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Sábado, 13 de julio de 2002
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MUSICA

Soplando en el viento

Son once músicos en escena, con cinco instrumentos de viento al frente y ninguna voz. Hacen únicamente clásicos instrumentales según los principios del ska jamaiquino. Nacieron a la sombra de la escena reggae local y el suceso de Mimí Maura, pero ya tienen un disco que tuvo que ser reeditado y son un fenómeno de las noches musicales porteñas. El viernes que viene será una oportunidad para descubrir a Dancing Mood.

Por Martín Pérez
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Uno de los clásicos de todos los tiempos que forman parte del nuevo repertorio de Dancing Mood es ni más ni menos que un tema de West Side Story, el musical de Broadway de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, devenido luego en clásico cinematográfico. El tema en cuestión se llama “María”, y el público que llenó los shows de la banda el mes pasado en El Club del Vino ya sabe pedirlo por el nombre, e incluso corear su melodía. Un detalle con el cual, según confiesa el trompetista Hugo Lobo, “flashean” los viejos músicos tradicionales. “Porque son clásicos del jazz que músicos como mi viejo y sus colegas han tocado durante toda su carrera, pero para ellos, sin que nadie les diera ninguna bola. Son temas que ellos están acostumbrados a tocar, pero cuando escuchan que nuestro público los pide y los celebra, no lo pueden entender”, sigue Lobo, creador y fuerza motriz detrás del fenómeno de Dancing Mood, un grupo instrumental de ska jamaiquino que está haciéndose escuchar en las noches porteñas a fuerza de virtuosismo y –lo que es aún más esencial– una musicalidad cuya marca de fábrica es la misma que la de fenómenos como el de Mimí Maura (donde, nada casualmente, Hugo Lobo toca su trompeta): contagiar alegría desde el escenario, pero sin demagogias y basada en una entrega sincera y buenas canciones. “A mí todavía me sorprende la buena respuesta de los pibes”, confiesa Hugo, y asegura que el principio que guió la creación de semejante combo instrumental fue el de reivindicar bandas como Skatalites, los padres del ska jamaiquino, punto de partida de toda la música que logró conquistar el mundo pop desde Jamaica, Bob Marley incluido. “Mirá que algunos temas en vivo llegan a durar como once minutos”, exagera Lobo. “Pero los pibes no es que canturrean la melodía y después se aburren esperando el próximo tema, sino que aplauden cada uno de los solos. Y eso es algo que vuelve loco a los viejos”, repite el trompetista, que –a pesar de sus jóvenes 22 años– parece tener bien en claro el mundo y las historias de los músicos de sesión locales, más allá del por momentos autista submundo rockero. Algo que aprendió de su padre Rubén, un tucumano que desde hace quince años es el baterista de Mercedes Sosa, pero que también mantiene un trío de folklore fusión –en el que toca con su hijo– y que para Hugo es “el parámetro total de la música”. Y el que le enseñó a vivirla con esa pasión que entrega Dancing Mood.
A LOS MONEDAZOS
Nacido en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, Hugo Lobo fue criado prácticamente por el amor a la música de su padre Rubén. “Cuando tenía veinte años mi viejo ya cruzaba folklore y rock en el grupo que tenía por ese entonces”, cuenta Hugo, y pone el disco del Tushka Trío, con el que su padre tocaba clásicos del folklore con batería y guitarras eléctricas. “Había que ser muy valiente sólo para intentarlo. Hoy es común ver una batería en el folklore, pero por entonces apenas te ponías a armar el instrumento sobre el escenario de algún festival y ya te entraban a tirar pilas y monedazos”, explica Lobo hijo, que no pudo escaparle al servicio baterista obligatorio durante la infancia, pero que después se pasó a la trompeta. “Yo quería tocar el saxo, pero cuando fui a una casa de música a preguntar el precio me dijeron que salía mil