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Domingo, 14 de junio de 2015
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AYER NOMÁS

Por Mariano Del Mazo

Hace 50 años Paul McCartney pronunciaba por primera vez en un estudio de grabación su frase más tanguera: “Creo en el ayer”. Extraña nostalgia para un hijo de la clase trabajadora: cuatro días más tarde apenas cumplía 23 años, ya era millonario y casi Sir y observaba cómo el planeta se rendía a sus pies. Extraña canción para una banda de rock and roll que venía de conquistar los Estados Unidos a caballo del beat de “I Want to Hold Your Hand” o “She Loves You”. Extraño caso el de la fama inusitada de una muy buena balada que no obstante –cuestión de gustos– no parece ser mejor que “Here, There And Everwhere” o “Blackbird” o “The Long And Winding Road”. Por esos misterios instalados en toda canción popular que trasciende de alguna u otra forma, “Yesterday” ostenta el record Guinness de versiones: tiene alrededor de tres mil interpretaciones. En esa licuadora cuantitativa conviven de Frank Sinatra, Bob Dylan y Marvin Gaye a Antonio Agri. Hasta John Lennon la destacó en la canción de odio post divorcio que le dedicó a su enemigo íntimo, “How do you sleep?”, cuando le vomitó: “Lo único que hiciste fue ‘Yesterday’”.

Salió en Help!, el primer disco de Los Beatles con algún rasgo dylaniano, rasgo notable en “You’ve Got to Hide Your Love Away” de Lennon. Por ese y otros motivos fue un disco bisagra. Los Beatles iban dejando atrás la etapa de flequillos uniformados para empezar a montarse a la contracultura que se olía desde San Francisco y mezclarse como los mejores en un torbellino de psicodelia, orientalismo, megalomanía, ambición, lisergia y excentricidad. Estaban en el punto equidistante entre el formidable fenómeno comercial y la medular revolución cultural que encabezaron.

El 14 de junio de 1965 Paul Mc Cartney entró al estudio con su guitarra acústica Epiphone Texan y grabó la canción en soledad. Esa misma mañana había metido la voz en “ I’ve Just Seen a Face” y “I’m Down”. No estaba cansado, todo lo contrario: le sobraba energía. Sabía lo que tenía entre manos: “Yesterday” era su obsesión desde la misma madrugada en que despertó sobresaltado con un runrún en la cabeza. La historia es conocida: Paul McCartney soñó la melodía una noche que se quedó a dormir en la casa de su novia, la actriz Jane Asher. Durante meses creyó que era una canción que ya existía. A cada uno de su entorno se la silbaba o tocaba para ver si le remitía a alguna otra melodía. George Martin finalmente lo convenció de que era una canción excelente, y no un caso de plagio inconsciente. Paul metió una letra improvisada con un título provisorio: Scrambled Eggs (Huevos revueltos). La canción decía: Scrambled eggs/ Oh my baby how I love your legs. Pasaban los meses y la letra no aparecía.

Durante el rodaje de Help! Paul no dejó de trabajarla. El director de la película, Richard Lester, estaba harto de la obstinación de McCartney y amenazó con retirar el piano del estudio de filmación. No hizo falta: el beatle no llegó a ningún puerto y desistió solo. El rodaje terminó y a fines de mayo los cuatro se tomaron vacaciones. Paul se fue con Jane a Albufeira, Portugal, invitado por Bruce Welch, guitarrista de los Shadows. Fue justamente con su guitarra que pudo terminar la canción. Welch se la prestó y así ingresó por la ventana en esta historia. Entre fados y vino verde Paul encontró y desarrolló el concepto de idealizar el pasado de una relación amorosa.

A John le gustó la letra. Y tanto él como George y Ringo opinaron que no tenían nada que hacer allí, que era absurdo grabarla como un cuarteto pop, que tenía que grabarla él solo. Paul se resistió: no concebía una canción de Los Beatles sin los cuatro. No era humildad ni mucho menos –por Dios– falta de ego: era sencillamente impensable. Eran tiempos con asperezas casi nulas, e indefectiblemente se priorizaba el mejor resultado artístico. La opinión de George Martin aportó la tercera posición: podía hacerse con un cuarteto de cuerdas. McCartney aceptó realizar una prueba, y lo único que pidió fue que los músicos no utilizaran vibrato, “que las cuerdas se escucharan planas”.

El 14 de junio Paul McCartney cantó de un modo extraordinario. Tres días después grabaron Tony Gilbert (primer violín), Sidney Sax (segundo violín), Kenneth Essex (viola) y Francisco Gabarro (chelo). No hizo falta mucho más. Todos quedaron conformes. Nadie notó en la mezcla que al 1’ 19’’ de la canción se oye en el canal izquierdo del estéreo un leve chirrido, probablemente el movimiento en la banqueta de uno de los integrantes del cuarteto de cuerdas.

Paul creía en el ayer. Algunos meses más tarde, en un disco de diciembre del mismo año, Lennon redoblaba la apuesta nostálgica y grababa “In My Life”. El duelo –combustible de gran parte de la obra compositiva de la dupla, maravillosa dialéctica– seguiría en otras dos catedrales de la melancolía, temas color sepia detenidos en el Liverpool de la niñez: “Strawberry Fields Forever” y “Penny Lane”.

El misterio de las causas del éxito furibundo de “Yesterday” persiste. Hay en su estructura cierta evocación a “Bésame mucho”. El bolero compuesto por la mexicana Consuelo Velázquez en 1942 era bien conocido por Los Beatles. Fue famoso en la Inglaterra de los finales de guerra, para referir a las despedidas amorosas entre los soldados y sus amantes. A instancias de Paul –fanático de esa canción– Los Beatles la tocaban a principios de los ’60.

“Yesterday” tiene la genialidad de la sencillez. Lennon, que se vanagloriaba de su vanguardismo en contraposición con la “cursilería” de McCartney (una idea falaz) contó, riendo, en 1980: “Voy a los restaurantes y los grupos siempre están interpretando ‘Yesterday’. Incluso Yoko y yo llegamos a autografiar el violín de un tipo en España, después de que él la tocara. ¿Cómo explicar que yo no escribí la canción? Supongo que el violinista no hubiera podido ir de mesa en mesa tocando ‘I’m The Walrus’”.

Hace exactos 50 años Paul McCartney grababa “Yesterday”. Difícil no asociar la acción a cierta idea de eternidad.

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