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Domingo, 14 de febrero de 2016
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Luis Felipe “Yuyo” Noé

YUYO EL JOVEN

Protagonista central del arte argentino contemporáneo, Luis Felipe “Yuyo” Noé dio a conocer una obra tan singular como monumental y que le llevó organizar y configurar los últimos once años: Mi Viaje y Cuaderno de bitácora, publicados por el Ateneo juntos en una hermosa caja que los contiene, son los dos tomos en los que Noé traza su proyecto creativo con reproducciones de pinturas, dibujos, fotografías, artículos propios y ajenos, reseñas a favor y en contra, reportajes y autorreportajes, debates, catálogos de muestras y subastas, desde los tiempos en que junto a Jorge de la Vega, Rómulo Macció, Antonio Seguí y Ernesto Deira constituyeron el movimiento de la Nueva Figuración hasta los trabajos e investigaciones más recientes sobre la ruptura de las formas y la fuerte impronta de colores fulgurantes. Entre el caos como concepto estructurante de la vida y la obra, la ruptura de la unidad de la obra como divisa, Noé creó una cosmogonía única y revolucionaria. En esta entrevista reconstruye el largo recorrido que aun persiste detrás de la búsqueda de un arte que se amasó con imágenes, puntos, líneas, colores y palabras.

Por Marina Oybin
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NOé EN PARÍS, 1980.

A los 82 años, Luis Felipe “Yuyo” Noé tiene una vida intensa. Viaja, da charlas, crea, recorre el mundo. Su agenda es vertiginosa. Es la una de la madrugada del día en que acaba de presentar en el Pabellón Argentino de la Ciudad Universitaria en París Mi Viaje y Cuaderno de bitácora, dos tomos que integran su monumental obra autobiográfica. Siempre cálido, Noé no duda: es su mejor momento para conversar, primero por skype, después por teléfono, desde la casa de una amiga en París, donde vivió once años, y ahora están sus hijos, Gaspar, conocido director de cine, y Paula. Todavía no conoce la gran noticia que recibirá unos días después y que lo sorprenderá apenas llegue a su casa-taller de San Telmo, antes de emprender otros viajes: el hallazgo de sus obras robadas. Su verano incluye unos días en la costa, en la casa de su amigo el escultor Pájaro Gómez, una visita con una amiga a los glaciares y a Ushuaia y, luego, el Norte del país. En marzo volverá a la Argentina.

Noé es un personaje central en el arte contemporáneo argentino. Es uno de los artistas más queridos y consagrados. Arrancó como periodista. Escribió en los diarios El Mundo, El Nacional, La Razón y La Prensa (en la época en que hizo su primera exposición). Vivió en París y en Nueva York. En los años sesenta, junto con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, formó parte de la Nueva Figuración. Realizó más de cien exposiciones en Nueva York, París, Amsterdam, Madrid, entre muchas otras ciudades. Obtuvo el Premio Nacional Di Tella (1963), la Mención de Honor en la Bienal Internacional de Grabado de Tokio (1968) y el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (1997). Representó a la Argentina en la Bienal de Venecia de 2009. Referente de las nuevas generaciones de artistas, dirige con Eduardo Stupía, con quien hizo obras a dúo, el proyecto La línea piensa, centrado en el dibujo.

Mi Viaje y Cuaderno de bitácora integra un impresionante volumen autobiográfico de mil páginas en dos tomos juntos pesan cinco kilos editados por El Ateneo. Con la intención de trazar un panorama de su trabajo artístico y de su proceso creativo, Noé comenzó esta obra autobiográfica, que le demandó once años y que por su extensión se convirtió en un volumen de dos libros presentados en una hermosa caja.

Cuando se exilió en París, Noé metió contrarreloj lo que pudo en un baúl. Se fue en barco, luego viajó su familia. A pesar de que mucho material documental y hasta obras enteras se perdieron entre viajes y mudanzas, para este colosal volumen desató la tarea ímproba de rastrear y ordenar todo el material que encontró. Unas quince obras suyas de gran tamaño se perdieron definitivamente. Estaban en el taller de Deira que había sido demolido por la prolongación de la Avenida 9 de Julio. “Una persona que conocíamos muy bien con Deira se había comprometido a sacar las obras, no voy a decir su nombre. No lo hizo, y las obras desaparecieron con la demolición”, recuerda Noé desde París, aún apenado.

