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Domingo, 25 de enero de 2015
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ESTO LO ESTOY TOCANDO MAÑANA

MUSICA Con un pasado punk porteño compartido, Gigio González y Pablo Martín se cruzaron por Internet hace un par de años, el primero instalado en Madrid y el otro en Nueva York. El encuentro virtual, propiciado por la búsqueda de un viejo demo con temas de El Vértice, banda que habían formado juntos en sus comienzos, terminó en un disco con temas nuevos, que finalizó siendo el álbum debut de aquel grupo, ya que decidieron recuperar el nombre como si no hubiesen pasado casi treinta años desde entonces.

Por Juan Andrade
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Entre la noche de Nueva York y la madrugada de Madrid, una ventana de diálogo recién abierta en un chat de Internet está a punto de abrir una especie de falla espaciotemporal. Corre enero, tal vez febrero de 2012, cuando Gigio González ve el saludo que le manda, desde el otro lado del océano y a través del ciberespacio, su viejo compinche Pablo Martín. “No hablábamos hacía mil años. Yo estaba en Nueva York y me había emperrado en recuperar un demo que habíamos grabado con El Vértice, la banda que teníamos en los ’80”, recuerda Martín, sentado en una tradicional pizzería de la avenida Corrientes. “Era un cassette con cuatro temas, le había preguntado a todo el mundo y nadie lo tenía”, agrega.

“El cassette nunca apareció”, completa González con una sonrisa. “Pero seguimos hablando en el chat durante horas, nos contamos qué estaba haciendo cada uno”, dice. En su caso, venía de presentarse en la noche madrileña con el Gigio Trío y también con La Agonía de Pat. En el presente de Martín, por su parte, se destacaba su puesto como guitarrista de nada menos que los Tom Tom Club. “En un momento, él me contó que tenía unas músicas que todavía no tenían letra”, sigue Gigio. “Yo estaba en la cama, con la compu. Y me mandó el tema. Mientras lo escuchaba, iba escribiendo la letra. No es que lo escuché dos veces: fue una cosa mágica, muy linda. Algo familiar. Me gustó mucho lo que pasó.” La espontaneidad fue el sello de origen de “Una sola flor”, el tema que abre Todo se parece a mañana, el flamante disco debut de una banda fundada hace... ¡treinta años!

En un principio, la idea era darle forma a un simple. Una porción de música grabada que sirviera para atenuar el vacío en el que parecía haber caído no sólo aquel cassette, sino El Vértice como entidad sonora. “Mezclándolo, cometí un par de errores. Estaba pensando en acortar el tema, pero puse unas cosas donde no tenían nada que ver. Y, sin querer, me salió una versión dub”, cuenta Martín. “Una sola flor” ya tenía dub y hasta video propio: acababan de activar un mecanismo que los empujó a dar un nuevo paso. “Entonces dijimos: ‘Hagamos un EP’. ‘Todo se parece a mañana’ salió bastante rápido. Y después apareció ‘La piel’”, dice el guitarrista, enumerando los temas. Fue por entonces cuando entró en escena Sergio Rotman, que subió la apuesta después de escuchar el material. “Hagamos un disco, pero necesitamos media hora de música”, los incentivó el integrante de los Cadillacs y El Siempreterno, que terminó ayudándolos a editarlo.

El de Rotman –ex Cienfuegos, grupo del que Gigio también formó parte en su comienzo– es uno de los apellidos que se repiten cuando ambos se ponen a revisar los inicios de El Vértice, que dio sus primeros pasos como trío. A mediados de los ’80, su base de operaciones se extendía desde San Isidro hasta Olivos. Se curtieron en ese caldo de cultivo que fue la escena punk encabezada por bandas como Los Laxantes, Todos Tus Muertos, Control, Instinto Primitivo y Valió La Pena. “Nosotros éramos muy amigos, teníamos una banda, éramos compañeros de división en el Nacional de San Isidro. Eramos muy precoces, porque con 15 años íbamos al Einstein, íbamos a ver a Sumo, íbamos presos”, sintetiza González. “Salimos del colegio en el ’86, ahí empezamos a tocar. Y antes ensayábamos los fines de semana. O sea que, en total, El Vértice duró del ’85 al ’89”, calcula Martín.

“Lo que hacíamos era muy raro para la época: rock minimalista, canciones con estribillos pegadizos. Nadie conocía a Lou Reed. ¡Nadie conocía a Bowie!”, se escandaliza, risueño, González. “Tocamos en el Parakultural y en La Esquina del Sol. Hicimos shows con Los Pillos y con Valió La Pena”, agrega Martín. “En el Einstein no llegamos a tocar, porque éramos muy pendejos. De hecho, me acuerdo de estar escondidos detrás de una columna, porque si nos veía Chabán, nos echaba”, completa González. ¿Cuánto de punk tenía El Vértice en aquella etapa primaria? “Eramos pospunks. El hardcore lo dejamos rápido atrás”, define Martín. “Ahora todo eso se ve mezclado, pero en esa época o eras punk o eras new wave”, aclara González. “Una vez discutí con unos punks, me decían que no podía escuchar a Spinetta. Y yo les contestaba: ‘Pero boludo, ¡Pescado Rabioso es punk!’.”

Casi nada de aquel universo de referencias setentistas u ochentosas parece haber quedado en pie tres décadas más tarde. Si algún desprevenido se toma el trabajo de escuchar las programaciones y el tratamiento que reciben la voz y las guitarras en “Todo se parece a mañana”, el tema que da título al trabajo, en el rincón que El Vértice administra en la plataforma Bandcamp, no podría sospechar ni remotamente cuál fue el punto de partida de toda esta historia. Y lo mismo pasa con el resto de las canciones. “Fue importante todo lo que aprendimos en este tiempo, porque pasaron más de veinte años de experiencia: crecimos como músicos, como autores, como personas”, destaca González. “Definitivamente, hay una conexión entre esta banda y la anterior. Pero no es tan fácil de descubrir: todavía estoy tratando de encontrar cuál es esa conexión”, completa Martín.

Hay un rasgo que define a Todo se parece a mañana: su carácter contemporáneo. “Esa fue la idea: no hay pasado”, coincide Martín. “Queríamos hacer un disco contemporáneo, que represente a dos personas de más de cuarenta que conocen el oficio. Algo que fuera lo más auténtico, legítimo y original posible”, sigue. Las canciones, dicen, terminaron de cuajar cuando las tocaron en vivo en diciembre pasado con Mario Siperman en teclados, Hernán Firpo en bajo, Leo Martínez en guitarra y Julius Solo en batería. El futuro de El Vértice, por ahora, es incierto. Martín ya regresó a Nueva York; González –que ganó cierto renombre en otros ámbitos cuando Hilda Lizarazu grabó su tema “Amapola”– retomó su propio proyecto. Lo que parece seguro es que Martín no volverá a ser atormentado por un sueño recurrente: “Cuando empecé a tocar con Tom Tom Club, tenía una pesadilla en la que llegaba a Buenos Aires y me reunía con El Vértice. Y yo estaba en el escenario, con el bajo, y no me acordaba de nada. ¡No sabía tocar ningún tema!”.

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