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Domingo, 26 de diciembre de 2004
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Acontecimientos > ¡Seinfeld en dvd!

La divina comedia

Empezó en 1989 como un experimento incierto: una serie sobre nada, escrita por un comediante (Larry David) que jamás había escrito series y protagonizada por otro (Jerry Seinfeld) cuya especialidad era contar chistes en vivo. Nueve temporadas y 180 episodios más tarde, Seinfeld era la serie más exitosa de la historia de la televisión americana y un acontecimiento excepcional en la cultura popular contemporánea. La flamante edición en dvd que llega a la Argentina –dos cajas, ocho discos, las tres primeras temporadas completas– incluye extras ineludibles como comentarios de los actores de reparto y el equipo, escenas eliminadas y un jugoso documental titulado Cómo empezó todo, del que fue extraída esta historia oral de los primeros balbuceos de la serie.

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El supermercado coreano
George Shapiro (representante de Jerry Seinfeld): Vi a Jerry por primera vez en el Comedy Store, en Hollywood, y después de verlo un par de veces se lo llevé a Howard West, mi socio. Durante años le envié cartas a Brandon Tartikoff [legendario director de la cadena televisiva NBC] cada vez que a Jerry le hacían una buena crítica por un show. Y finalmente conseguí que nos dieran una reunión.
Jerry Seinfeld: A mí nunca se me había ocurrido hacer una serie. Había decidido que iba a ser un comediante stand up, y los comediantes odiamos las reuniones en medio del día: uno siente que te arruinan la tarde. Es la única razón por la que me dediqué a esto: para estar libre desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde y poder pasear por el shopping. Pero ya que George se había tomado el trabajo de enviar las cartas, lo mínimo que podía hacer era asistir a la reunión. Pero realmente no tenía ninguna idea que quisiera hacer.
Shapiro: Lo único que Jerry dijo en la reunión fue que quería interpretarse a sí mismo.
Seinfeld: Después volví a Nueva York. Yo trabajaba con Larry David [cocreador de la serie] en un club de comediantes llamado Catch a Rising Star (Atrapá a una estrella en ascenso) y le conté que la NBC estaba interesada en hacer un programa conmigo. Pensé en él porque era la única persona que conocía que alguna vez hubiera escrito algo. Los humoristas no escriben nada; a lo sumo los chistes que vienen en los chicles. Pero Larry había mecanografiado algo en un papel, así que para mí era un escritor. Y además yo tenía que conseguirme alguien con quien pudiera identificarme, alguien con el mismo tipo de humor que yo.
Larry David: Empecé a hacer stand up en Nueva York, a fines de los ‘70; me vine a California en 1979 para hacer un programa llamado Fridays, que era un copia de Saturday Night Live, y cuando volví a Nueva York me contrataron como guionista en SNL. Estuve una sola temporada: usaron un solo sketch y lo pasaban a la madrugada. Así que cuando Jerry me preguntó si quería trabajar con él, le dije que por supuesto. En ese momento no estaba haciendo nada, y no tenía un centavo. A la salida de Catch a Rising Star fuimos a un autoservicio coreano.
Seinfeld: Buscábamos algo para comer y hacíamos chistes sobre los diversos productos del supermercado... Era uno de esos lugares donde venden cosas como gelatina real de ginseng coreano...
David: Y se me ocurrió que ése era el tipo de conversación que no se escuchaba nunca en televisión, y que podía ser divertido...
Seinfeld: Larry me dijo: “El programa debería ser sobre este tipo de cosas”. “¿Qué tipo de cosas?”, le pregunté. “Esto: hacer chistes sobre cualquier cosa”. Y yo le dije: “Sí, seguro. Con eso vamos a hacer una serie de televisión”. Pero eso fue lo que terminó siendo. A la noche siguiente, después de actuar en el club Improv, nos fuimos al Westway Dinner a pensar cómo sería una serie basada en conversaciones estúpidas y sin sentido...
David: El tema iba a ser cómo encuentra un humorista sus materiales. Seguiríamos a Jerry por ahí con una sola cámara, no con tres, durante un par de días o una semana, para ver qué cosas vivía durante esa semana ycómo esas experiencias se convertían en el material de sus presentaciones humorísticas. Y al final del programa lo veríamos presentando ese material en escena.
Seinfeld: Pensábamos en un especial de 90 minutos que pudiera reemplazar a Saturday Night Live cuando no estuviera en el aire, pero yo no creía que pudiéramos sostener esa idea tanto tiempo. Sí, a lo mejor, media hora... Y así fue como se convirtió en una serie. Jamás pensé que fuéramos capaces de hacer 90 minutos. Así que terminamos haciendo 90 horas.

