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Domingo, 22 de febrero de 2004
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drogas

Arda pero no se queme

Desde 1999, ARDA (Asociación de Reducción de Daños de Argentina) encarna una aguda forma de realismo: muchas personas se drogan y como lo hacen mal, se dañan más. Para reducir daños, entonces, hace falta llamar a las cosas por su nombre y no culpar al consumidor. Por eso los folletos y los proyectos de ARDA ofrecen lo que los dealers y el Estado no pueden ofrecer: información precisa sobre los riesgos que corre el usuario de drogas, precauciones a tomar, mezclas que mejor evitar y medidas de primeros auxilios para saber cómo reaccionar ante eventuales intoxicaciones. Vale la pena escuchar a quienes los hacen.

Por Santiago Rial Ungaro
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Algunos de los folletos que ARDA reparte en fiestas, raves, recitales, discotecas y eventos.
“La información, causa de todo, los virus seducen la sangre”, eso cantaba Pedro Amodio, la voz de Dios (el grupo musical) hace unos diez años. Lo hayan escuchado o no, ese slogan es uno de los pilares de ARDA (Asociación de Reducción de Daños de la Argentina). La desinformación es la principal fuente de los males que se le adjudican a la droga, supuesto ente abstracto (y maligno) con el que se engloba a todas las sustancias ilegales.
Para el licenciado Gustavo Hurtado (secretario ejecutivo de ARDA) y para el resto de sus integrantes, esta desinformación es la otra cara de las oscuras políticas que promulgaron el prohibicionismo. No se trata entonces de fabular sobre las supuestas estrategias geopolíticas basadas en los intereses económicos que hay alrededor de la prohibición de ciertas sustancias, pero es evidente que algo raro hay. La intención de la gente de ARDA es que los ardores tóxicos no quemen tanto a los usuarios de drogas. Creada en 1999, la asociación agrupa a distintos profesionales (jueces, funcionarios, abogados, psicólogos, etc.) y organizaciones de todo el país que tienen relación con el desarrollo de políticas públicas orientadas a reducir las consecuencias negativas asociadas al uso de drogas. La intención es incidir en las políticas sociosanitarias y legislativas en materia de drogas.
No son improvisados: Hurtado, la doctora Silvia Inchaurraga y sus compañeros han decantado sus estrategias luego de haber desarrollado una amplia experiencia de campo en áreas de salud. Y tampoco están aislados: ARDA tiene sus equivalentes: en Sudamérica está Relard (Red Latio-americana de reducão de daños) y en Estados Unidos, un organismo como Norml cuenta con numerosas donaciones de empresarios y usuarios responsables de drogas ilegales cansados de persecuciones. De cualquier manera, la inminente despenalización del cannabis es sólo la punta del iceberg de lo que es el prohibicionismo.
En el caso específico de ARDA, la misma idea de desarrollar políticas públicas basadas en los principios de reducción de daños asociados al uso de drogas surge, en sí misma, de una aceptación del estado de las cosas: la gente se droga con todo tipo de drogas y lo hace de cualquier forma. Lo que dice ARDA es: si lo vas a hacer, hacelo bien. O hacelo mejor. O, siguiendo literalmente su nombre, hacelo reduciendo los daños todo lo posible.
De cualquier manera, las estrategias de ARDA son poco convencionales y sorprenden un poco. Por ejemplo, en el Programa de Reducción de Daños en Cárceles, podemos leer: “Limpieza de la jeringa: 1. Llená la jeringa con lavandina, por la aguja. 2. Vaciala con agua. (Repetí esto tres veces). 2. Llená la jeringa con agua, por la aguja. 4. Vaciala por la aguja. Repetí esto 3 veces”. O, en el Programa de Reducción de Daños en Asentamientos Urbanos Irregulares de Córdoba y Buenos Aires, bajo el título “Cuidado con las mezclas”, puede leerse: “Pasta base: no se esnifa porque hace sangrar la nariz, se atascan los conductos y aparecen llagas internas; tampoco se pica porque las impurezas no se diluyen, ¡fumala!”. El estupor, en realidad, es que ésas sean las costumbres. Pero si la gente se va a picar, ¿qué solución es criminalizar al adicto a una droga pesada? Al parecer, eso no soluciona absolutamente nada.
Para Orge, el músico más comprometido con estas cuestiones, y miembro de ARDA, “es evidente que la ultrapenalización del consumo de drogas solamente le agrega otro problema más al problema de la adicción: la criminalización, el aislamiento, la exclusión social y la discriminación conforman un círculo vicioso que daña a todos. Y el eje de todo esto es el prohibicionismo”. Según Hurtado: “Nuestros planes de acción tratan de favorecer una aproximación a la vez sanitaria y social al tema. La intención es que las distintas perspectivas se conjuguen: promover la salud y los derechos humanos y asociar la asistencia a la prevención: de allí nuestras intervenciones en recitales y eventos, desde raves hasta Cosquín Rock. Nuestras experiencias se iniciaron al haber tenido que encarar políticas de prevención del HIV, ante el riesgo de epidemia”.
