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Domingo, 27 de septiembre de 2015
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Teatro > Isla Mauricio

BROADWAY, ALMAGRO

Con dirección de Alejandro Casavalle, se estrenó en Hasta Trilce Isla Mauricio, de la exitosa dramaturga de Broadway y guionista de televisión Theresa Rebeck. La pieza es un thriller sobre la filatelia –y pone la mirada en esa solitaria obsesión que es el coleccionismo– pero el desafío es montar en el circuito independiente una pieza proveniente del teatro comercial, con una estética diferente y un planteo distinto sobre el valor que se le da al teatro.

Por Mercedes Halfon
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El coleccionismo ha sido motor de una serie de relatos apasionantes. La acumulación, la belleza de la serie, de lo igual y siempre diferente, la miniatura, la búsqueda siempre renovada por objetivos inalcanzables. Tiene algo infantil y, a la vez, algo maníaco. Juguetes antiguos, monedas, zapatos, libros, estampillas, autos, y muchísimas otras colecciones más excéntricas aun, obsesiones de un solo hombre. Todo ese imaginario, las aristas más crudas del mismo, despliega Isla Mauricio, la obra de la dramaturga norteamericana Theresa Rebeck que se estrena por primera vez en el teatro Off de la mano de Alejandro Casavalle.

Y esto es toda una rareza. Casavalle viene de hacer Reducción –una de las únicas, sino la única obra teatral que se hizo en el Malba, más específicamente en los baños del impoluto edificio–, Pornodrama, Una tragedia Argentina, y más recientemente, La palabra mecánica pieza breve dentro del exquisito y siempre renovado ciclo Teatro Bombón. Rebeck por su parte es una dramaturga multipremiada y ampliamente producida en los Estados Unidos y en el extranjero. Sus obras se han visto en Broadway y Off-Broadway. En TV, ha escrito para LA Law, American Dreamer y Third Watch; fue la creadora del drama Smash de NBC y de Law and Order. Hasta ahora en Buenos Aires se había visto una sola pieza suya, Los elegidos en 2013. Fue en el paseo La Plaza, el espacio predilecto para las piezas del Off Broadway que llegan hasta acá y son interpretadas por figuras de renombre, en escenografías tan espectaculares que dan ganas de vivir en uno de esos livings. Esta pieza no fue la excepción: dirigida por Daniel Veronese, con Jorge Marrale y Benjamín Vicuña como cabezas de elenco.

Por todo esto es que resulta tan raro ir hasta el barrio de Almagro, a un teatro como Hasta Trilce –un espacio bello y rústico donde el tipo de propuestas que se hace es más experimental– a ver esta autora que viene de brillar en las marquesinas de la avenida más teatral del primer mundo. Casavalle cuenta: “El texto me llegó a partir de Carolina Darman, la actriz y productora de la obra. Yo ya conocía el trabajo de Rebeck, había visto en Nueva York algunas obras. En general se trabajan en las universidades de teatro, es una autora muy local en NY, como si fuese para nosotros, entre muchísimas comillas, Tito Cossa. No tiene un perfil tan internacional como otros autores contemporáneos. Darman se interesó en Rebeck por eso, pero buscó una obra que pudiera generar alguna empatía con nuestro público. Y ahí es que apareció esta obra por su tema con la filatelia”.

Y es que los coleccionismos pegan en un lugar que puede atravesar una experiencia colectiva. Hasta hace algunos unos años los álbumes de figuritas eran un clásico de la infancia, un hito donde fácilmente podemos identificarnos: la alegría de abrir un paquete nuevo, la frustración al toparse con la dificultad de las célebres figuritas difíciles y todos los mitos que alrededor de ella se tejían. Mucho de esto plantea la obra. Dos medio- hermanas (Carolina Darman y Antonella Scattolini) se ven envueltas en una disputa en torno a qué hacer con una vieja colección de estampillas heredada luego de la muerte de su madre. El singular patrimonio representa distintas cosas para cada una de ellas. Pero más allá de la pugna entre las chicas el objeto en cuestión constituye una invaluable pieza para un grupo de coleccionistas (Juan Luppi, Abian Vainstein y Ramiro Vayo) que están dispuestos a cualquier cosa con tal de quedarse con los sellos postales.

