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Domingo, 24 de abril de 2005
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El constructivismo Ruso

Entre 1930 y 1950, el Estado soviético organizó una larga serie de concursos públicos para cambiarle la cara a Moscú. El objetivo: plasmar los principios de la Revolución en un repertorio de obras y edificios monumentales. Aunque la mayoría de los proyectos ganadores nunca llegó a ejecutarse, sus planos y sus ambiciones marcaron a fuego la planificación urbana en el siglo XX. Estas son algunas de las quimeras arquitectónicas que Moscú nunca llegó a conocer.

Entre 1930 y principios de los ‘50, la arquitectura de Moscú sin duda ocupa un lugar central en la construcción de la era socialista. Su naturaleza y sus objetivos específicos ilustran de manera notable la utopía arquitectónica del socialismo. Es el período en el que florece el trabajo de los más grandes arquitectos soviéticos (B. Icfan, A. Schusev, I. Zholtovsky, los hermanos Vesnin, I. Fomin, L. Rudnev, I. Golosov, V. Schuko). De entre las proyecciones de largo alcance del primero de los planes quinquenales estalinistas, el plan general de reconstrucción de Moscú, de 1935, eclipsa a todos los demás. Según el plan, Moscú debía convertirse, en el plazo más corto posible, en la pieza sobresaliente de la capital del primer Estado socialista del mundo. El plan general contemplaba desarrollar la ciudad como un sistema unificado de autopistas, plazas y terraplenes con edificios únicos que encarnarían las ideas y los logros del socialismo. Pero también incluía algunas fallas mayúsculas, en especial vinculadas con la preservación del legado histórico de la ciudad. La naturaleza específica del proceso arquitectónico de la época estaba absolutamente determinado por esquemas gubernamentales ambiciosos. Para llevarlos a cabo se organizaron largos concursos arquitectónicos y se invitó a arquitectos de distintas orientaciones y escuelas de pensamiento a presentar sus proyectos. Los concursos para los proyectos del Palacio de los Soviets (1931-1933) y para el edificio del Comisariado popular de la Industria Pesada (1934) fueron particularmente notables en cuanto a intención y resultados. Aunque finalmente ninguno de esos proyectos fue realizado, los planos presentados por los participantes tuvieron una significativa influencia en el desarrollo de Moscú y muchos se ganaron un lugar en los archivos de la planificación urbana del siglo XX. En aquel entonces, este estilo de arquitectura, como la literatura y el arte que le eran contemporáneos, era promovido como una implementación ejemplar de los métodos artísticos “más progresistas” del “realismo socialista”. Considerados a la distancia, es evidente que los mejores ejemplos de esa arquitectura –la mayoría de los cuales jamás trascendieron las mesas de dibujo– son más profundos e interesantes que las normas ideológicas en cuyo marco fueron diseñados.

Palacio de los Soviets (versión del proyecto aprobado), de O. Iofan, O. Gelfreikh y V. Schuko. Escultor, S. Merkulov. 1934

El concurso para la construcción del Palacio de los Soviets –llamado a ser el símbolo del “inminente triunfo del comunismo” en la capital del primer Estado de obreros y campesinos del mundo– fue uno de los más extensos e impresionantes del siglo. Se lanzó en 1931 y reclutó 160 proyectos, incluidos 24 enviados por participantes extranjeros (Le Corbusier y Gropius, entre otros). Por entonces ya era un hecho el vuelco de la arquitectura soviética hacia el legado del pasado, lo que explica la elección de los ganadores.

El Arco de los Héroes, monumento a los heroicos defensores de Moscú, de L. Pavlov. 1942.

En octubre de 1942, plena Segunda Guerra, el periódico Literatura i Iskusstvo (“Literatura y Arte”) escribía: “Está próximo a cerrar el concurso para la construcción de un monumento a los héroes de la Gran Guerra Patriótica. Escultores y arquitectos de Moscú presentaron ya unos 90 proyectos, y también se han registrado envíos de Leningrado, Kuibyshev, Sverdlovsk, Tashkent y otras ciudades soviéticas. En total se esperan más de 140 presentaciones”. Las exigencias del concurso incluían la construcción de un monumento “a los heroicos defensores de Moscú” y delegaban el sitio de su emplazamiento en los participantes. El arquitecto Pavlov, diseñador del Arco de los Héroes, sugirió erigir el monumento en la Plaza Roja.

Palacio de la Tecnología, de A. Samoylov y B. Yefomovich. 1933.

El concurso se abrió en 1933 y preveía construir un complejo de instituciones científicas y técnicas a orillas del río Moskva. La resolución industrial elegida por Samoylov y Yefomovich no implica un homenaje a la escuela constructivista, ya entonces condenada al olvido, sino más bien una ilustración del carácter tecnocrático del tema. El Palacio de la Tecnología nunca fue construido.

Edificio residencial de la plaza Vosstaniya, de V. Oltarzhevsky y I. Kuznetsov. 1947.

El arquitecto Oltarzhevsky dedicó buena parte de su tiempo a la teoría de la arquitectura y los métodos para construir edificios altos. En 1953 publicó un libro, Construcción de altura en Moscú, en el que intentaba establecer contactos entre ese tipo de arquitectura y las tradiciones constructivas rusas. Su proyecto nunca se realizó. El alto edificio de la plaza Vosstaniya fue construido según el plano de los arquitectos Posokhin y Midoyants (1953).

Comisariado del Pueblo para la Industria Pesada, de I. Fomin, P. Abrosimov y M. Minkus. 1934.

