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Domingo, 18 de octubre de 2015
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Fan > Un artista elige su obra favorita: Javier Barilaro y "Money creates taste" de Jenny Holzer.

LAS PALABRAS NUNCA ALCANZAN

Por Javier Barilaro
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Les presento la imagen: significa “el dinero crea el gusto”. Es de una obra de Jenny Holzer, Truisms –podría traducirse como “verismos”–, desarrollada en múltiples formatos, muchas frases, algunas de su autoría, otras del refranero popular de su país –es estadounidense–, desplegadas en infinidad de medios. Vía pública, un cartel en Wall Street, carteles luminosos dentro de museos, proyecciones gigantes en puertas de los mismos, en un estadio de basketball de la NBA, en remeras, libros recopilando su obra, este artículo... Si quieren ver otras frases tan jugosas como esta –“Private property creates crime / “La propiedad privada creó el delito”, por ejemplo– lo lograrán fácilmente googleando su nombre.

Estaba en la bienal 2006 de San Pablo, en Brasil. Ahí me encontré un libro de título Proteja-me do que eu quero –pintado con el estilo conocido como “fileteado porteño” en la parte de atrás de un camión–, protect me from what I want, protéjanme de lo que deseo. Lo llevé para acá y para allá por años. Está subrayado, anotado, manchado de pintura. Muchas de esas frases me quedaron retumbando, especialmente las más complicadas de traducir, teniendo de referencia a las frases en inglés y portugués. Pero a mí me interesó desde siempre la introducción de texto en obras de arte, tanto que me volví diseñador gráfico, no para vivir de eso y pintar lo que me gusta, sino al revés, diseñar lo que me gusta y pintar para vivir. Así que estudié el slogan, el refrán, el haiku, el limerick. Frase corta idea larga, para incluir en la imagen.

En uno de esos momentos conversacionales en donde la chispa etílica desata la lengua, relacioné que a la religión hebrea se la llama “religión del libro” en Irán, con la frase espontánea “todos los que usan anteojos son judíos”. Porque todos los que amamos los libros terminamos usando anteojos. Imagínense que a una afirmación tan polémica nunca la publicaría en un diario. Ahí se enteran por qué cuento esto. Termina la Bienal, sigo en San Pablo. Me piden que proponga algo para hacer con los Eloísa Cartonera de allá, que se pusieron de nombre Dulcinéia Catadora, en un centro cultural. Hay dos paredones enfrentados para usar. Listo, dos frases sacadas de contexto del libro éste. “As palavras costumam ser inadequadas”. En el paredón opuesto “As palavras me aceitam como sou”. ¿Las palabras tienden a ser poco adecuadas? ¿Las palabras me aceptan como soy? Más bien “las palabras nunca alcanzan”. Las palabras no nos alcanzan para explicar el contexto, pero nos liberan para inventar.

Año 2010. Me invitan los Yo No Fui –ONG que articula ideas de artistas para hacer la vida de presos y ex presos más positiva– a hacer algo en la cárcel de mujeres. Propongo hacer murales con tizas, dado que en la cárcel para qué querés terminar un mural, mejor rehacerlo cada quince días, y de paso te ahorrás gasto en materiales. No lo logro, termino metido en el taller de plástica. Me asignan mujeres de 18 a 21 años. Obviamente para ellas soy trolo, tengo anteojos y ganas de explicarles por qué dibujar y pintar está bueno. Cada vez que voy, tres cuartos del tiempo juntos consiste en lograr su atención. Recién logro un vínculo más duradero cuando les muestro el libro en cuestión. Una de las chicas, la más graciosa, encuentra en el libro una foto en la que sobre el capó de un patrullero está la frase, en italiano, “L’umorismo é una liberazione”, ¿qué es eso de liberazione? me pregunta. El humor libera, le respondo. Desde esa frase me siguió la corriente, y ella, líder, atrajo a las demás. La comprensión de texto deficiente encarcela, el humor libera. Vivan las palabras, las frases, los libros.

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