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Domingo, 5 de julio de 2015
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MúSICA. Entrevista al Sr. Chinarro, un clásico del indie español

HABÍA UNA VEZ UN CIRCO

Por Martín Pérez
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Al salir de La Biela, el bar donde antes de viajar a Buenos Aires le dijeron que tenía que sentarse a tomar un café, Antonio Luque confirma que el extraño nombre de su proyecto grupal es una suerte de homenaje al show de Gaby, Fofó y Miliki, aquellos payasos españoles que tuvieron un programa televisivo propio, y acompañaron la infancia de varias generaciones de niños tanto en España como en América. “El Sr. Chinarro era el nombre del actor que intentaba poner orden en el circo”, explica con una sonrisa. Y agrega, encogiéndose de hombros: “Aquí me ves, intentando hacer el mismo trabajo”. Clásico del indie español a pesar del curioso nombre, después de un cuarto de siglo y una veintena de discos el Sr. Chinarro ya es definitivamente Luque, el único miembro original, autor e intérprete de todas las canciones. El actual Chinarro confiesa no haberse encontrado nunca personalmente con el original, pero tiene amigos que lo han tratado, y le han contado que el veterano actor está satisfecho con el homenaje. “Es más: Miliki ya murió, pero le llegó a decir que incluso le tenía cierta envidia, porque él nunca había tenido una banda que llevase su nombre.” Un par de semanas atrás, Luque disfrutó de su debut porteño en el Centro Cultural Recoleta, prácticamente frente al bar donde se sentó a contar su historia, firme ante una cerveza en un feroz mediodía invernal al que aún le faltaba el almuerzo. “En realidad sería la cerveza de las tres de la tarde. O de las cinco. Pero con esto del cambio de horario, me cuesta llevar la cuenta.”

La historia del Sr. Chinarro coincide prácticamente con la del indie español de los ’90, una generación rocker que reinventó el género por allá, después del éxito y el posterior ocaso de la Movida. “Son las bandas que yo escuchaba, pero es como pasa siempre: o tocan en estadios o se separan. Así que los que vinimos detrás tuvimos que volver a inventar el circuito de clubes y bares para tocar. Además, no sabíamos tocar muy bien, y éramos conscientes de eso”, recuerda Luque, cuyo grupo fue uno de los pocos que intentó cantar desde el comienzo en castellano. “No éramos los únicos, pero es cierto que hubo algunos que ni les interesaba, y se contentaban con hacerlo sólo en inglés. Si es que se le podía llamar así, claro.” El gesto era un homenaje a los referentes norteamericanos y británicos de la época, que dentro de la generación de Luque habían reemplazado a los héroes de la infancia locales. “Después de haber escuchado sin parar con catorce años grupos como Aviador Dro, Ilegales o Golpes Bajos, me pasé a Sonic Youth o My Bloody Valentine. Y aunque aquella música hoy ya no esté tan bien vista, sigo diciendo que uno de los mejores conciertos que vi en mi vida fue uno de Dinosaur Jr, en el que tocaron temas de sus tres primeros discos: Una maravilla.”

Nacido en la térmicamente insoportable Sevilla, pero criado en Aljaraz, un suburbio que al tener un poco más de altura por las noches disfruta de un cierto alivio de temperatura, el padre de Luque era dueño de una planta de envasado de aceite, por lo que el hijo se dedicó a lo mismo cuando tuvo edad de hacerlo. Y mientras tanto siguió con lo de la música, algo en lo que había descubierto ser bueno gracias a la fiebre de los Casiotones, esos pequeños teclados que asegura estaban en todas las casas cuando niño. “Así como quien juega bien al futbol y tiene una pelota propone todo el tiempo salir a jugar, yo me di cuenta de que sacaba fácil todas las canciones, así que proponía jugar con los Casiotones. Un día propuse armar una banda, y es lo que vengo haciendo desde entonces”, resume Luque, que recién se planteó dedicarse a pleno a la música a sugerencia de J, el líder de Los Planetas, cuando le produjo El fuego amigo (2005), un disco que parte al medio su discografía, dejando de un lado la etapa indie y del otro una época más profesional, cada vez mejor producida y con la voz bien al frente. La atravesó en un principio acompañado por quienes luego formarían el grupo Maga (“Los mejores músicos de Sevilla”, asegura), y más tarde ayudado por grupos valencianos como La Habitación Roja o Maronda. Los ahora ex Maga están de regreso en el mundo Chinarro, y con ellos tocó en el Emergente porteño –y también en Rosario y Córdoba– un extraordinario repertorio basado en Perspectiva caballera (2014), su último disco, pero también en temas que son a esta altura clásicos como el pegadizo y cómplice “Una llamada a la acción”, de Presidente (2011) o el extraordinario “Los amores reñidos”, de Ronroneando (2008).

Con la zanahoria por delante –así es como denomina tener un contrato discográfico en ciernes y un nuevo repertorio por componer–, Luque ha dejado de lado la literatura, a la que llegó por lo que él llama una burbuja editorial, que llevó a los editores a salir a buscar talentos. A partir de lo que leyeron en su blog de la megalibrería Fnac recibió una propuesta, y decidió intentarlo durante un tiempo en que no se metió a grabar discos, entre 2008 y 2011. “Edité una novela y un libro de cuentos, pero seguí viviendo de los recitales”, confiesa, y con eso explica las razones del regreso a un oficio que le da más satisfacciones pero en el que aún se confiesa inseguro, a pesar de que viene publicando un disco por año desde su regreso. “Creo que lo hago para romper esa inseguridad”, asegura Luque, que intenta sobrevivir apostando por un estilo en un medio en el que acaba de cerrar la versión española de Rolling Stone. “Me preocupa más que para un site como Jennaispop, que supuestamente cubría este tipo de cultura, sea noticia el disco de algún jovencito que aparece en un programa de televisión. Y peor aún cuando esa noticia es la más vista del site. Porque entonces todo se iguala hacia abajo. Estamos yendo hacia la ruina cultural más increíble en España”, se indigna Luque, empinando su cerveza del mediodía, de las tres, de las cinco, decidido sin embargo a seguir haciendo canciones. “Mi única preocupación es hacer una buena canción”, asegura. “Ese es mi trabajo, a eso me dedico. Todos los días cojo la guitarra como quien coge un cedazo y busca oro en el río. Yo voy a seguir buscando oro, lo encuentre o no.”

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