El antecedente de ARDA fue Ceads (Centro de Estudios Avanzados en Drogadependencia y Sida). Y el antecedente internacional quizá podamos encontrarlo en Patrick O’Hara, un irlandés que introdujo en el Reino Unido el mismo concepto de “reducir daños” al ofrecer a drogadictos jeringas inyectables y lugares donde inyectarse, en plena epidemia de hepatitis B y C (antes aun de la epidemia del sida) en la década del ’70. Ante los buenos resultados obtenidos (no faltaron quienes se escandalizaron), estas estrategias también se implementaron en otros países, como Holanda y Bélgica. Aquí, en Argentina, las intervenciones abarcan un amplio abanico: primero estuvieron relacionadas con campañas de prevención del sida. Luego se fueron extendiendo a distintos grupos como los usuarios de drogas inyectables, usuarios de drogas en prisiones, de áreas marginales y asentamientos urbanos irregulares, usuarios de cocaína inyectable, chicos de la calle, trabajadores sexuales, usuarios de drogas que viven con VIH/sida y profesionales de la salud. Los programas y las intervenciones que desarrolla ARDA son de alto impacto. Si la mejor prevención es la información, lo que propone la gente de ARDA es algo simple y a la vez complejo: una toma de conciencia, obviamente gradual, para que, por lo menos, sepamos a qué atenernos con lo que hacemos. Para los que estén acostumbrados a campañas prohibicionistas más ingenuas, las intervenciones pueden resultar impresionantes, pero hay que comprender que parten de un concepto diferente: aceptar que el consumo de drogas ilegales es masivo, inconsciente e indiscriminado.
Los folletos que reparte ARDA son fuertes, pero ofrecen lo que los dealers y el Estado no pueden ofrecer: información precisa sobre los riesgos que corre el usuario de drogas y, también, medidas de primeros auxilios para saber cómo reaccionar ante eventuales intoxicaciones. El arreglo del dealer generalmente está relacionado con la adulteración de los productos para su posterior venta. Pero el prohibicionismo, con su red de organismos de rehabilitación, sus siniestras granjas terapéuticas y demás dispositivos estatales hacen sombra en el sentido de estas políticas abstinenciales. Lo cierto es que la miopía en cuanto al tráfico en las fronteras contrasta con el ensañamiento con que se persigue al consumidor, último eslabón de una red supuestamente invisible. La coincidencia entre la ultrapenalización y la desinformación, sus sutiles interrelaciones, podrían también ayudar a destruir el mito de la guerra contra las drogas al que apelan los prohibicionistas. Hurtado no lo duda: “El daño más grande reside en el prohibicionismo”. Esta es también la perspectiva de Las drogas entre el fracaso y los daños de la prohibición. Nuevas perspectivas en el debate despenalización-legalización, libro próximo a aparecer, que cuenta con aportes de Antonio Escohotado, Elías Neuman, Silvia Inchaurraga (compiladora y presidenta de ARDA), Martín Vázquez Acuña, Daniel Erbetta, Horacio Cattani, Gustavo Hurtado, Adriana Rossi, Edgardo Manero y Mauricio Avendaño. El prólogo del libro es de Eugenio Raúl Zaffaroni, actual miembro de la Corte Suprema de Justicia, de quien mucho se ha dicho por sus tendencias abolicionistas. El antiprohibicionismo es un fenómeno global y merecería una nota aparte. Desde cualquier punto de vista, los espacios de intercambio y reflexión sobre la temática del uso de drogas se multiplican, así como la cantidad de civiles que realizan congresos y encuentros en diferentes lugares del mundo, sean San Pablo, Melbourne, o Córdoba. Las redes se expanden y, en este contexto, la idea de ARDA es modificar la ley 23.737 y de que se despenalice el consumo personal, con la derogación del artículo 14.
Existe una base constitucional, ya que con esto se busca preservar las conductas de las personas y sus derechos individuales (artículo 19). La información que proporcionan estos folletos de ARDA, crudos pero claramente orientados a despertar la autorresponsabilidad y la responsabilidad social del usuario de drogas, plantea la posibilidad de establecer una línea de fuga, una alternativa: una toma de conciencia. Y Hurtado, exhausto pero orgulloso, lo comprueba permanentemente: “La actitud de la gente, en todos lados es la misma: de agradecimiento”.

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