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Domingo, 7 de junio de 2015
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TESOROS NACIONALES

ILUSTRACION Durante 100 días, en coincidencia con el Centenario del Genocidio Armenio, el ilustrador Martín Vaneskeheian publicó en la web 100 imágenes propias que, en diferentes registros, temas, técnicas y soportes, están basadas en motivos y obras clásicas armenias. El proyecto, que pronto será plasmado en un libro, no tiene como fin la implícita conmemoración, sino que también es una celebración de la cultura armenia, su visión del mundo y su arte, que todavía espera ser redescubierto.

Por Santiago Rial Ungaro
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MUJER PAJARO

Cuando habla de su fascinación por la pintura de miniaturas de manuscritos iluminados medievales armenios, la cara de Martín Vaneskeheian se transforma.

Es entendible: la fe en la magia de los libros, la confianza en su poder, típica de los armenios, es una de las razones que lo llevó a arrancar con un proyecto enorme que solo podía devenir en “work in progress”: 100 años, 100 imágenes es un proyecto tan necesario como excesivo, una obra monumental e inconclusa que puede consumir el trabajo de toda una vida: desde el 15 de enero hasta el pasado 24 de abril, fecha en la que se conmemoró el centenario del Genocidio Armenio, Vaneskeheian publicó en la web un centenar de imágenes inconfundiblemente armenias e inequívocamente propias: dibujos, pinturas, ejercicios de diseño tipográfico, estudio de motivos decorativos o en muchos casos simples bocetos que dan cuenta tanto de su talento como dibujante como de cuál es su humilde y paradójicamente heroica intención: en sus palabras, la de “compartir una pequeña parte de un fabuloso tesoro espiritual y material que todavía está en parte enterrado, perdido y esperando ser redescubierto”. 100 años, 100 imágenes (100years100images.word

press.com), cuyo título en inglés se debe a que el proyecto está inicialmente dirigido a un público global de armenios distribuidos en los cinco continentes (los textos aparecen en español, inglés y armenio). Hijo de tercera generación de armenios llegados al país en los años 20 como consecuencia de las matanzas que los expulsaron de sus tierras históricas. Vaneskeheian (al que predeciblemente le dicen “El Armenio”) hace más de 15 años que viene estudiando por su cuenta la historia y la cultura armenia, fascinado por el simbolismo y los temas mitológicos y hasta por las creencias pre cristianas: en el 301 Armenia fue el primer reino en adoptar el cristianismo como religión oficial del Estado. “Armenia hoy ocupa sólo una décima parte de las tierras que históricamente habitaron los armenios durante por lo menos los últimos cinco mil años. Y suena a slogan, pero el país entero es un verdadero museo a cielo abierto: en cualquier lado podés encontrar una iglesia de 1500 años de antigüedad escondida en el bosque, o un ‘Jachkar’ (cruces talladas en bloques de piedra, un arte tradicional armenio declarado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco) del siglo VIII en una montaña, o excavaciones arqueológicas que descubren los restos de lo que fueron las instalaciones metalúrgicas más antiguas del mundo”. Las imágenes publicadas en el marco de la serie 100 años, 100 imágenes son en parte una selección de obras realizadas durante los últimos años, más algunas piezas creadas especialmente. Hechas con devoción pero también con cierto desparpajo, estas versiones en clave Pop cercanas también al comic de estos fragmentos de una cultura desconocida y antiquísima son también una manera sana y valiente de hablar de eso que no se habla: ese genocidio armenio sistemáticamente borrado y negado. Más allá de la variedad de registros, temas e incluso técnicas y soportes, a lo largo de la serie El Armenio cuenta que una parte de las imágenes son estudios de motivos u obras clásicas armenias. Vaneskeheian ya viajó dos veces a Armenia (la última vez participando del programa de voluntariado Birthright Armenia) y todo hace pensar que pronto va a volver. Cuando El Armenio habla sobre la decisiva influencia de la arquitectura armenia en el arte gótico (citando a Françoise Auguste Choisy, prestigioso historiador de la arquitectura francés), o sobre los manuscritos de Yotnagryank (un texto armenio antiquísimo que entre otras cosas es un tratado en el que combina el estudio de complejos sistemas de cálculo que se valían de los valores numéricos de las letras del alfabeto armenio complementados con información transmitida oralmente), se percibe que su orgullo armenio tiene fundamentos tan reales como misteriosos: “De alguna manera, mi intención al encarar este proyecto fue conmemorar el centenario del Genocidio Armenio, pero pensándolo no como un lamento por tanta muerte y tanta pérdida, lo cual está implícito, sino más como una suerte de celebración de la milenaria cultura armenia, de sus valores civilizacionales y su particular visión del mundo”.

Varias de las imágenes elegidas pertenecen a un ambicioso proyecto en el que Vaneskeheian viene trabajando hace varios años y que confirma su intención de reafirmar el aspecto más vital de la identidad armenia: una versión ilustrada en formato de novela gráfica de la epopeya nacional Davit de Sasún, que narra la historia de cuatro generaciones de héroes de una mítica familia real armenia.

“El Davit de Sasún es una relato épico que se transmitió por tradición oral, de generación en generación, hasta que se registró por escrito recién a mediados del siglo XIX. Actualmente se contabilizan más de cien versiones distintas de la epopeya, recopiladas antes y después del Genocidio de 1915. Me interesa mucho porque es un texto fundamental para aproximarse al tema de la identidad armenia, además de que tiene varios niveles simultáneos de lectura: por un lado es un compendio de los valores del pueblo armenio, de su cosmovisión: hay mucho sentido del humor, una ética rigurosa. Pero en otro nivel de lectura hay estudios que demuestran que el texto también es una especie de tratado científico, un compendio de conocimientos de astronomía, que en lugar de estar expresados en el lenguaje científico contemporáneo están codificados en forma de relato mitológico, pseudohistórico, en el que en última instancia lo que están haciendo es describir el movimiento de las constelaciones, el Sol y la Tierra a lo largo del año.” Fascinado con estas vastedades temporales, Martin recuerda a G. I. Gurdjieff, otro armenio errante y célebre: “Una de esas historias de Gurdjieff que más me impactó es cuando cuenta de que se sorprendió mucho cuando se descubrieron y descifraron las tablillas con el Poema de Gilgamesh, porque uno de los capítulos de la epopeya era casi idéntico, palabra por palabra, a una historia que su padre, que era ‘ashugh’ (algo así como un ‘trovador’ o ‘bardo’ armenio) recitaba de memoria en reuniones familiares y ocasiones festivas”.

SIX-THOUSANDS

Aunque el próximo paso probablemente sea realizar una muestra con estas obras la idea de hacer un libro resulta inevitable: “Es muy especial la relación de los armenios con los libros: siempre fueron considerados como tesoros. Todos los pueblos que invadían Armenia, árabes, persas, mongoles, turcos, todos, conociendo la reverencia que tenían los armenios por sus manuscritos, que solían guardarse en iglesias y monasterios, solían incluirlos en los botines de sus saqueos, para después pedir ‘rescate’ por esos libros. Y era la misma gente de los pueblos la que hacía colectas para pagar el rescate, recuperarlos y evitar que los quemaran o los destruyeran, porque los libros pertenecían al pueblo: eran los tesoros de la comunidad”.

100 años, 100 imágenes se puede visitar en www.100years100images.wordpress.com

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