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Domingo, 5 de abril de 2015
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AL DENTE

PERSONAJES De a poco logra lo que siempre quiso. Fernando Dente está, desde que lo recuerda, obsesionado con lo popular. Así, ganó el protagónico en High School Musical, se convirtió en una promesa de la comedia musical, participó de Tu cara me suena y ahora desembarcará en Bailando por un sueño. Lo que más detesta, dice, es a los actores que no pueden compatibilizar lo masivo con el off: con Liza Minelli como ejemplo, a los 25 años y después de dirigir en el Maipo se lanza a la conquista del mundillo local.

Por Valentina Ruderman
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Fernando Dente tiene 25 años, acaba de confirmar que va a estar en la próxima temporada de Bailando por un sueño mientras hace las funciones finales del musical Casi Normales –que va por la número 400–, pero asegura en el lobby bar del Alvear Palace Hotel que por estos días lo que más le preocupa es salvar el legado de Liza Minnelli. “Las canciones eran espectaculares, pero las escribían Fred Ebb y John Kander; las obras las dirigía Bob Fosse y ella era la hija de Judy Garland, vecina de Frank Sinatra”, dice como si quisiera agregar un “así cualquiera” al final de la oración, aunque contra todo pronóstico remata: “Pero todos ellos antes de eso eran otra cosa”.

Y con eso no quiere insinuar que llegaron a ese lugar de privilegio por portar tal y cual apellido: va por otro lado. Va por su lado. Si Bob Fosse no nació Bob Fosse y fue un icono, él, que tampoco nació Bob Fosse, bien puede llegar a conquistar el mundo. “Me da vergüenza tener esa aspiración porque como plan es muy fracasable. A veces me escucho y sueno patético, pero ese norte me llevó a cosas espectaculares. Capaz no es River, pero todo lo que pase en el medio lo voy a disfrutar”, termina.

Si se hiciera una línea de tiempo que terminara en puntitos suspensivos y empezara en Flores a principios de los ’90, en el medio habría un poco de todo. Equitación los fines de semana con intención de convertirse en jinete profesional, un encuentro con el teatro a los 10 años en la colonia de invierno del Club Italiano, un pibito de 14 que se enfrenta a Hugo Midón para que lo mire para un rol en Derechos torcidos que era para alguien de 12, y un reality show de Disney, High School Musical-La Selección, que lo elige ganador entre miles, lo hace protagonizar una película que ven 800.000 adolescentes y lo convierte en la promesa de la comedia musical. Y no en cualquier momento, justo cuando éstas volvieron a ser “necesarias” con la compra de los derechos de títulos de Broadway como Hairspray y Sweeney Todd, entre otras, que llevaron su nombre en la marquesina.

En otra línea que corre paralela estaría la de convivir con padres que no se llevaban del todo bien y refugiarse mirando tele o llamando a Canal 9 para pescar algún casting (“¿Cómo hago para ser Pablo Echarri? ¿Qué viene antes?”) y quedarse huérfano antes de los 24. Primero falleció su mamá, cuando era parte del elenco de Despertar de Primavera, y después su papá, mientras estaba preparándose para dirigir su primera obra de teatro, Criatura Emocional. “Nunca me quedé un día entero en la cama, quizás debería haberlo hecho”, dice. “Me cuesta asumir la tristeza y me hago trampas, como salir a caminar por la calle en el Mundial durante un partido de la Selección, para darme cuenta de que no está todo bien.”

Después de años de hacer terapia y estudiar sus límites, se alimenta de la sensación de que no depende de nadie. “Veo los resultados laborales y entiendo que mi vida es eso. Mi felicidad va por ahí.” Así que mientras no ensaya o tiene función, no se preocupa por llenarse de vida social: tiene un círculo de amigos en el que entran desde la China Suárez hasta Violeta Urtizberea, y no anda mostrándose en eventos con sushi y paparazzi. Puede pasar el día entero viendo chimentos, yendo al cine solo –su plan favorito– y durmiéndose con las Kardashians en E! Entertainment de fondo.

Entre bandejas de plata con macarons de mil colores y música clásica, dice que tiene controlada su ansiedad y su incertidumbre, salvo cuando viaja a Nueva York y se convierte en una versión joven del personaje de Michael Keaton en Birdman, acosado por las luces de Times Square en calzoncillos. “Me desafía, me hace pensar si está bien lo que estoy haciendo y siento todo el tiempo que debo tener una revelación.” Y le habla a la ciudad: “Pará un poco. Dejame tranquilo un segundo”.

Después de protagonizar varias obras de calle Corrientes y grabar un programa de televisión en el que 4000 personas coreaban su nombre, se metió a estudiar en el Brío de Claudio Quinteros donde, paradójicamente, mientras se enamoraba de sus obras artesanales se convencía todavía más de su fascinación por la masividad: “Un día la mujer de Claudio, Nayla Pose, me dijo que no sabía cómo hacer para tentar a todo el mundo y no sólo al público típico del off. Escuché eso y casi le doy un beso en la boca”.

Todavía sin encontrar qué es eso que lo va a llevar a cantar en un estadio de fútbol, apareció en la tele los domingos por Telefe disfrazado de algunos que sí cumplieron ese objetivo. En Tu cara me suena, hizo de Prince, John Travolta y Freddy Mercury. “Te vi de Whitney Houston el otro día”, agrega el mozo cuando se acerca a la mesa. Claro, también le tocó imitar el tono casi imposible, oscurecerse la piel y pasearse en vestido de lentejuelas.

Su pesadilla es el actor desganado que en una audición de una obra de teatro dice que sólo iría a la tele si es para hacer un unitario. “Me da ganas de lanzar. Para mí no existen los ‘ahí no voy’. Por momentos me encanta dirigir a 50 artistas, como hice en la puesta del concierto de Gerónimo Rauch en el Maipo, y por otros me hipnotiza que griten Fer Dente, Fer Dente. De lo que sí estoy seguro es de que ser popular es poderoso.”

El quiere lograr ese prestigio argentino que, a falta de Hollywood, se mide en términos de invitaciones a la mesa de Mirtha Legrand y al living de Susana Giménez. “Si bien me encanta, me da pena que eso sea estar consagrado, quiero hacer algo para cambiarlo aunque primero tenga que ganármelo.” Quizás en el medio haya que bancarse los retos del jurado después de pasar por la pista de El Trece y que cada una de sus declaraciones sea malinterpretada con tal de levantar el rating de la programación de la tarde, pero no tiene miedo a convertirse en Vicky Xipolitakis. La explicación: “La exposición no te cambia, te muestra. Y yo no me tengo miedo, más miedo me da no hacer reír a Marcelo. Si termino haciendo show mediático, capaz es porque me volví loco y en el momento no me daré cuenta. No creo. Al fin y al cabo es un concurso de baile, no de Jenga, y yo sé bailar”.

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