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Domingo, 6 de marzo de 2016
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Hitos > Chile recibió su primer Oscar por el excelente corto animado Historia de un oso de Gabriel Osorio

ESTOY VIEJO PERO LAS TARDES SON MÍAS

Por Andrea Guzmán
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El chileno Gabriel Osorio cuenta que toda su vida tuvo la impresión de que su abuelo era un oso. Una persona corpulenta, robusta, con aires de fiera grandeza. Recuerda también que creció admirado por su grandiosa colección de cajitas musicales a cuerda, esas donde un muñequito incrustado baila grácilmente al ritmo de una melodía infantil. Que quiso retomar este imaginario de momentos y recuerdos recurrentes de su infancia: de los objetos, las calles con adoquines del Chile más antiguo y las industrias y edificios de Quinta Normal, el barrio de Santiago donde creció. Todo este marco personal y taciturno para darle vida a una historia que es también más grande y colectiva: el corto animado Historia de un oso, una fábula que da un paso al costado de las narraciones literales o instructivas sobre la dictadura militar, que le tomó cuatro años de trabajo a él y a su equipo, y que el domingo pasado marcó un hito convirtiéndose en la primera película chilena en ganar un Oscar y la primera latinoamericana en siquiera ser nominada en la categoría “cortometraje de animación”.

La película, que ya había sido estrenada en el prestigioso festival de Annecy en Francia, y desde entonces ha cosechado más de cuarenta premios en el mundo, cuenta un momento en la vida de su abuelo Leopoldo Osorio, hoy de 86 años, el oso al que pertenecen estos recuerdos: ex secretario de Salvador Allende, perseguido, encarcelado y exiliado por la dictadura militar de Augusto Pinochet. “Mi circo fue la cárcel pública de Santiago en la que estuve preso dos años y tres meses” disparó Leopoldo Osorio a los diarios chilenos. Durante varios de sus siete años de exilio en Londres, se vio obligado a mantenerse totalmente desvinculado e incomunicado de su familia y esta es una reversión de su historia. “Se convirtió en un abuelo vivo pero invisible. Estuvo lejos mucho tiempo y cuando volvió su familia había cambiado. Lo terrible de estar lejos es la semilla del corto, nace de una idea muy dura. Tiene un trasfondo político pero para mi lo principal siempre fue hablar de la familia. Es parte de la memoria triste de Chile y de mi familia” cuenta el director. En el corto, el protagonista es un Oso solitario –que luego de ser capturado, alejado de su familia y encerrado en un circo– encuentra la forma de contar su historia en las calles a través de un pequeño y hermosísimo teatro musical de muñecos de hojalata. Esta es una historia no muchas veces contada en el relato del Chile de dictadura, muy específicamente el del exilio y regreso después de una tiranía de diecisete años. Una historia que el tiempo, la constante negación histórica desde la institucionalidad y la falta de voluntad política no ha sabido curar del todo en Chile. Este corto, que narra la historia desde la mirada de una generación que creció con el retorno a la democracia, elige contar la dictadura desde una de sus unidades mínimas, personales y humanas: la ausencia. Y lo hace con una capacidad alegórica, silenciosa, valiente y hermosa. “Quiero creer que esto es parte de un proceso de sanación no solamente para nosotros como familia sino para poder aportar con una obra a un país”, dice el director.

Durante mucho tiempo Gabriel Osorio, que solo tiene 31 años, guardó calladamente estos recuerdos de su historia familiar. En medio, fundó la productora Punkrobot, especializada en animación, que empezó a coleccionar fondos y premios por sus series animadas infantiles para televisión y algunas incursiones en cine. Un pequeño milagro –que bien puesto tiene su nombre– fundado a patadas punk ante toda improbabilidad y ausencia de incentivos para este tipo de producciones. Junto a la directora de arte Antonia Herrera, el productor Patricio Escala, los músicos de la banda Dënver y un equipo de 15 personas, trabajaron durante años para lograr una historia que fuese humanamente sensible y trascendental políticamente pero también con una calidad de animación y diseño que alcanzara la excelencia. Solo por decir algo, acaba de vencer en los Oscar a Tomorrowland, el corto de Pixar dirigido por el notable Don Hertzfeld. “Narrativamente, para mí esta decisión de contar una historia dentro de la otra historia tiene que ver con reflejar lo que yo conozco, que es la animación. Las cosas se mezclan y el oso tiene una parte de mi abuelo y tiene una parte de mí, como animador que se dedica a hacer estos muñecos y a contar historias. Es también un reflejo de lo que hacemos nosotros todos los días” explica el director.

“Para mi es muy simple porque decir que el exilio está mal es como decir que la guerra está mal. ¿Me imagino que en eso estamos todos de acuerdo?” dijo Osorio al ser invitado por la presidenta Bachelet al palacio de la Moneda. Podría ser una respuesta a la cadena de debates que han acompañado esta victoria. Parece ficción, pero hasta la UDI, el partido de extrema derecha en el que militan los últimos pinochetistas recalcitrantes, se subió al carro de la alegría post Oscar y felicitó con efervescencia al equipo, desatando una reacción inmediata entre usuarios y líderes de opinión. Parece ficción, pero el abuelo protagonista se negó a asistir a la cita en la Moneda, en sus palabras, “hasta que cambien la Constitución”, refiriéndose a los debates sobre reforma constitucional que se discuten en Chile por estos días y que buscan cambiar la vigente, la que fue establecida en la dictadura y que en 25 años de democracia no fue modificada.

En palabras del director, las mejores películas son las que no se olvidan al salir del cine. Y a decir verdad, lo avala el alud de temas latentes que su película ha sacudido en un país que está cambiando. Una celebración de este tipo de producciones artísticas que pueden mezclar destreza y sensibilidad técnica y memoria colectiva. Que se sienten interpelados a denunciar las atrocidades sin descuidar la belleza de sus formas.

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