Dónde está el piloto
David: Presentamos la serie de una manera muy parecida a como lo hacen Jerry y George en el programa, cuando presentan “su” serie a los ejecutivos de la NBC. Jerry y yo llegamos sin nada de experiencia y la presentamos como una serie con una sola cámara. Y recuerdo que dijeron: “No, no, no, nada de una cámara: tres cámaras. Ésta es una serie de tres cámaras”, y yo les dije (un poco como George cuando dice en ese episodio: “¡No pienso comprometer mi integridad artística!”): “No, no, no, ése no es el programa que estamos proponiendo...”, y todos se quedaron en silencio. Y yo vi que uno de los ejecutivos de Castle Rock, Glenn Padnick, tenía los ojos desorbitados. Creo que pensaba que todo iba a evaporarse en ese mismo momento.
Seinfeld: Fue la famosa reunión de “ésta es nuestra idea, y si creen que la vamos a cambiar, se equivocan”. Algo que por otra parte nadie había sugerido. Pero Larry ya los había abofeteado con el guante sin ningún motivo...
David: Jerry, que era muy persuasivo, me dijo: “Ya hablaremos. Todo va a salir bien”. Y luego pensé en los 25 mil dólares que ganaría por el piloto y me dije: “Bueno, sí, tal vez hagamos una serie de tres cámaras”. El piloto (que en el papel se llamó Stand Up, pero terminaría estrenándose como The Seinfeld Chronicles) trataba sobre una mujer que Jerry acababa de conocer y a la que le preguntaba si podía quedarse en su casa, con todo lo que eso implicaba.
Seinfeld: Siempre recurríamos a esos huecos de la vida social donde no hay reglas ni indicaciones, y donde es imposible saber qué hay que hacer, cómo hay que preguntar.
David: Una semana después de recibir el visto bueno, vi que habían reescrito la tercera parte del guión. No importa quién había sido. Si lo hubiera hecho Woody Allen, lo habría odiado igual. Era nuestro guión, y cuando lo vi me puse pálido. Hubo muchas discusiones, y hasta cierto punto conseguí que volvieran a incorporar nuestro material. Pero debo decir que hasta hoy me cuesta ver el piloto.
Jason Alexander (George Costanza): Recuerdo que cuando grabamos el piloto le dije a Jerry que no iba a funcionar. La serie más exitosa del momento era Alf. ¿Quién iba a ver la nuestra? El público de nuestro programa era yo, ¡y yo no veo televisión!
Seinfeld: La recepción del piloto fue muy pobre. Mi parte favorita del informe del canal era la que decía que el programa era contemporáneo, divertido y atractivo para adultos jóvenes, y por lo tanto no era “nada de lo que queremos”.