dólares. Y una trompeta que estaba al lado estaba a trescientos, así que me la llevé”, confiesa el líder de Dancing Mood, que cuando arrancó con esto de la música supo rápidamente –tal como su viejo– lo que significa ir a contramano. “Cuando empecé la secundaria, si decías que te gustaban los Fabulosos Cadillacs eras flor de boludo. Y a mí me gustaban y lo decía”, recuerda Hugo, que para comenzar a tocar en una banda debió irse hasta Mar del Plata, donde pasó a integrar un combo llamado Correcaminos. Después conoció en el barrio a Fidel Nadal, líder de Todos Tus Muertos, y a partir de ahí comenzó a mostrarse y a tocar con gran parte de la escena del punk y del reggae porteñas. “La verdad es que toqué en todos lados. Con Bad Manners y Rico Rodríguez cuando vinieron a la Argentina, pero también conuna orquesta de música judía y hasta con una banda que hacía covers de Frank Sinatra. Lo que venga, como cualquier chabón que labura de esto”, dice, y se enorgullece al decirlo, con una voz grave y pausada que –junto a una barba candado bastante crecida– esconde su juventud.
El nacimiento de Dancing Mood se remonta a la segunda mitad de los ‘90, cuando nació la idea de dedicarse a sus gustos, que apuntan hacia las orquestas de reggae, soul y jazz y los ritmos de jazz y ska jamaiquino. Aquellas bandas que se podían acoplar a cualquier cantante –o bien prescindir de ellos– y en la que sobresaliesen instrumentos que no suelen estar en primera fila. “Esa fue la idea: hacer algo para divertirnos y poner los caños bien adelante.”
MUSICA EN EL AIRE
A la hora de hablar de música, Hugo Lobo es contundente. Para él la música, la verdadera música, murió en los ‘80, cuando aparecieron las maquinitas, los teclados, los samplers. “Antes de esa época, cuando había música siempre había mucha gente tocando”, aclara el trompetista, que intenta recrear ese espíritu con un grupo que suma once integrantes, algo muy difícil de mantener. “Desde el primer show que no paramos de cambiar integrantes”, confiesa. En esos primeros shows se hizo presente el público habitué de la movida reggae: el de las bandas en las que solían tocar tanto él como sus compinches. Pero rápidamente se aburrió con la propuesta instrumental. Luego de la grabación 20 minutos, el primer álbum, comenzó a aparecer en los shows otro tipo de público, joven, curioso y con muchos menos prejuicios musicales. Mientras que en 20 minutos (que ya va por su segunda tirada y acaba de editarse en México) llaman más la atención los temas con cantantes invitados, como el “Close to You” de Bacharach en la voz de Mimí Maura, o “Enjoy Yourself” con Fidel Nadal, en los shows no se extrañan para nada las voces, y el goce está en el libre devenir de nuevos temas que pasarán a formar parte del próximo álbum, a grabarse el mes que viene, como la ya mencionada “María”, “Perdido”, de Count Basie, o “Fantasy”, un tema de Earth, Wind & Fire con el que sorprendieron a sus seguidores. “A mí lo que más me gusta es que la música suene como realmente es esa música, con el viento que generan tantos caños soplando ahí adelante”, dice Hugo, refiriéndose tanto a su trompeta como a los dos saxos (el alto es el de Rubén Mederson, responsable de los arreglos junto a Hugo y el tenor de Sergio Colombo, saxofonista de la banda de Mimí Maura) y los dos trombones que son las estrellas del grupo. “Porque eso se siente en el pecho, y eso es lo que sienten los pibes que vienen a vernos”, se entusiasma. “Es como cuando pasa una ambulancia por la calle, y el sonido de la sirena va de un tono a un semitono. Si fueses corriendo al lado de la ambulancia, la sirena sonaría siempre igual. Lo mismo pasa cuando el sonido de los vientos es producido por un sintetizador. Aunque suene igual, nunca va a ser lo mismo. Porque lo importante en la música no es el sonido, sino el aire que mueven los que la tocan”.

Dancing Mood toca el próximo viernes
en Niceto, Niceto Vega 5510.

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