FIGURATE

LA NATURALEZA Y LOS MITOS Nª , 1975. COLECCIóN

Noé se propuso contar su trayectoria artística completa más allá de la Nueva Figuración (denominación que, hay que aclarar, nunca le satisfizo). El grupo fue protagonista de un quiebre de época: exploró nuevos lenguajes artísticos, buscó una forma superadora de la oposición entre figuración y abstracción. Y revolucionó la pintura local. “La Nueva Figuración fue una disyuntiva de una época: hoy no tiene sentido. Todo el mundo cree que uno vive en la casa donde nació. Todo termina siendo una guía de teléfono con números equivocados porque se refieren a lo primero: te clasifican”, Al comienzo, si bien la Nueva Figuración argentina ya integraba un grupo, apuntó a formar un movimiento. Les propuso a varios artistas que se sumaran: Greco y Seguí dijeron que no por considerarse abstractos; Juan Carlos Distéfano no aceptó ya que estaba abocado al diseño gráfico; Jorge Demirjian y Miguel Dávila declinaron la invitación por figurativos.

Noé recuerda que en 1963, en el momento más prolífico del grupo, no les importaba para nada vender sus obras: a tal punto que de la Vega, después de unas copas de más, frustró una potencial venta con un comprador norteamericano interesado en una obra suya. Los cuatro pesos pesados trabajaban con absoluta libertad y hasta intervenían las obras de los otros. Dos años después el grupo se disolvió. Macció tomó la decisión: “Para él –cuenta Noé– el grupo había cumplido su sentido mientras que para los tres restantes recién comenzaba a dar réditos”.

Noé nos deja un fabuloso legado en vida. Hay que tener coraje para vérselas con algunas heridas. No es frecuente que un artista haga su propio cuaderno de bitácora. Cuesta apartarse de este volumen que reúne más de 170 obras reproducidas con excelencia; artículos de revistas y diarios; textos y extractos de ensayos de los más importantes especialistas, historiadores del arte, intelectuales y artistas; y la voz de Noé, claro, su análisis, sus reflexiones, sus recuerdos. Entre el riquísimo material, se incluye gran cantidad de fotografías inéditas, portadas de catálogos, comentarios de las muestras, subastas, debates, cartas a sus padres y amigos, las conmovedoras palabras de colegas, reportajes y hasta autorreportajes (como uno con foco en la función del artista en América latina).

En una carta escrita a sus padres en Nueva York en 1966 Noé les cuenta que se reunía con Antonio Berni casi todos los días: “Me siento cómodo con él como si fuera un muchacho. Mejor dicho, con poquísima gente de mi generación me entiendo tan bien como me entiendo con él”. Hay también una carta firmada por su “amigo Berni” en la que le anuncia una “noticia bomba” sobre su futura muestra en Nueva York.

EL ESTRICTO ORDEN DE LAS COSAS, 2006. COLECCION PAULA Y GASPAR NOE

Noé no elude poner en discusión y en contexto escritos virulentos contra la producción de la Nueva Figuración y, luego, ya disuelto el grupo, sobre su propia obra. En el volumen figuran, por dar un ejemplo, comentarios sobre un artículo cero elogioso de Hilton Kramer, crítico de arte en The New York Times, sobre su muestra en 1966 en la galería Bonino de Nueva York. En una carta, Noé les detalla a sus padres algunos errores del periodista. Figura también el intercambio con Jorge Romero Brest en el periódico El Mirador. Brest acusaba a Noé, de la Vega, Macció, Deira y Antonio Seguí de integrar una generación que sólo producía en el extranjero. Con un extenso texto que empieza afirmando que la cuestión no es estar o no en el país de origen sino no desarraigarse, Noé le contesta con altura en el mismo periódico. “Enraizarse –sigue Noé– no significa para los latinoamericanos quedarse en sus países, sino mucho más: comenzar a elaborar, en lo posible dentro del continente que les es suyo, una misma aventura cultural. Nuestra aventura cultural será grande en la medida en que rompa fronteras”.

En Cuaderno de bitácora, es posible conocer las internas de Noé con uno de sus galeristas, los viajes y su mirada sobre la obra de algunos colegas. Para Noé, Greco simbolizaba la liberación del prejuicio. A Jorge de la Vega lo define como su alter ego: cuando se encontraron en Nueva York, se sorprendieron al descubrir que habían llegado a las mismas distorsiones de la figura humana. Para Noé la apariencia lúdica de su amigo era una burla sobre la apariencia. “La libertad de Jorge no residía en un nuevo individualismo sino en un profundo sentido ético de la sociedad como cuerpo conflictivo. Por eso se negó a participar en la Bienal de San Pablo en 1969 como repudio a la dictadura militar brasileña”.

Hay también en Cuaderno de bitácora anécdotas jugosas como la inesperada reacción de De la Vega aquella vez que Noé se quedó toda la noche trabajando en el taller y a la mañana, expectante, le mostró el resultado: era su famosa Mambo (1962).

