Domingo, 3 de octubre de 2004
MĂşsica - La nueva voz del jazz
El jazz y sus metáforas
Patricia Barber, una cruza entre Diana Krall y Susan Sontag.

Por Diego Fischerman
Quien ha tenido una primera novia demasiado bella, es posible que estĂ© condenado a enfrentar cada mujer futura con un cierto grado de decepciĂłn o, por lo menos, de desconfianza. En el mundo de las voces del jazz, sucede algo similar. AllĂ donde las experiencias fundantes llevan el nombre –y el sonido– de Billie Holliday, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan, resulta difĂcil que suceda, de nuevo, algo interesante. Pero difĂcil no es imposible. Betty Carter, Shirley Horn, Carmen McRae, Meredith D’Ambrossio, June Christy, Anita O’Day, Abbey Lincoln y Cassandra Wilson lo prueban.
No son muchas las cantantes de jazz en actividad y, sin embargo, el negocio del disco tiene cara de mujer. Lo curioso es que las más vendedoras no son ninguna de ellas. Y hasta podrĂa dudarse de que hagan jazz. Más allá del sello Blue Note que la cobija, Norah Jones ni se acerca al gĂ©nero. Y Diana Krall, que empezĂł allà –y que parecĂa incapaz de trascender el lugar de entretenedora de hotel de lujo–, ya se está yendo, afortunadamente –y gracias a su marido Elvis Costello–. Pero hay una tercera reciĂ©n llegada, a quien la revista Time calificĂł como “la cruza entre Diana Krall y Susan Sontag”. Por suerte, por lo menos como letrista, compositora, pianista y cantante, tiene más de Sontag que de la otra. Y, tal vez, es la Ăşnica entre la surgidas en la Ăşltima dĂ©cada capaz de participar por derecho propio en el cuadro de honor inaugurado por la santĂsima trinidad.
Nacida en Chicago, su genealogĂa la conecta con Betty Carter, sobre todo por su manera de entender la voz como un integrante más del grupo de instrumentos y por el Ă©nfasis puesto en los desarrollos. De hecho, es la Ăşnica cantante que incluye en sus discos temas instrumentales. Y si Wilson mira hacia el sur profundo y el blues y reconecta el jazz con sus lejanos orĂgenes rurales, el planeta de Patricia Barber –un planeta en el que caben Joni Mitchell, los Beatles y un poema de Paul Verlaine, entre otras cosas– es esencialmente urbano y cosmopolita. No es extraño, entonces, que su disco más reciente, Live: A Fortnight in Paris, haya sido grabado en vivo en Francia. “Amo ese paĂs, amo el sonido de esa lengua y amo la mĂşsica francesa”, dice. Y, si hiciera falta una prueba, bastarĂa con “Dansons la Gigue!”, un tema que ya habĂa registrado en su anterior álbum, el notable Verse, y que aquĂ retoma desde otra perspectiva.
Desde su debut, en 1991, con Distortion of Love, su sello sigue siendo, además de la calidad de los textos y de una manera de cantar que parece sobrevolar la melodĂa con gesto flâneur –buscando dĂłnde perderse–, el tratamiento instrumental y, sobre todo, el perfil de los guitarristas que elige. Neal Alger, que ya estaba en el disco anterior, puede ir con facilidad del jazz más ortodoxo al minimalismo Ă la Fripp. Tal vez tenga que ver el hecho de que sus inicios musicales hayan sido con un grupo de Heavy Metal pero, tanto en el timbre como en la manera de frasear, Alger muestra una inequĂvoca (e infrecuente) libertad estilĂstica. Las otras piezas del grupo son, tambiĂ©n, viejos conocidos: el contrabajista Michael Arnopol toca con Barber desde sus comienzos y el baterista Eric Montzka ya lo hizo en los dos Ăşltimos álbumes. “Jarrett y Pat Metheny mantienen sus grupos unidos y tocan siempre con los mismos mĂşsicos; por algo es”, dice la cantante. Su Ăşltimo disco es, segĂşn ella, “exactamente como son los shows, con temas originales y clásicos por igual”. Registrado en ParĂs, en el Arsenal de Metz, y en La Rochelle, A Fortnight in Paris tiene algunas brillantes sorpresas. Los temas de Barber, desde ya –y entre ellos el instrumental “Crash”–. Pero, por si eso fuera poco, allĂ pueden encontrarse algunas de las versiones más originales jamás grabadas de algunos de los temas más interpretados de la historia: “Laura”, la bellĂsima balada de Mercer y Raskin, y “Norwegian Wood”, de Lennon y McCartney. El cierre es una versiĂłn muy de cabaret francĂ©s de un tema sumamente popular: “Call Me”, de Chris Montez. “El objetivo de cualquierartista es crear una impiadosa visiĂłn individual del arte desde su interior”, afirma la cantante. Y lo pone en práctica.
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