imposible verla desde la tierra o el cielo. En lo único que no persistió fue en cazar; robaba comida porque matar animales era demasiado trabajo. ¿Qué hacía con su tiempo? Leer. Cuando se le preguntó a qué títulos le echaba un vistazo, su respuesta fue simple: “A cualquiera que me pudiera afanar”.

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