Mi Viaje Cuaderno de bitácora incluye desde textos analíticos hasta experiencias bien personales como un encuentro casual de Noé con Alejandra Pizarnik, el 31 de diciembre de 1971, en un bar de Coronel Díaz y Santa Fe. La había conocido por intermedio de Marta Minujín en París. Se sentaron, Pizarnik tenía muchas ganas de contarle algo que le había ocurrido. Unos días atrás, cuando leía en su casa, terminó teniendo sexo telefónico con un admirador que llamó para conversar sobre sus poemas. Más tarde, ese mismo día, tuvo sexo con un “efebo” que fue a su casa interesado en su colección de novelas eróticas. “No la volví a ver. Me llamó después para invitarme a una reunión a la cual no pude ir. Luego fui yo quien la llamó y me dijo algo así como que no se sentía bien y que no veía a nadie. Una semana después me enteré de su suicidio”. Entre esas experiencias personales, Noé cuenta cómo en sus sesiones terapéuticas mientras hablaba dibujaba sin pausa “como los chicos”: así redescubrió el lenguaje de la línea y se reencontró con la pintura y la imagen en una época en la que “estaba demasiado politizado”.

Noé nos acerca además al impacto que tuvo la noticia de la Guerra de Malvinas en el exilio, y a la emocionante despedida con Deira en París, en 1985, cuando el cáncer volvió para hacer estragos.

CAOS SIN FINAL

RECUERDO DEL DILUVIO, 1986. GRAN PREMIO FUNDACIóN FORTABAT 1986. COLECCIÓN PARTICULAR, BUENOS AIRES

El caos –paradójicamente– estructura la vida y obra de Noé. Para el artista, el caos no es desorden sino el verdadero orden de las cosas en estado permanente de movilidad: “El concepto de orden no sirve porque es estático y parcial. Asumir el caos en el campo de la imagen es entender la dinámica abstracta sin excluir la concreción individual”.

Apenas el niño Yuyo al que definían como tímido, nervioso, torpe y tartamudo vio más allá del hogar, comprendió que había “un mundo que se conmovía”. Esta sensación se profundizó con el surgimiento del peronismo: “Mis padres eran profundamente antiperonistas. Pero, poco a poco, fui percibiendo que quienes me hablaban de democracia y del gobierno de la mayoría estaban del otro lado: eso me produjo un rompimiento de conciencia”. El joven Yuyo, a pesar de su timidez y de sentirse más protegido en el aislamiento del hogar, se sumó a la vida política: “Iba a todas las manifestaciones peronistas porque me atraían sensorialmente, como cosa de ruptura, pero ideológicamente todavía funcionaba como antiperonista”. Ligado a ruptura en la vida y en el arte, el caos, tal como lo concibe, conjuga situaciones contradictorias. Condensa vitalidad, más aún es lo único vivo. Casi autodidacta, Noé apenas estudió poco más de un año con Horacio Butler, a quien admiraba como colorista y quien también levantaba el estandarte de la unidad en la pintura. “Cuando comencé a pintar y me hablaban de la unidad, pensaba ¡de qué unidad me hablan!”.

Desde sus inicios, Noé quebró estructuras en el arte: unos días antes de la primera muestra del grupo de la Nueva Figuración en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), en 1963, propuso reinventar el arte argentino. Sin vueltas, llamó a correr riesgos: “En las artes plásticas, Argentina está a la zaga de Europa. Allá prefieren la autenticidad aunque sea equivocada. La Argentina, antes que nada, tiene que inventarse a sí misma. Y para eso tenemos que correr todos los riesgos: errores, bodrios, si fuera necesario. La pintura argentina no existe: hagámosla”, disparó.

Entre 1962 y 1964, los últimos resabios de cristianismo aparecieron en sus obras. A Noé lo desconcertaba que su padre conservara, a pesar de su liberalismo político, un catolicismo formal. Es que su padre llevaba a la familia a la iglesia: quería que los niños Noé tuvieran formación religiosa; eso sí, él se quedaba afuera. “Ese sistema de contradicciones construyó mi personalidad”, dice. Y recuerda que lo marcó tanto que de adolescente llegó a decirle a su madre que quería entrar en la orden de los benedictinos. “A los 17 años tuve un amigo que me influyó a ser católico con tutti. Con el peligro de serlo con todo porque eso me llevó hacia una derecha católica. Después tuve una salvación: me fui hacia un catolicismo de izquierda. Fui uno de los primeros que fundaron un grupo católico de izquierda. Después dejé de serlo”.

RACATAPATÁN, 2002. COLECCIóN PAULA Y GASPAR NOé

Noé indagó en su planteo sobre la asunción del caos. Exploró con espejos planos y cóncavos con los que reflejó el mundo real de modo distorsionado, alienante. “Todo el desarrollo actual de mi obra como pintor ha tenido hasta el presente, como constante, la de ser una búsqueda de una nueva imagen del hombre capaz de involucrar su vitalidad y la realidad caótica y polifacética que en la actualidad lo rodea”, escribió en 1967.