Fomin –un prestigioso representante de la escuela de arquitectura neoclásica de San Petersburgo– ya había alcanzado notoriedad antes de la Revolución. Aun en los ‘20, un período dominado por el constructivismo, Fomin se había mantenido fiel a los principios de la arquitectura clásica e incluso había llegado a diseñar un estilo bautizado “orden proletario”.

Edificio Aeroflot, de D. Chechulin. 1934

En 1934, la atención del mundo entero se posó sobre la suerte de la tripulación del rompehielos “Chelyuskin”, que quedó a la deriva en un témpano de hielo luego de que la embarcación naufragara en el mar de Chukotsk. En el verano de ese mismo año, Moscú agasajó a los valerosos sobrevivientes y a los pilotos que los habían rescatado, primeros destinatarios de la distinción “Héroe de la Unión Soviética”. Las nuevas tradiciones de la vida socialista reclamaban que la memoria de tan sobresaliente episodio quedara perpetuada de un modo monumental. El edificio Aeroflot, pensado para ocupar la plaza situada detrás de la estación de tren Byelorussky, fue diseñado por el arquitecto D. Chechulin como monumento a la gloria de la aviación soviética. De ahí la silueta afilada, “aerodinámica”, del alto edificio y las esculturas de los heroicos aviadores que ocupan las siete arcadas abiertas.

Casa de los Libros, de I. Golosov, P. Antonov y A. Zhuravlev. 1934.

El plano de la Casa de los Libros es típico de las pautas de principios de los ‘30, que decretaban que un edificio era “un monumento arquitectónico”: una silueta alta y trapezoidal, formas arquitectónicas simples y abundancia de esculturas en todas partes. El arquitecto I. Golosov, un constructivista prominente en los años ‘20, encontró a lo largo de los años siguientes soluciones interesantes en el espíritu del clasicismo soviético.

Palacio de los Soviets, de B. Iofan, V. Gelfreikh y V. Pelevin. Escultor: S. Merkulov. Versión del proyecto aprobado. 1946.

El Palacio de los Soviets estaba llamado a ser el edificio más grande del mundo. También el más alto: sus 415 metros de altura superarían a la torre Eiffel y el Empire State Building. Una estatua de Lenin de 100 metros remataría su extremo superior. Su construcción requeriría la puesta en marcha de un complejo científico y económico independiente, dotado de laboratorios especializados en óptica y acústica y departamentos dedicados al desarrollo de materiales de construcciones especiales. Las obras serían abastecidas por una línea ferroviaria exclusiva. Según decretos especiales sancionados en 1934 por el Soviet de los Comisarios del Pueblo y el Consejo para el Trabajo y la Defensa, la construcción del Palacio fue considerada un proyecto prioritario. Los cimientos de la parte superior se completaron en 1939. Las obras se interrumpieron en 1941 a causa de la guerra. Nunca se retomaron.

Edificio en Zaryadye (vista desde la Plaza Roja), de D. Chechulin. 1948.

A fines de los ‘40, a instancias de una resolución del gobierno soviético, los edificios altos empezaron a multiplicarse en Moscú: la Universidad de Moscú en las colinas Lenin, el Ministerio de Asuntos Extranjeros de la plaza Smolenskaya, un edificio administrativo en la plaza Lermontovskaya, los hoteles Leningradskaya y Ukraina en la plaza Komsomolskaya y la prospectiva Kutuzovsky y los edificios residenciales del terraplén Kotelnicheskaya y la plaza Vosstaniya. El único que no llegó a completarse fue el edificio administrativo de 32 pisos de Zaryadye, que había sido pensado para marcar uno de los rasgos salientes del contorno de la ciudad. Las obras se interrumpieron a raíz de la resolución del ComitéCentral de 1955, que condenaba los “excesos y la sobreornamentación arquitectónica”.

Comisariado del Pueblo para la Industria Pesada, de A. y V. Vesnin y S. Lyaschenko. 1934.

“... Cuatro torres que alcanzan los 160 metros erigidas sobre un estilóbate que armoniza con la pared del Kremlin. Una construcción rítmica, expresada en cuatro elementos verticales y la columnata del estilóbate, crea una extensión visual clave para el encuadre longitudinal de la plaza y responde a la pared del Kremlin. Las divisiones verticales corresponden a las cuatro divisiones de la torre del Kremlin y son necesarias para integrar el edificio al conjunto. El proyecto prevé un único vestíbulo de la longitud de la Plaza Roja”.

El Hotel del Soviet de Moscú (“Moskva”), de L. Savelyev y C. Stapran. 1931.

En 1931, el Soviet de Moscú llamó a concurso para construir un hotel de mil habitaciones según los criterios más sofisticados de la época. Se presentaron seis proyectos. Desde el punto de vista del planeamiento urbano, el edificio tenía una profunda significación: estaba ubicado en la intersección de la calle principal, Gorky Street, con la proyectada nueva “Avenida Ilyich”, una calle inmensa que desembocaría en el Palacio de los Soviets. Las paredes del futuro Hotel Moscú estaban en plena construcción cuando el académico A. Schusev, nombrado director del equipo de arquitectos, cambió los planos de la fachada para que reflejaran el nuevo espíritu monumental y el giro hacia la tradición clásica. Según la leyenda, las dos versiones de la fachada fueron sometidas a consideración de Stalin, que estampó la firma de su aprobación en ambas. De ahí que la fachada del hotel resultara completamente asimétrica. La obra concluyó en 1934. La Avenida Ilyich nunca llegó a existir, pero algún rastro de sus primeros escarceos sobrevive hoy en la plaza Manezh.

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