Todo esto contado como un thriller en el que todo el tiempo queremos saber qué va a pasar con ese álbum que se toma con pinzas y va pasando de mano en mano. Casavalle dice que ese universo de intrigas le interesaba particularmente por cómo planteaba, de un modo metafórico, el tema de los valores que se construyen alrededor de ciertas piezas. Y cómo esto también podía iluminar los valores que se manifiestan en el teatro argentino en torno a lo comercial y lo independiente: “Hay ciertas analogías que se pueden establecer. Para nosotros poner en el circuito independiente a una autora de Broadway cuyas obras salen 200 dólares la entrada allá y no menos de 350 pesos acá, ya está planteando una disputa por el valor que le damos al teatro. A nosotros nos interesa el texto, cómo está contado y lo que permite en términos de actuación una obra como esta. El desafío fue ponerla a la manera del teatro independiente y ver cómo resistía. Cómo se puede contar desde una estética que no sea como son las obras del teatro comercial que te van a plantear una escenografía completamente mimética. En esas obras el valor está puesto en la inversión, la gente paga una entrada cara en la que está pagando al actor, a la escenografía y eso pareciera ser lo que vale la obra. Para nosotros lo importante es lo que sucede arriba del escenario, no en el valor de la entrada.”

Es este sentido lo que hace interesante Isla Mauricio. El trabajo con el espacio: mínimos elementos que se van transformando levemente, cambiando de frente, para construir los diferentes puntos de vista que plantea el relato. El trabajo que hicieron con el texto también es desafiante. La obra dura poco menos de dos horas y no tiene intervalo. Esa suele ser la duración de las obras de teatro de Broadway –2.30 con intervalo– y si bien en Buenos Aires hay poco hábito de ver piezas con esa extensión, se permitieron hacer la prueba y claramente salieron airosos. La historia tiene tal nivel de magnetismo, de intriga, de complejidad bien llevada a destino, que nos permite seguir adelante.

Por otra parte los actores encarnan sus personajes con una energía y una singularidad que por momentos hasta logra pasar por encima del texto. Actores que se formaron en un tipo de teatro puntual, el del Método de Lee Strasberg y que en esta obra se logra desplegar. Casavalle: “Para mí es de esas obras que además de permitir estas actuaciones, facilitan acercarse al teatro, es un tipo de teatro que alguien joven que está haciendo sus primeros pasos como espectador va a disfrutar. Nosotros no tenemos una cultura de thriller en el teatro y esta obra lo tiene. Tiene un ritmo que un espectador que está muy acostumbrado a ver series va a decodificar enseguida”.

Volvemos a la rareza que implica ver una obra de Broadway en un espacio como Hasta Trilce. Una rareza que puede ser muy fructífera en los pactos nuevos y siempre cambiantes entre obras y espectadores. Como concluye Casavalle: “Hacer obras de este tipo es un aporte al circuito independiente, acerca y entusiasma, el que llegue a verla probablemente después al teatro. Antes en Buenos Aires se estrenaban piezas de Arthur Miller o Neil Simon en el Off. Ahora a las nuevas generaciones de dramaturgos parece que no se los puede hacer por el monopolio que hay con los derechos de autores internacionales en Argentina. Es muy difícil acceder a estos autores desde otros lugares, otros circuitos. Pero creo que estaría bueno discutir eso, acercarse a autores y dramaturgos de Estados Unidos, de Inglaterra, España, México o cualquier lugar que permita pensar otros teatros, otros modos de actuación. Ojalá se pueda continuar”.

Isla Mauricio se puede ver los miércoles a las 21 en Hasta Trilce, Maza 177. Entradas: $130. Reservas: 4862-1758.

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