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Domingo, 10 de octubre de 2004
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Danza

Viejas locas

Por Analía Melgar
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Ni psicoanálisis, ni flores de Bach, ni cromoterapia, ni angelología, ni pastillitas rosas. La mejor receta para emerger del pozo depresivo de una semana infructuosa y de un fin de semana peor es ir a ver el Ballet 40/90. Hay que salir de la cama, llegar hasta el barrio de Abasto, sacar una entrada, sentarse, mirar, participar, reírse y emocionarse. Los bailarines que dirige Elsa Agras sienten y provocan alegría genuina. No se trata de ninguna propuesta de avant-garde, ni de coreografías crípticas. Nada que analizar, nada que interpretar. Puro movimiento, color y canciones. Un shock de optimismo para espectadores escépticos.
La vida empieza después de los 70, podría ser el título de una autobiografía de Elsa Agras. De pequeña se formó en música, danza clásica y flamenco. En la adultez, lo abandonó todo. En 1995, cuando tenía más de 70 años, concibió una idea fantástica: organizar un espacio para el desarrollo artístico de adultos y personas de tercera edad. Hoy, a los 80 años, toma clases de clown con Marcelo Katz. Es la responsable y coreógrafa, desde hace ocho años, del Ballet 40/90, cuyos casi cuarenta integrantes, en una mayoría abrumadora de mujeres, oscilan entre los 40 y los 90 pirulos. Ya estrenaron varios espectáculos. Ahora presentan Per vivere. Pisaron el Centro Cultural San Martín, la sala de Catalinas Sur, el Maipo, el Teatro Roma de Avellaneda, escuelas, hogares, y ganaron el primer premio en el Certamen Sudamericano de Danza Amateur 2003.
Aquel premio destacó las características de este enjambre de viejas loquísimas y adorables porque ni una de ellas ha sido ni es una profesional de la danza. Por el contrario, las luces, las lentejuelas y los aplausos eran una cuenta pendiente en sus vidas que transitaron por la maternidad, la profesión y el olvido de sí. En la compañía de Agras, cumplen un sueño, no sin trabajo. Ensayan tres veces por semana, tres horas cada encuentro, en la sede del IUNA en la calle Loria y en un CGP. El Ballet no deja espacio para un compromiso a medias. Se sostiene con una cuota de veinte pesos mensuales por miembro, esfuerzo, constancia y compañerismo.
De esta labor artística y social, realizada durante un año, surgió Per vivere, una sucesión de coreografías marcadas y rigurosamente sincronizadas, sobre ritmos musicales muy diversos, con enorme despliegue de vestuario. Treinta y ocho cortes de pelo diferentes, con sus teñidos y sus permanentes, treinta y ocho siluetas diferentes, con sus glorias y sus derrotas, se unifican en una misma actitud: gozar del escenario. Y su felicidad eufórica se contagia. Hay música de circo, jazz, paso-doble. Agras toma, de cada estilo, aquellas combinaciones que se adaptan a las posibilidades de sus bailarinas, y las condimenta con algo de absurdo y humor. Como la versión de “Popotitos”, de Seru Giran, aderezada con ruleros y broches de la ropa, o las Rubias de New York, de Gardel y Le Pera, donde cada Mary, Peggy, Betty y cada Julie es una seductora exactamente a la medida de su cuerpo y su rostro: la regordeta picarona, la flaca intrigante, la petisa pizpireta. También hay una pareja de tango, con un macho auténtico. La voz de Caetano Veloso inicia una ronda; un chamamé convoca a un sapucai con escobas; Lola, cantada por Marlene Dietrich, despierta suspiros por un par de piernas bien conservadas que se dejan ver. No faltan el tap ni la tarantela. Una pantomima de los tenores cantando el “Libiamo, libiamo”, de La Traviata revela dotes histriónicas. Pero el número más desopilante, de absoluto corte clásico, es el vals de Coppelia, ejecutado con rigurosos pas de bourrée y detourné por dos señoras enfundadas en un tutú doble que las contiene a ambas. Las disputas de estas siamesas al son de etéreos compases provocan carcajadas que desacomodan de la butaca. El gran final –es mejor no contarlo, para reservar la sorpresa– lleva unos versos que identifican a las maravillosas integrantes del Ballet 40/90 que tanto tienen para dar yenseñar: “Siempre desafiando un reto / entusiasmadas y algo chifladas / movemos el esqueleto”.

lPer vivere del Ballet 40/90 está los sábados de octubre a las 19, en El Ombligo de la Luna (Anchorena 364).

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