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Domingo, 22 de febrero de 2004
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El karma de venir del sur

En la línea de la incorrección de South Park (aunque sin alcanzar esas alturas), ¡Corre, Ronnie Corre! se carga lo más recalcitrante de Estados Unidos.

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Si la intención de David Cross y Bob Odenkirk –dúo creativo detrás y delante de ¡Corre, Ronnie Corre! en calidad de actores y autores de un guión basado en un personaje de su propio programa de TV, Mr. Show– era participar en la carrera de la incorrección política que parece estar corriéndose en las pantallas grande y pequeña norteamericanas, alguien debería avisarles que ya llegaron tarde y sin la energía suficiente: la competencia fue ganada hace rato y con otro nivel por South Park y los Hermanos Farrelly. Incluso la idea de parodiar al white trash norteamericano, esa rara subcategoría social de la pobreza primermundista que Hollywood considera apta para el chiste fácil y que en general identifica mediante rasgos específicos como un corte de pelo imposible (Nicolas Cage en Educando a Arizona o a Aaron Eckhart en Nurse Betty, de Neil LaBute), ya tenía su expresión cinematográfica perfecta en una salvaje comedia de 2001 llamada Joe el sucio, protagonizada por David Spade. Con una visión algo heroica y definitivamente menos romántica que la de Spade, Cross se calza la peluca, se convierte en Ronnie y comienza a regodearse en su propia estupidez.
Ronnie es todo un “caballero de distinción sureña” que pasa sus días entre porros y cerveza y es perseguido permanentemente por la policía pueblerina por algún hurto de poca monta. Sus amigos y vecinos no ocupan su tiempo de una manera mucho más productiva –pueden pasarse un buen rato apostando si un perro va o no a comerse un charco de vómito de la calle– pero sólo Ronnie parece acumular los méritos suficientes para que su “estilo de vida” cumpla las pautas de televisibilidad. Al menos a los ojos de un productor (Odenkirk), que sale a buscarlo, desesperado por la falta de ideas y por el fracaso de su último programa. En poco tiempo, el show de Ronnie se queda con el primer puesto del rating desplazando a un bestial reality show llamado Elimination.
¡Corre, Ronnie, corre! no tiene para ofrecer más que unos pocos chistes más o menos graciosos, aunque incluso su momento más cruel nació opacado ya por el terrible Cancer Boy de Brain Candy, la película de los Kids in the Hall. Lo cierto es que ni los propios Odenkirk y Cross creen que se trate de una buena película. Dirigida por el televisivo Troy Miller, estuvo congelada durante un par de años por sus distribuidores norteamericanos, New Line Cinema, que finalmente la lanzaron directo a video. Y no tanto por considerarla mala (después de todo, la New Line estrenó el siguiente “opus” de Miller, la abyecta secuela de Tonto y retonto) como por no saber a quién vendérsela. ¿La habrán creído demasiado ofensiva? Cross, a quien se puede ver en la serie Arrested Development (Fox), lleva años fatigando sus rutinas de stand-up comedian, buscando escandalizar a sus públicos con agresivos comentarios religiosos y políticos, y hace un tiempo editó Shut up, You Fucking Baby, un disco solista donde se tira contra “Bush, los curas pedófilos y el tipo de neoyorquino que arroja sus forros usados en las calles”. En la película de Ronnie aprovecha para cargarse “sutilmente” a la ciudad que más odia en el mundo, Los Angeles, y dirigirse a un público que tal vez no sepa del todo bien cuál es, pero que seguro no será el mismo de la comediante Whoopi Goldberg (cuyo humor dice detestar) ni el de una serie tan cool como Sex and the City. Y –de paso– la emprende de nuevo con su retrato del redneck sureño. “Odio esa mentalidad, la de cierta madre blanca, bautista, suburbana y republicana –argumenta– que te dice muy sonrientemente que se caga en vos.” Y agrega: “Yo mismo crecí en Georgia, donde hay tipos como Ronnie por todas partes, que asisten durante un semestre a la universidad comunitaria para coger un poco y después abandonan. La idea de celebridad basada en estos dudosos logros es algo muy norteamericano”.

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