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Oscuro y juvenil. Así define Juan Artero el camino en el que se va encauzando el sonido de Limbo Junior, su banda. Platense por adopción y parte de una generación renovada, que retoma la impronta musical tan característica de su ciudad, fraguada en barrios pequeños, aventuras cotidianas y el amor por la autoproducción y el intercambio artístico entre amigos, Juan y Limbo Junior tienen un recorrido que apenas se empina en los dos años de tocar juntos. A fines del año pasado la banda lanzó Club secreto, su disco debut, donde además de comprometerse con esa encantadora melancolía optimista tan local, se encerraron a grabar solos, intercambiaron instrumentos libremente –porque todos tocan un poco de todo– y también hicieron sus propias fotos y diseños para el disco. “La música es otra forma de amistad, hay cosas que sólo se llegan a compartir cuando tenés una banda de rock”, dice Artero, desde La Plata, el lugar en donde hace unos años se instaló para estudiar Comunicación Social y donde conoció a los integrantes de la banda, aunque su ciudad natal es Tandil.
De hecho, también los chicos que completan el cuarteto son oriundos de ciudades del interior, como Mar del Plata y Villa La Angostura. Aunque se podría pensar que están cargados de algunos aires, historias o sensibilidades de ciudades veraniegas o pueblos pequeños, los unen intereses y preocupaciones bien urbanas. “Nos conocimos de ir a ver recitales, principalmente. No reflejamos mucho la cuestión del pueblo en las letras”, cuenta Artero, que asegura que vivir en La Plata y escuchar las bandas de la ciudad, que son muchas y tocan todo el tiempo, es algo que los ha nutrido de una manera natural. “Además consumimos películas, libros, los intercambiamos y de ahí también obtenemos imágenes y material creativo. Compartimos cierta estética y ciertos temas, música sobre ciudades abandonadas. Ciertas pinturas o imágenes en situaciones de desolación. La idea es que nos educamos nosotros mismos y bajo esa misma lógica hacemos nuestras canciones.”
“Ya no hay olas para mí/ No sé si lo entendés/ chica de ciudad”, dice la letra de “La vida de Brian”, un tema sobre nostalgias del surf y ansias de formar una banda de rock, que funciona como cierre de un disco que se anima a establecer una mezcla orgánica entre el rocanrol guitarrero, sanguíneo y barrial y una pegajosa actitud pop de estribillos bastante inolvidables. Atravesando la melancolía citadina, las tribulaciones juveniles y el monólogo interior por el que se inclinan las letras de Limbo Junior, es esa actitud pop y su formato de canción prístino y bien coreable algo que encamina y diferencia su sonido. De hecho, la banda reconoce que una de sus experiencias memorables fue compartir escena con Cristóbal Briceño en una gira por el sur, uno de sus músicos predilectos y líder de los chilenos de Ases Falsos, que se comunicó con ellos después de escuchar su música. También cuentan que mientras grababan Club secreto estuvieron escuchando bastante pop trasandino, una referencia que excede la mística rockera platense más clásica. Los chicos son parte de una nueva oleada de bandas en la ciudad, y aprovechando ese ímpetu juvenil, forman parte de la organización de un festival que no por nada se llama La nueva sangre, donde se ocupan de traer bandas afines –extranjeras y argentinas– y donde comparten escena con otras nuevas bandas platenses como La Pérdida de Energía y Yo Nunca Fui a un Parque de Diversiones.
El grupo –que se completa con los hermanos Salvador y Juan Barcellandi y Axel Inda, todos estudiantes de cine y de diseño– terminó de fraguarse como tal cuando empezaron a grabar las canciones de Artero, que después de formar parte del clan de Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete decidió embarcarse en un disco solista que nunca vio la luz, pero que finalmente los convirtió en un grupo. “Durante un año y medio nos quedamos hasta tarde en un monoambiente, grabando canciones que nunca salieron. En la banda que formamos ahora es todo nuevo, fue como una forma de poner en práctica todo eso que aprendimos juntos, de elegir nuestros instrumentos después de probarlos y de encaminarnos a sonidos que nos gustan”, cuenta Artero. Al contrario del espíritu platense que celebra las pandillas y las aventuras de eterno ímpetu adolescente entre grandes grupos de amigos, los Limbo Junior se inclinan más por una sensibilidad introspectiva y de contemplación, que habla de la soledad en lo urbano y los amigos íntimos. “La Plata se caracteriza por esa forma de hacer las cosas en colectivo pero nosotros como banda somos más bien solitarios. Aunque escuchamos música de la ciudad y tenemos muchas bandas amigas, los cuatro somos bien ermitaños y tratamos de buscar formas de hacer las cosas solos. La soledad es muy importante para nosotros”, cuenta. Y aunque ya se posicionan como una de las bandas de proyección amplia, optan por no pertenecer a ningún sello y continuar con la idea de grabar su segundo disco –que ya está en proceso– por su cuenta y cubriendo entre ellos todos los roles que implica.
“Voy a dejar mi mente en blanco y olvidarme de todo”, es la primera frase de Club secreto, disco que bien condensa esta cosmovisión de independencia e introversión, y que además de su nombre adolescente y misterioso está cargado de letras sobre ciudades como desiertos, corazones como casas ardiendo, despedidas y funerales. Una dosis de desazón para agitar, o como ellos mismos definen: “Canciones sobre hermanos que ya no están, los días de oro, el pánico y los corazones rotos”.
Limbo Junior tocará en La Plata durante el mes de junio: el 6 en Milton Lugar y el 12 en Pura Vida, con el grupo chileno Medio Hermano. Club secreto se puede escuchar y bajar en el Bandcamp del grupo: limbojuniorlimbo.bandcamp.com
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