Noé, uno de los más singulares artistas argentinos, capaz de intervenir como teórico, intelectual y maestro, marcó a varias generaciones. Desde sus obras tempranas en las que experimenta con la ruptura de la unidad, Noé no deja de conmover y asombrar ni pierde la capacidad de asombro. Propuso una nueva imagen de la realidad. Desde Paquete Mantegna (1964), donde rompió el marco del cuadro y fragmentó el famoso Cristo en escorzo del pintor del Quattrocento, la clave de su obra es quebrar fronteras, experimentar, tensar los límites, revertirlos.

Acido, certero, sensible, Noé se metió como pocos con la historia argentina. Buceó en el siglo XIX y el XX, incorporó potentes guiños: desde la Serie Federal (1961) hasta instalaciones como El ser nacional (1965) e Instauración institucional (1994).

A ritmo fugaz su paleta mutó. Con colores fulgurantes, luminosos, cargados de materia, su caos es al tiempo estetizante: una especie de tempestad de belleza fascinante. En sus pinturas e instalaciones habita un exuberante barroquismo. Las fuerzas que acechan al hombre, sus propios monstruos deformantes, están en carne viva, ahí, en el lienzo. Con texturas y colores fabulosos, Noé crea una cosmogonía única, revolucionaria.

Su obra, sus reflexiones teóricas, sus libros (Antiestética, Una sociedad colonial avanzada, Códice rompecabezas sobre Recontrapoder en cajón desastre, entre muchos otros), su rol como curador y como maestro (Leandro Erlich, uno de los artistas argentinos con mayor proyección internacional fue discípulo suyo; Noé fue su director de beca del Fondo Nacional de las Artes) tienen impacto potente sobre el arte argentino.

Escribir una biografía es vérsela también con ausencias que lastiman, como la de Nora Murphy, su mujer de toda la vida. Apenas unas horas después de que muriera, Noé fue a la inauguración de su muestra Visiones/revisiones, en el Museo de la Universidad de Tres de Febrero. Entre lágrimas, le dedicó la muestra. En Cuaderno de bitácora figuran poemas suyos dedicados a ella, escritos en los años cincuenta. Tomadas con medio siglo de diferencia, hay dos fotos de ellos abrazados: se los ve felices. A corazón abierto, Noé escribe: “La amé profundamente, más allá de los inesperados que a veces nos distanciaban. Con ella aprendí la estructura de la movilidad y por ella tal vez hablé luego del caos como estructura, aunque ella estaba por encima, como observando y cuidándome del caos que a veces me arrastraba”.

“El caos parece lo opuesto a toda estructura pero, si algo es, es una estructura aún no entendida como tal, por eso se la confunde con desorden –dijo Noé en 1991–. Caos es una estructura compleja de unidades diferentes e independientes. Cuando se comprenda, esa complejidad parecerá ordenarse, de lo contrario es caótica. En tal sentido el caos es siempre gestativo, es un orden implícito. Asumir el caos es asumir ese orden al que nos negamos en defensa de uno anterior. Una civilización es el resultado de un orden asumido. La barbarie es el caos aún no asumido, porque al hacerlo equivale a entenderse como orden”.

Cuando se le pregunta qué lugar ocupa hoy el caos en su vida y en su obra, Noé considera que “en el plano teórico, antes de morir quiero ver si puedo escribir un librito titulado Asunción del caos, que es un tema latente desde la Antiestética. Hay también otro libro que hace tiempo vengo pensando: El striptease de la diosa pintura. Además, quiero llegar a concretar visualmente una dispersión-concreción, que no puedo definir con palabras porque quiero ensayar visualmente. El caos es mi obsesión. Siempre vuelvo a él. Este año cumplo 83. Quiero seguir con mi obra hasta el máximo de lo que puedo entender como el punto de llegada de ese tren que tomé, que tenía un cartel que decía estación final: el caos. No sé bien qué era cuando tomé ese tren, quiero entender profundamente mi concepción del caos, qué es lo que llamo caos: lo quiero saber en el plano visual y en el teórico. Estoy cerca del final. Tratando de ver cuál es mi final. Como todavía no me he muerto, puedo escribir un libro con el último capítulo”.

INTRODUCCIóN A LA ESPERANZA, 1963. PREMIO NACIONAL DE PINTURA INSTITUTO DI TELLA 963. MNBA

OBRA DE TAPA: EL TEATRO DE LAVIDA, 2012. CON LA ASISTENCIA DE FABIáN LOPARDO

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