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Domingo, 7 de julio de 2002
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La vanguardia es así

Sus cuadros compartieron pared con Dalí, Miotte y Oliver. Filmó videos para Charly García y Sumo. Editó dos novelas y un manifiesto. Dario Fo, Umberto Eco y Jean Baudrillard alaban su obra. Milan Kundera le escribió para disculparse por no asistir a la inauguración de su muestra y Fernando Arrabal viajó especialmente para estar. Con Alquimia profana recién inaugurada, Gustavo Charif habla con Radar de su voracidad multidisciplinaria, sus gestos vanguardistas y su fama de genio.

Por Laura Isola
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El blanco de las paredes de la galería de arte Daniel Maman se encuentra violentado por los cuadros que, bajo el título Alquimia profana, forman la recientemente inaugurada muestra de Gustavo Charif, que contó con la presencia de Fernando Arrabal, quien participó de una ceremonia pagana que consistió en una peregrinación, desde la casa de Macedonio Fernández hasta Maman, para luego ser oficialmente entronizado y santificado en plena Avenida del Libertador. La violencia de la que se habla se ejerce desde varios ángulos: el predominio de tonos muy oscuros, el exceso y desborde de las formas que los componen y hasta las dimensiones de algunos trabajos que compiten con la vasta superficie del espacio de la galería. También, a esta guerra entre el blanco y el color se le suma una batalla desigual entre los posibles vacíos, tanto de color o de sentido, y la completitud. Porque Charif todo lo cubre.
Esta tentativa belicosa, de elementos en pugna, se ofrece ante una imposibilidad: resulta muy difícil describir sus cuadros, tratando de ser honestos con su propuesta. Esto es: tal vez se lo pueda filiar a ciertas tendencias estéticas y ponerle nombre a su quehacer. Decir que se parece un poco a Xul Solar, o que tiene algo de expresionismo y que lo abigarrado de sus paisajes recuerdan a Gaudí y sus chorreados. Sin embargo, Charif es todo eso, pero también es muy original y ciertamente personal, al mismo tiempo. Tanto es así que, muy de acuerdo con un ostensible culto a la personalidad que parece practicar —el pintor otorga en la puerta del Museo de Bellas Artes un premio sin dinero llamado El Charif pintado de oro a científicos y artistas—, puede postularse que el estilo de Charif es, aunque no suene muy musical, charifiano o charifesco, como vulgarmente se utiliza kafkiano o fellinesco.

CONTEGO MULTITUDES
Se lo ha llamado pintor unas líneas más arriba, aunque el joven que nació en José C. Paz en 1966 es también escritor, cineasta, inventor de técnicas pictóricas y cinematográficas (la primera data de sus cinco años, pero computa en su curriculum), de un idioma “embrionario”, y de un género teatral, la caprela, suerte de poema dramático que toma su nombre del artrópodo, debido al esqueleto externo. Como su obra, sus antecedentes también son abigarrados y en exceso. Él mismo dice que no distingue entre arte y vida: “No diferencio mi vida de lo que pinto. Como en la vida, acorde a la temática que elijo para mis cuadros, no me prohíbo nada”, explica el hombre que viste de riguroso oscuro, tanto en su saco de cuero largo, su uña pintada de negro, sus pantalones, su cabello, con fuerte reminiscencia punk y sus alhajas. Tal como dice no privarse de nada, sigue sumando actividades y estudios: estudia pintura, música, literatura, filosofía, historia de las religiones, restauración de pintura al caballete y réggisseur. A su precocidad infantil, le corresponde una acelerada carrera artística: en 1982 exhibió sus dibujos y pinturas en Buenos Aires, París, Berlín, Amsterdam y Nueva York; 1987 realizó, formando parte del grupo Gomorrita, los videos “Rap de las hormigas”, de Charly García y “Noche de Paz”, de Sumo; en 1997 hizo una retrospectiva de sus películas en el MAMBA; en el 2000 una de sus obras se codeó con las de Dalí, Miotte y Oliver en la exhibición Kaleidoscopies: Arrabal et les artistes, sólo por mencionar algunos hitos de su trayectoria. Además, encontró tiempo para escribir un manifiesto, dos novelas y exposiciones individuales y colectivas.
¿Con cuál, de todas las cosas que es, se define mejor?
—Pintó porque no hay más remedio. Pero mejor te contesto que todo lo que hago es por simple desesperación, por buscar y conocer.

MI BELLO GENIO
Por todo esto, quienes lo conocen dicen que es un genio. Milan Kundera le escribió una carta para disculparse por no asistir a su presentación en Buenos Aires y lo invitó a ilustrar el libro que estáescribiendo con Arrabal; este último es un gran admirador y difusor de la obra de Charif y se los presentó a Dario Fo, Umberto Eco y Baudrillard; a su vez ellos lo invitaron a participar del Colegio de Patafísica, como invitado de honor. A esta cantidad y calidad de relaciones, se le van sumando otras a lo largo de su charla. Parece que en sus 36 años ha conocido a mucha gente y trabado sólidas amistades. Eso sí, como en todo, empezó muy temprano. Según cuenta, por ejemplo, a Federico Peralta Ramos lo conoció a los 15 años y mantenía conversaciones muy extensas. También Adolfo de Obieta y hasta Borges fueron interlocutores suyos.
¿Cómo lo trataban habiendo tanta diferencia de edad?
—Nunca me lo hicieron sentir. Nunca me consideré como un discípulo con sus maestros. Siempre me trataron como un par. Hoy, con Arrabal tengo esa misma relación.
¿Qué tal se lleva con el mote de genio?
—Que lo digan, pero preferiría que me dijeran santo.

COSTUMBRES ARGENTINAS
Gustavo Charif se define como apátrida. Lejos de quitarle el problema de la nacionalidad, lo sumerge en las tenebrosas aguas del chauvinismo de los que quieren ahogarlo: “Tengo una educación universalista y no me siento argentino. O mejor dicho, me siento tan argentino como inglés o alemán. No sé por qué muchos argentinos tienden a sentirse agredidos. Sin embargo, como dice Arrabal: Charif en la Argentina se define como apátrida, pero en otro lado se siente argentino”. Puesto a conversar, Charif produce un dejá vu. En él se condensan y comprimen casi todas las prácticas evidentes de vanguardia: multidisciplinarismo, relaciones personales y artísticas, manifiesto, golpes de efecto y, por supuesto, su propia estética.
Casi todo lo que usted hace está relacionado con la tradición de la vanguardia.
—Sí, en un sentido soy muy tradicional. Me interesa mucho el humor pero no el chiste sino el humor negro, que es el verdadero sentido.
¿Qué pasa cuando la vanguardia pierde su efecto provocador?
—No me interesa el efecto subversivo. Me interesa ser sincero, aunque esta es la mejor forma de subversión para este tiempo. Digo lo que pienso y todo lo que hago, lo hago por mí.
Sin embargo, su actitud puede ser interpretada como una actuación o un intento de provocar. Cuando se define como apátrida, por ejemplo.
—No soy actor y me resultaría muy tensionante estar pensando en los otros. Por y para los otros, no hago nada.
¿Por qué expone, entonces?
—Porque es más lindo vivir de la pintura que ser mozo, o cocinero, como he sido.

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