Amigos son los amigos
David: Una vez que la idea pasó a ser un piloto, apareció el personaje de George. Porque George soy yo, de alguna manera. Mucha gente me pregunta por qué no lo interpreté yo. ¿No querías hacerlo?, me dicen. Y la respuesta es no: lo único que quería era escribir el guión, agarrar el dinero y volver a Nueva York. Ése era mi único plan.
Seinfeld: Obviamente buscábamos gente que pudiera tener conversaciones como las que teníamos Larry y yo. Alguien que funcionara como mi contrapunto. A Jason lo vimos con Larry en un video, que es la peor forma de hacer un casting. En un video la gente nunca sale bien.
Alexander: Leí el resumen de tres páginas que me mandaron: no tenía contexto, no se parecía a ningún otro guión de piloto que hubiera visto. Parecía una película de Woody Allen. Así que me compré un par de anteojos y en el video del casting hice una imitación de Woody Allen. Y luego pensé: “Esto fue una pérdida de tiempo total”.
Seinfeld: Apenas lo vimos dijimos: “Es él. Apaguen el video: ya lo encontramos”.
Alexander: Parece que mi imitación de Woody no les pareció tan buena [risas]. No me di cuenta de que George era Larry hasta que empezamos a hacer el programa. Una vez fui y le dije –con mi entrenamiento de actor clásico– [risas] que tal situación no era posible, y que si lo fuera nadie reaccionaría como estaba escrito en el guión. Y Larry me dijo que eso había ocurrido, y que él había reaccionado de esa manera. Entonces dije Ok, y me di cuenta de que estaba escribiendo desde sus propias experiencias. Así que me olvidé de Woody Allen y me puse a imitar a Larry.
David: Yo tenía un vecino un poco excéntrico llamado Kenny Kramer, que entraba todo el tiempo a mi departamento e intentaba convencerme de hacer cosas que no tenía ganas de hacer. A veces resultaba un poco pesado, pero era afectuoso y divertido. En su departamento siempre había movimiento: era el centro del edificio. Y pensé que sería divertido incorporarlo como personaje. Después, cuando la cadena nos puso como “única” condición –en caso de que siguiéramos adelante– que metiéramos a una chica en un papel importante, lo primero que pensé fue en una mujer con la que había salido y de la que seguía siendo amigo, Monica Yates. Fue la transición más sencilla que tuve del noviazgo a la amistad, y pensé que esa dinámica, si podía capturarla, tal vez funcionara para el programa. Y después de probar a todo el mundo para el papel, me acordé de Julia Louis Dreyfus, que ya había trabajado en Saturday Night Live. Y entonces sí: nos encargaron cuatro episodios. Salvo los sketches de SNL, yo no tenía nada de experiencia como guionista, y menos en cosas de media hora. ¿Cómo iba a hacer? ¿De dónde iba a sacar las ideas? Escribimos el primer episodio y un productor ejecutivo nos llamó a su oficina a Jerry y a mí. Y el tipo se puso a darnos consejos sobre el programa: “Creo que con este personaje tienen que hacer esto, y acá quiero más conflicto, y acá quiero esto...” Largó su discurso y yo lo miré y le dije: “No, no, no voy a hacer nada de eso. Nada”. Y me fui.
Seinfeld: Creo que Larry pensó que ése iba a ser el tipo al que íbamos a tener que responder.
David: Y esa noche estábamos con Jerry en su departamento y le dije: “Mirá, no voy a poder hacerlo. Ya no puedo escuchar estas cosas. No puedoseguir las instrucciones que nos dan, así que buena suerte. Y lo decía en serio. Le dije: “Espero que salga genial y sea un éxito, pero yo así no puedo trabajar”. Ésa fue la primera vez que renuncié.
Seinfeld: No fue para tanto, comparado con los nueve años que siguieron. Nos sirvió para ir acostumbrándonos a las renuncias de Larry, que terminaron convirtiéndose en algo habitual.
David: Jerry es un tipo muy convincente. Me dijo: “No, no te preocupes, yo lo arreglo, vamos a conseguir lo que queremos”. Jerry tendría que trabajar con los suicidas que se quieren tirar de los puentes. Es muy bueno, muy tranquilo. Sabe exactamente lo que tiene que decir. Para cuando nos encargaron trece capítulos más, yo ya había regresado a Nueva York. Pensaba que todo había terminado, así que retomé mi vida anterior. Y cuando me avisaron del nuevo encargo entré en pánico. Me paralicé. El programa se había convertido en algo más grande de lo esperado. ¡Jamás podría escribir trece episodios!

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