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Domingo, 3 de julio de 2016
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Fan > Una directora de teatro elige su película favorita: Paula Acuña y la trilogía de El Padrino, de Francis Ford Coppola

LA VOLUNTAD DE PODER

Por Paula Acuña
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Es difícil elegir una película, una solita, son tantas las películas que una ha visto y han dejado su sello. Pero como siempre se trata de elegir entonces me voy a quedar con El Padrino 1, 2 y 3. En una época estaba obsesionada y cada vez que en el cable pasaban las tres juntas me quedaba petrificada viendo y escuchando por enésima vez esa historia terrible de delincuencia, traiciones y asesinatos. ¿Por qué me atrapaba tanto ésta peli? ¿Por las actuaciones? ¿Por la trama? Si claro, por todo eso también. Aunque en realidad el juego de las relaciones de poder era lo que me fascinaba, he ahí la clave. Todas las relaciones que construimos están basadas en el poder: los padres con los hijos, los hermanos mayores con los menores, los maestros con los alumnos, los jefes con los empleados, etc. Y en esas relaciones de poder siempre está presente la necesidad: sin los cuidados de la madre el bebé no puede sobrevivir, el hermano menor necesita de la protección del mayor, los maestros tienen el conocimiento que el alumno anhela y aceptamos tener jefes por necesidad también. Retomando El Padrino y el momento decisivo del personaje de Tony (Al Pacino) el menor de la familia, para quien el padre (Marlon Brando) desea “una vida mejor” lejos de los tiros y los negocios sucios, toma la decisión de involucrarse para siempre en el mundo del hampa por amor a su padre, a su familia y también porque tiene la capacidad de hacerlo y porque es lo que ha visto hacer a su padre toda la vida.

Entonces podemos decir que la necesidad y el afecto van de la mano y que aprendemos por imitación y que reproducimos las mismas maneras de relacionarnos que hemos observado a nuestro alrededor aunque a veces nos conduzcan a lugares poco felices como le pasa a Tony en El Padrino ll, que pierde a su mujer que lo abandona porque no soporta más vivir sometida, y por orgullo manda a matar a su propio hermano.

Cuando estaba en quinto grado de la escuela primaria, una de mis compañeritas invitó a la Señorita Mónica y a un grupo selecto una tarde de noviembre a merendar a la casa y a disfrutar del jardín y la pileta. Yo no estaba dentro del selecto grupo y recuerdo que me quedé mirando como se iban con la maestra muy contentas a compartir ese tiempo de distensión, lejos de las tareas y obligaciones, donde los bordes de la escuela se desdibujaban y la Señorita Mónica pasaba a ser una amiga, la iban a ver en malla y jugar con ella en el agua y morirse de risa. Me sentí muy mal, me habían dejado afuera, sufrí toda la tarde imaginando que bien la estarían pasando. Al otro día le dije a la maestra que quería hablar con ella, la Señorita Mónica accedió y le dije lo mal que me sentía que ella hubiera elegido estar con un grupo y dejar al resto mirando el festín desde afuera. Ella comprendió que no había estado bien aceptar la invitación solo para un grupito, se dio cuenta y me pidió disculpas. Y a fin de año habló con la madre de la nena que había organizado el recreo y en diciembre fuimos todo el grado a disfrutar y a compartir los juegos, tortas y por supuesto de la pileta, aunque ese día llovió, nos metimos igual.

Qué importante fue que la Señorita Mónica me haya podido escuchar y empatizar con mis sentimientos y mucho mejor aún desde su lugar de poder realizar una acción en pos del bien común, porque las injusticias y las diferencias enturbian los corazones y generan resentimientos. El mundo es el mundo y esta anécdota quizás sea una mosca en la leche, me refiero a que a veces las relaciones se pueden volver horizontales, que aunque la maestra siga siendo la maestra y el alumno, alumno, por un momento las jerarquías ceden al amor que no le importa hacer diferencias, ni subyugar, ni controlar y entonces puede circular libremente dándole lugar a lo importante y como una onda que se expande en el agua llegar a mi conciencia hoy para rescatar las buenas acciones.

Tony Corleone no puede dar marcha atrás en El Padrino III, ya está hasta las manos y los remordimientos y sufrimientos están haciendo estragos en su salud. En la escena que se confiesa con el Papa y sufre un ataque porque está enfermo de diabetes, éste le dice: “La mente sufre y el cuerpo se queja”. Para Tony es tarde porque llegó a la cima, porque confundió amor con control, dinero y violencia. Por eso me gusta tanto ésta película: porque desnuda y expone el juego del poder, porque realza la frialdad de los poderosos y su inmutabilidad para dar la orden de destruir sin que se les mueva un pelo, sin consecuencias aparentes. Sin embargo al final se queda solo como un perro y como no puede ser de otra manera el viento pega la vuelta y todas las balas que disparó vuelven como un boomerang sobre el corazón de su amada hija. Él mismo la mata, porque decidió el camino del abuso, de la venganza y del materialismo. ¿Qué hubiera pasado si se hubiese ido a vivir a una casita modesta con Kate y con sus hijos y se hubiera dedicado a tener una panadería? A lo mejor no hubiera sido mejor padre ni mejor marido pero por lo menos no hubiera tenido en su haber una pila incontable de muertos.

Lo difícil es cambiar, desechar lo que no construye lazos, generar vínculos de igualdad, de fraternidad. Por eso otra película que me gusta mucho y he visto repetidas veces es El señor de los anillos, porque Frodo emprende el viaje interior para no perecer como Tony, pero esa la dejamos para la próxima.

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